Un paseo por Paris, retratos al natural. Roque Barcia

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Un paseo por Paris, retratos al natural - Roque  Barcia

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bajo el peso de los azotes?

      El comercio de Paris, lo digo otra vez, es lo que la industria: fantasmagoría, aparato, altas novedades; es el zapato aéreo en otro sentido; palaustre tambien.

      Encargo al extranjero que nunca se llegue á comprar un objeto que lleve este rótulo: FANTAISIE (fantasía), sino tiene marcado el valor. Cuando esto no sucede, el comerciante parisiense se creerá autorizado para exigir el doble ó triple de lo que vale, porque la FANTASÍA, nombre que aquí quiere decir ingenio, invencion, maravilla, prodigio, no está sujeta á tarifa alguna. Se trata de vender una creacion ingeniosa, y el ingenio no tiene límites: lo que no tiene límites no tiene precio, y de aquí la infinita elasticidad del cálculo francés. ¡Pobre del extranjero que olvide este encargo ó que tome á empresa el echarla de generoso!

      Voy á terminar este ligerísimo bosquejo, haciendo notar una rareza que me ha herido de una manera singularísima.

      Todos saben que Francia es un pueblo dotado de ciertos instintos de igualdad política, igualdad que tiene tantos monumentos en su historia, que tanto trabaja su espíritu, que no deja de tener alguna forma práctica en la constitucion social y en las costumbres; hasta en el establecimiento del imperio. No obstante, la industria y el comercio de este país son enteramente aristocráticos.

      Por el contrario, todos saben que la desigualdad gerárquica, la casta social, es en Inglaterra un principio tan indiscutible y sagrado como un capítulo de dogma. Sin embargo, la industria y el comercio de Inglaterra son enteramente democráticos.

      Paris, el demócrata, viste á los ricos de casi toda Europa, y de una gran parte de América.

      Lóndres, el magnate, viste á los pobres de casi todo el globo.

      El pobre busca al rico: este es Paris.

      El rico busca al pobre: este es Lóndres.

      No hay contradiccion. Hay habilidad. Tratándose del otro lado del estrecho, hay más: habilidad y lógica; esto es, habilidad inglesa, un miasma atmosférico que no tiene igual en el espacio, desde el cielo á la tierra, desde la tierra hasta el abismo. Estoy deseando ir á Lóndres, para poder establecer una comparacion concienzuda entre estos dos grandes centros, que son sin disputa los dos pueblos más influyentes de nuestro siglo, y los dos primeros rivales de la tierra.

       Índice

      =Moralidad de Paris con relacion al arte=.

      Ante todo, tengo que poner en su lugar una opinion que juzgo importante.

      En el arte moderno francés hallo cierto arranque social, que ha abierto una grande era á la literatura, y que con el tiempo empujará al arte hácia su expresion más trascendental, al menos más en armonía con el espíritu de nuestra época. Este es un hecho capitalísimo; es un gérmen que puede modificar maravillosamente el porvenir, y fuera injusto negar sus esperanzas al trabajo del hombre francés. Pero como en este capítulo no juzgo el elemento social del arte, sino que lo considero únicamente en su relacion con las ideas morales, me parece que basta esta salvedad.

      El exámen de todas las obras artísticas de este pueblo, necesitaria la vida laboriosa de más de un escritor, y el espacio de muchos volúmenes. Dejo, pues, aparte el fardo inmenso de demasías, de licencias, de crímenes, hasta de obscenidades, de que el teatro y la novela se han hecho órgano en este país tantas veces, con un talento tan singular, y me concretaré á un pasaje de un libro que han leido todos, que todos conocen, de que la Francia está inundada, de que están inundadas la Europa y la América. Hablo del Montecristo: hablo de ese libro terrible, que hace de este mundo un sopor, una cueva encantada, un brevaje oriental, una bellísima diablura. Ciertas gentes se han empeñado en hacer ver que la diablura puede ser bella, que las brujas pueden ser artistas. Hablo de esa nueva caballería andante, más ridícula y más absurda que la del mismo Amadís de Gaula; esa caballería en que no hay de real y positivo sino el trastorno y el escarnio de las virtudes más sagradas del hombre.

      Estamos en la escena en que un hijo aconseja á su padre con la mayor formalidad…. (Imposible parece que Dios nos haya dado formalidad para tales cosas. En este sentido, nuestra razon tiene misterios que horrorizan, como tiene el abismo cavidades que nos espantan.)

      Decia que un hijo aconseja á su padre que se debe matar. ¿Por qué? Porque es comerciante, ha experimentado un revés en sus intereses, está tocando la necesidad de una bancarota, y este descalabro le infamará á él y á sus hijos. Pero ¿no hay remedio? Sí; el hijo se lo ofrece, se lo propone, se lo aconseja, se lo exige. El remedio … ES MATARSE. Matándose, se habilita el banquero, el hombre muere honrado, y el padre lega esta honradez á su familia. ¿No es bastante? ¿Debe el pobre viejo dudar? ¿No dice bien el hijo? ¿No tiene razon Alejandro Dumas?

      Hijo desdichado, hijo á quien el cielo no dió conciencia, sino para hacerte probar el placer tremendo de desgarrarla, como no dió organismo á la lombriz sino para hacerla probar el placer asqueroso de revolcarse dentro del cieno; hijo desdichado, ven acá y oye á un hombre que no tiene el genio de Alejandro Dumas, pero que tiene más corazon, que tiene más genio; porque no hay genio fuera del sentimiento de la verdad y de la virtud, porque no hay belleza fuera del sentimiento que busca el bien. No, no hay genio en la lombriz. Alejandro Dumas nos llama africanos á los españoles; enhorabuena. Preferimos ser tan bárbaros á ser tan cultos. No queremos ser tan civilizados como él, ni como tú, hijo infame y bastardo.

      Hijo desdichado, ven acá y oye. Tu padre te ha dado la vida: ¿eres tú quien ahora le aconseja que levante el brazo contra la suya?

      De su amor recibiste tu primer amor: ¿eres tú quien ahora pones en su mano un puñal?

      Si tu padre cae en la bancarota, tú vas á vivir infamado: ¿eres tú quien quiere que se mate para evitar tu infamia? ¿Eres tú quien crees que tu egoismo vale más que la vida del que te ha consagrado su existencia?

      ¡Pero oye aún! Si tú crees que la desgracia de tu padre te va á dejar sin honra, si lo crees así, si de ello estás convencido, ¿por qué no eres tú el suicida? Responde, hijo cobarde, ¿por qué no eres tú quien coge el puñal? ¿Por qué tu padre ha de ser víctima de una opinion tuya, de un juicio tuyo? ¿Por qué ha de ser el caballero andante de tus ideas romancescas?

      ¡Pero oye todavía! ¿Quién te ha dicho que un banquero se infama, porque un infortunio que él no puede evitar le hace caer en la ruina? ¿Quién te ha dicho que no hay honradez en el infortunio? ¿Quién te lleva á ver una prostitucion en la desgracia? ¿Quién te ha dicho que Dios no se venga de hombres como tú, dando al dolor una esperanza, un deseo, un suspiro ferviente, una corona, una santidad? ¿Quién te ha dicho, responde, que la Providencia no ha dado poesía al lamento amoroso y casto de la tórtola?

      Tu padre se arruina. ¡Y qué! ¿No hizo esa fortuna en otro tiempo? ¿Tenia quizá alguna escritura en que la eternidad le prometia amparar sus buques ó sus billetes?

      Hoy pierde lo que ganó ayer. ¿Quién te ha dicho que la pérdida, como la ganancia, es otra cosa que un accidente en la vida de un comerciante? Y por un accidente de la vida, ¿buscas un puñal contra la vida? ¿Quieres sacrificar el cielo á un celaje? ¿Quieres sacrificar el mar á una ola? ¡Ay! Á la gota de sangre que cae de un dedo, ¿quieres sacrificar el corazon? Á la lágrima que cae de los ojos, á este soplo del aroma húmedo de nuestra alma, ¿quieres sacrificar el alma toda?

      Hijo

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