El reino suevo (411-585). Pablo C. Díaz Martínez
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[70] Zos. VI, 4, 2-3.
[71] Este personaje no está en el texto de Zósimo, que presenta una laguna en el pasaje, pero es mencionado en uno de los fragmentos de Frigerido recogidos por Gregorio de Tours (Hist. II, 9). Cfr. Ph. Wynn, «Frigeridus, the British Tyrants, and the Early Fifth Century Barbarian Invasions of Gaul and Spain», cit., p. 88, n. 66. Más adelante, quizá en el verano del 410 Rústico reemplazó a Apolinar como prefecto del Pretorio; cfr. C. E. Stevens, «Marcus, Gratian, Constantine», Athenaeum 35 (1957), p. 344.
[72] Oros. VII, 40, 7. Sobre el origen y composición de estas tropas véase M. Cesa, Impero tardoantico e barbari, cit., pp. 135-136, n. 50, quien hace ver el afán propagandístico proteodosiano de Orosio que quiere dejar claro que el ejército del usurpador estaba constituido por bárbaros indisciplinados.
[73] Sobre el impacto de las invasiones en el entorno de la Meseta Central, véase P. C. Díaz, «La ocupación germánica del valle del Duero: un ensayo interpretativo», Hispania Antiqva 18 (1994), pp. 457-476.
[74] Oros. VII, 40, 8. Cuyas tareas de defensa fronteriza encajan con las atribuidas a los burgarii antes mencionados. Su asimilación con soldados campesinos confirma el hecho de que solía asignárseles tierras para su mantenimiento.
[75] Zos. VI, 5, 1; Olymp. 13, 2; Sozom. IX, 12.
[76] Sozom. IX, 12 (= Olymp. 13, 2).
[77] Zos. VI, 5, 2.
[78] Hydat. 34.
[79] Oros. VII, 40, 9.
[80] C. E. Stevens, «Marcus, Gratian, Constantine», cit., p. 329. J. Arce, «Gerontius, el usurpador», cit., p. 115. M. E. Gil Egea, «Barbari ad pacem incundam conversi en el año 411 en Hispania», Polis 12 (2000), pp. 73-84. En contra M. Cesa, Impero tardoantico e barbari, cit., p. 137.
[81] Olymp. 13, 2 (= Sozom. XII, 3).
[82] Ch. Courtois, Les Vandales et l’Afrique, París, Arts et Metiers Graphiques, 1955, p. 50. Los textos relativos al paso de los bárbaros por la Galia entre el 406 y el 409 insisten en la idea de destrucción, una política de saqueo sistemático y prácticamente de «tierra quemada». Los distintos testimonios están recogidos en P. Courcelle, Histoire littéraire des grandes invasions germaniques [1948], París, Études Augustiniennes, ³1964, pp. 79-114.
[83] Olymp. 15, 2 (= Sozom. IX, 12).
[84] Ph. Wynn, «Frigeridus, the British Tyrants, and the Early Fifth Century Barbarian Invasions of Gaul and Spain», cit., pp. 93-98.
[85] Oros. VII, 41, 2.
[86] Oros. VII, 41, 7.
[87] Hydat. 41: «Subuersis memorata plagarum crassatione Hispaniae prouinciis barbari ad pacem ineundam domino miserante conuersi».
[88] Hydat. 41.
[89] R. Collins, Early Medieval Spain, cit., pp. 33-34. Ph. Wynn, «Frigeridus, the British Tyrants, and the Early Fifth Century Barbarian Invasions of Gaul and Spain», cit., pp. 98. J. Arce, «Gerontius, el usurpador», cit., p. 80.
[90] Olymp. 17, 1, que parece indicar que era su propio hijo. Greg. Tur., Hist. II, 9.
[91] J. Arce, El último siglo de la España romana: 284-409, Madrid, Alianza, 1982, p. 161.
[92] C. Torres Rodríguez, «Límites geográficos de Galicia en los ss. IV-V», Cuadernos de Estudios Gallegos 4 (1949), pp. 367-383. La provincia no fue en todo caso una improvisación y tenía antecedentes administrativos en el Alto Imperio. Cfr. A. Cepas Palanca, Crisis y continuidad en la Hispania del siglo III, «Anejos de Archivo Español de Arqueología XVII», Madrid, CSIC, 1997, pp. 29-40.
[93] L. A. García Moreno, «La invasión del 409 en España: Nuevas perspectivas desde el punto de vista germánico», en A. del Castillo (ed.), Ejercito y sociedad. Cinco estudios sobre el mundo antiguo, León, Universidad, 1986, p. 82. Otros autores prefieren una división Norte/Sur y piensan que llegados a Astorga los suevos se dirigirían a Braga y los vándalos asdingos a Lugo. Cfr. W. Reinhardt, Historia general del reino hispánico de los suevos, cit., pp. 24-25 (mapa).
[94] Hydat. 41.
[95] J. Arce, «Los vándalos en Hispania (409-429 A.D.)», Antiquité Tardive 10 (2002), p. 79, considera un sorteo en el sentido puro del término, con independencia del potencial demográfico o militar.
[96] Sozom. IX, 13 (= Olymp. 17, 2). Aunque las monedas identificadas como acuñaciones suyas parecen proceder de la ceca de Barcelona. Cfr. M. Gomes Marques, A moeda peninsular na idade das trevas, Sintra, Instituto de Sintra, 1998, pp. 69-76, lo que ha llevado a pensar que el proclamado emperador en Tarragona pudo luego elegir Barcelona por razones estratégicas o de seguridad. Cfr. M. Mayer, «Maxim, l’emperador de la Tarraconense», Revista de Catalunya 72 (1993), p. 56.
[97] Greg. Tur., Hist. II, 9.
[98] Sozom. IX, 13 (= Olymp. 17,2).
[99] Oros. VII, 42, 4-5.
[100] Chron. Gall. A. CCCCLII, 85, a. 420 y 89, a. 422. Cfr. M. Mayer, «Maxim, l’emperador de la Tarraconense», cit., pp. 56-69, contexto en el cual J. Arce, «La epistula de Honorio a las tropas de Pompaelo: comunicaciones, ejército y moneda en Hispania (siglos IV-V d. C.)», en R. M. S. Centeno, M. P. García Bellido y G. Mora (coords.), Rutas, ciudades y moneda en Hispania, «Anejos de Archivo Español de Arqueología XX», Madrid,