E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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admiró el desparpajo de Pete delante del jefe. El vaquero era un hombre sin dobleces ni medias palabras. Era fácil tomarle aprecio, y no era de extrañar que Kimberly estuviera loca por él.

      –No, creo que no. Tengo que hablar con Julia. Yo la llevaré de vuelta.

      Julia se puso tensa. No quería montar una escena, pero esa era la segunda vez en muy pocos días que Trent ponía a prueba su paciencia.

      Pete miró a Julia.

      –Puedo traerte la bebida si tienes sed.

      Julia se sintió tentada de aceptar. No quería ceder ante Trent, pero tampoco quería causarle problemas a Pete.

      –No te molestes, Pete. Se está haciendo tarde. Volveré con el señor Tyler.

      Trent dio media vuelta y volvió al coche. Julia contó hasta diez y le mostró una sonrisa a Pete.

      –Gracias por dedicarme tu tiempo esta noche, Pete. Lo he pasado muy bien.

      –Ha sido un placer –le dijo él, tocándose el sombrero–. El jefe te espera –le dijo con una sonrisa–. No querrás tener problemas nada más llegar.

      Julia abrió los ojos. Pete veía demasiado con esos ojos azules.

      –No le tienes miedo, ¿verdad?

      –¿A Trent? No, claro que no. Soy un buen vaquero y no me gusta meterme en líos. Además, sé que él es un jefe justo y un hombre decente. El respeto es mutuo –dijo, y sonrió otra vez.

      –¿Julia? –dijo Trent desde el coche.

      «El respeto es mutuo…».

      Julia deseó haber conseguido el empleo de la forma convencional, deslumbrando a Trent con sus ideas en una entrevista. De haber sido así, habrían podido compartir ese respeto del que hablaba Pete. Con todo lo que había ocurrido, no podía sino sentir desprecio por él.

      Tras darle las gracias a Pete una vez más, subió al coche dando un portazo y con la vista al frente.

      –No pierdas el tiempo –le dijo Trent, arrancando el coche.

      Julia estaba decidida a no enzarzarse en una discusión, pero aquel comentario cumplió su función.

      –No lo hago. No cuando tengo trabajo que hacer.

      –¿Me vas a decir que ese paseo tenía algo que ver con el trabajo?

      –Mucho –se apoyó en el respaldo del asiento y cerró los ojos–. ¿Me has seguido?

      –No, Julia. No te he seguido. Fui a ver a mis caballos.

      Ella abrió los ojos y se volvió hacia él.

      –¿Tienes caballos aquí?

      Él asintió.

      –Sí. Duke y Honey Girl. Vengo a verlos siempre que puedo. Monto a caballo cuando tengo tiempo.

      –¿Entonces qué era tan urgente como para interrumpir mi conversación con Pete?

      Trent no tenía respuesta. Iba hacia las oficinas cuando les había visto frente a los establos, alegres y sonrientes.

      –Si vas a consultarme algo, tiene que ser esta noche. Me voy mañana por la mañana. Tengo unas reuniones que no puedo posponer más.

      –¿Cuánto tiempo estarás fuera? –le preguntó ella.

      –Unos días.

      –De acuerdo.

      Trent fue a su casa y aparcó el coche en el garaje, que también albergaba un Chevy Silverado y un BMW plateado.

      –¿Dónde estamos? –preguntó Julia, sorprendida.

      –En mi casa –le dijo él encogiéndose de hombros.

      Julia abrió los ojos.

      –Pensaba que vivías en el hotel.

      –Y así es, la mayor parte del tiempo. Pero me hice esta casa para cuando necesito estar solo. Es pequeña y sencilla, pero con una vista gloriosa del cañón.

      –¿Por qué me has traído aquí?

      –Necesitas los nombres y los números de teléfono de la familia Tyler, ¿no? Aquí tengo mis archivos personales. Vamos, Julia, no soy el lobo feroz. Busca lo que necesitas, tómate algo y te llevo de vuelta al hotel.

      Salió del todoterreno y esperó por ella. Julia vaciló un momento y bajó del vehículo. Él la agarró del brazo y la condujo al interior de la casa.

      Trent se había hecho construir la casa a su gusto. El dormitorio principal era enorme y, la cocina, espaciosa. En el salón había un amplio sofá de piel de ante enfrente de la chimenea.

      –Esto es todo –le dijo Trent, pensando que debía pasar más tiempo allí.

      Julia suavizó su expresión de enojo y miró a su alrededor.

      –Es bonito, Trent. No me extraña que vengas aquí con tus conquistas.

      En realidad él nunca había llevado a una mujer a su casa. Esa era la primera vez, y lo había hecho sin pensar.

      Por suerte, salía de viaje al día siguiente.

      –Siéntate –le dijo, señalando el sofá con forma de L–. ¿Qué quieres de beber? ¿Vino, champán, un cóctel? –le preguntó, yendo hacia el minibar, que estaba al lado de la chimenea.

      –Agua con hielo, por favor.

      Trent la miró y se rio a carcajadas.

      –En serio crees que soy el lobo feroz, ¿no es así?

      –Digamos que te has quitado el disfraz. Ya sé con quién estoy tratando.

      –Eso me ha dolido –dijo él, mirándola de arriba abajo.

      Julia estaba en tensión, con las piernas cruzadas. Sin embargo, estaba igual de preciosa con unos vaqueros azules y unas botas de piel. Se había despeinado un poco durante el viaje y algunos mechones de pelo le caían por las mejillas. Trent le sirvió un vaso de agua con hielo y se puso una copa de whisky.

      –Pete es un mujeriego –le dijo, sentándose a su lado.

      –¿Y tú quieres prevenirme? –miró el vaso de agua que Trent le había dado–. Qué ironía, viniendo de ti.

      Él se inclinó hacia ella y apoyó los codos en los muslos.

      –No vas en serio, ¿verdad?

      Ella sacudió la cabeza.

      –No, claro que no. No estoy interesada en Pete. Mi único interés en el Tempest West es hacer lo que he venido a hacer y seguir adelante –dijo, y bebió un sorbo de agua.

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