E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras
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A Julia le volvió a rugir el estómago, pero Trent no pareció haberlo oído. Ella había pensado pedir una ensalada en el Canyon Café antes de irse a la cama, pero una cena a la carta sonaba muchísimo mejor. No era capaz de rechazar a Trent y a la comida.
–¿Esto es una orden del jefe?
Trent la miró a los ojos.
–No, es solo una petición.
Ella dejó escapar un suspiro.
–De acuerdo, entonces. ¿Cuándo vamos a cenar?
Trent miró la hora.
–En unos minutos.
Mientras Julia ponía en orden los documentos, Trent fue hacia la ventana.
–Acabo de cerrar un trato para traer una camada de caballos salvajes al cañón.
–¿Qué? –Julia creyó que no le había oído bien.
Trent se volvió hacia ella.
–Necesitan un hogar. Están hambrientos y cansados.
–Trent, esto no es un rancho. Es un destino turístico elitista que no está sacando muchos beneficios. ¿Por qué no lo discutiste conmigo antes?
Él se encogió de hombros y sacudió la cabeza.
–Fue todo muy rápido. Haremos que funcione, Julia. Los voy a soltar detrás de Shadow Ridge.
–¿Soltar? Dime que es una broma.
–Los caballos no molestarán a nadie allí. Es una zona prohibida para los clientes.
–Si hubieras esperado a oír mi presentación, sabrías que tenía planes muy específicos para Shadow Ridge, planes que no incluyen caballos salvajes.
Trent contrajo la mandíbula y su mirada mostró determinación. Julia se dio cuenta de que no había forma de disuadirlo.
–¿Qué clase de planes? –preguntó él.
–Visitas guiadas a caballo por las montañas. Charlas de arte, dadas por profesionales. La privacidad, la paz y las hermosas vistas del Crimson Canyon. A la mayoría de la gente le gustaría encontrar un sitio tan retirado como este para reflexionar. Algunos pintarían paisajes, otros montarían a caballo. Les ofreceríamos algo que no pueden encontrar en otro sitio, ¿no?
–Y ahora podrán ver a los caballos salvajes en primera línea.
–¿Puedes controlarlos?
–Ni hablar.
Julia no pudo sino admirar su dedicación hacia esos caballos maltratados y se los imaginó corriendo en libertad por Crimson Canyon. Trent se ocuparía de que estuvieran bien cuidados. Él era un hombre que se preocupaba por los suyos.
–Pero la seguridad de los clientes…
–Los caballos tienen barreras naturales. No irán demasiado lejos. Voy a darles comida y agua y así se quedarán donde tienen que estar. Y no molestarán a nadie.
–¿Y cómo puedes asegurármelo?
–Confía en mí.
Julia jamás volvería a confiar en él, pero el hotel era suyo.
–No puedes permitirte una demanda.
Trent levantó las cejas.
–¿Has oído algo de eso?
–No de ti. Pero, sí. He oído algo. Nuestra primera prioridad son los clientes, y van a pagar el doble por lo que acabo de proponerte. Por favor, dime que no tienes ninguna idea alocada para Destiny Lake. Nada de exhibiciones acuáticas o algo por el estilo.
Trent hizo una mueca.
–Muy gracioso, Julia.
–¿Y bien?
–No. No tengo planes para Destiny Lake.
–Eso es un alivio.
En ese momento llegó el camarero con un carrito y Trent lo hizo pasar.
–Es para dos, Robert. Comeremos aquí mismo, a no ser que la señorita Lowell prefiera comer abajo –dijo, buscando su consenso.
–Así está bien. Estamos trabajando –dijo ella, y le sonrió al camarero.
Robert miró la comida.
–Volveré con otro plato y más cubiertos.
Robert estaba a medio camino de la puerta cuando Trent lo llamó.
–No te molestes. Hay suficientes cubiertos para los dos, pero gracias de todos modos.
Lo acompañó a la puerta y le dio la propina.
–Debe de estar delicioso –dijo Julia cuando Trent destapó los platos.
Una bocanada de vapor llenó la estancia y aromas suculentos hicieron protestar el estómago de Julia otra vez.
Trent puso todos los platos sobre el escritorio y se sentó.
–¿Y ahora qué? –preguntó ella, hambrienta.
Él había dejado marchar al camarero y no había más platos.
–Puedes sentarte a mi lado –le dijo él con voz suave–. O también puedes sentarte en mis piernas y yo te doy de comer. Creo que así disfrutaríamos mucho de la comida.
Una imagen sensual irrumpió en los pensamientos de Julia. Fue hacia él y se inclinó sobre él, quedándose a un centímetro de distancia. Mirando aquellos profundos ojos oscuros, logró resistir la tentación.
–Ahora vuelvo –le dijo.
–¿Adónde vas?
Un minuto más tarde regresó con un plato de papel y cubiertos de plástico.
Trent sonrió al verla.
–Qué práctico.
–Ya lo creo –dijo ella.
Trent le dio el plato de loza y los cubiertos de acero y se sirvió su propia ración en el desechable.
A la mañana siguiente, Trent aparcó el coche junto a los establos y entró en el despacho. Una vez más Julia conversaba con Pete. Su suave risa llenaba la habitación.
Había decidido llevarla a Shadow Ridge para que lo informara de sus planes con todo detalle. Esa era la única forma de entender su propuesta.
El proyecto era arriesgado y a Trent no le importaba correr un riesgo calculado y necesario,