E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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los viste, Julia. A tu padre y a mi madre. Maldita sea, no puedo creer que vaya a decir esto, pero había algo entre ellos. Debes de haberte dado cuenta.

      –Sí, me di cuenta. Fuegos artificiales. Qué ironía, ¿no?

      Trent se acercó y habló en un susurro.

      –¿Por qué? ¿Porque un Lowell encuentra atractivo a un Tyler?

      Julia sacudió la cabeza.

      –No, Trent. Porque son mi padre y tu madre.

      Con eso bastaba. Julia había albergado la esperanza de estar equivocada, pero Trent también lo había notado. Su padre llevaba mucho tiempo solo, y parecía que Rebecca Tyler también.

      Eso era lo último que Julia necesitaba: un lazo familiar con Trent Tyler. Sin embargo, su padre parecía realmente interesado en Rebecca Tyler.

      Trent dio un paso adelante y la miró con ojos profundos y oscuros. Un temblor le recorrió las entrañas a Julia, que retrocedió hasta la pared.

      –Trent, vete.

      Él apoyó las manos en la pared. Acorralada, Julia no pudo sino mirar aquellos ojos hambrientos.

      –Oblígame –dijo, deslizando un dedo por su barbilla.

      El tacto de sus manos le puso la piel de gallina, y los temblores la sacudieron de arriba abajo. La razón la abandonó y el corazón le latió con fuerza. Aspiró su fragancia, donde aún quedaban vestigios de su masculina colonia.

      –¿Qué… quieres?

      –Fuegos artificiales –se inclinó hacia delante y la arrolló con un beso que la habría hecho caer al suelo si él no la hubiera sujetado por la cintura.

      Julia lo deseaba. Sentía una sed que tenía que calmar. Aquel texano apuesto y duro siempre la hacía arder de pasión.

      Su beso le robó el aliento. Le puso los brazos alrededor del cuello y lo atrajo hacia sí. Él gimió cuando sus cuerpos se tocaron; la erección masculina estaba en todo su esplendor.

      Trent volvió a rozarle los labios con los suyos y entró en su boca. Julia saboreó cada instante, y por un momento olvidó los motivos por los que debía alejarse de él.

      Era difícil rechazar a un hombre como Trent Tyler.

      –Ven a verme esta noche –le dijo, entre beso y beso–. Pasa la noche conmigo en mi casa.

      No había nada que Julia deseara más. Se verían en su acogedora casita de campo y pasarían una noche gloriosa.

      Él había hecho realidad todas sus fantasías sexuales y le había consentido hasta el último capricho; tanto así, que Julia empezaba a sentir algo muy especial por él.

      Pero Trent no era perfecto. Había puesto patas arriba su ordenado mundo.

      –Sabes que no puedo –le dijo ella sin aliento–. Mi padre está aquí.

      Él rompió el beso y la miró fijamente.

      –Y también tu madre –añadió, aprovechando la oportunidad para retroceder un poco y mantener la distancia entre ellos–. Querrán pasar tiempo con nosotros esta noche.

      Trent reconoció que tenía razón.

      –Supongo que lo había olvidado –dijo, mirando sus labios, hinchados por sus besos–. Invité a mi madre a cenar.

      Trent le miró los zapatos y arqueó una ceja.

      –Esas sandalias iban a ser parte de nuestra exhibición de fuegos artificiales.

      Julia tragó con dificultad y se miró las sandalias rojas.

      Él pasó por su lado y se detuvo. Volvió a agarrarla de la cintura y la besó rápidamente.

      –La próxima vez, cariño –dijo.

      Al verlo salir con paso desenfadado, Julia entendió por qué sentía debilidad por ese vaquero testarudo.

      Durante la cena Julia se sentó al lado de su padre, frente a Trent y a su madre. Desde la terraza se divisaba Destiny Lake en la distancia. Los destellos de luz de luna incidían sobre la superficie cristalina en la quietud de la noche. Las suaves voces de los otros comensales animaban la velada. Las llamas de las velas parpadearon, sumiendo en sombras a los Tyler.

      Julia había intentado esconder su descontento al oír que su padre había invitado a Trent y a su madre a la cena, pero no podía dejar de pensar en lo que tenía con Rebecca.

      Aquello solo podía llevar al desastre.

      En cuanto terminara su trabajo, no volvería a saber nada más de Trent Tyler. Sería duro sacárselo de la cabeza, pero él le había demostrado una y otra vez que no se podía confiar en él. Ella no competía con otra mujer, sino con ese deseo vehemente de llevar al éxito al Tempest West a toda costa.

      –Estoy orgullosa de Trent –dijo Rebecca cuando les sirvieron el vino–. El Tempest West es su sueño, y no dejaría que nadie se interpusiera en sus planes.

      El padre de Julia levantó la copa.

      –Por el Tempest West y por nuestros hijos, Rebecca. Parece que los dos tienen un sueño.

      –Sí, claro. Es un brindis magnífico, Matthew.

      Trent los observaba con gesto divertido mientras Julia se revolvía en su silla.

      Ella fue la última en levantar la copa, pero no tuvo más remedio que hacerlo. En cuanto las copas chocaron suavemente, ella apartó la vista y bebió un sorbo de vino.

      Aunque no quisiera admitirlo, había disfrutado de la cena. Trent había hablado de deportes con su padre y Rebecca y ella habían charlado de arte y moda.

      –Texas no significa mucho para mis otros dos hijos, pero Trent se aferró a sus raíces –dijo la madre de Trent–. Evan y Brock se adaptaron a la vida en la ciudad fácilmente, pero él no.

      Rebecca lo miró con los ojos llenos de cariño.

      –Bueno, mamá –le dijo Trent, bromeando–. No sigas hablando así de mí.

      Rebecca puso la mano en la de su hijo y le dio un apretón. Él la miró con dulzura y sonrió.

      Julia no se perdió aquel instante.

      Cuando su padre sugirió que dieran un paseo por el lago después del café, Julia fue la primera en disculparse.

      –Oh, padre, me encantaría, pero tengo que acostarme pronto hoy.

      Había ido a Shadow Ridge con los huéspedes esa tarde y todo había salido según lo esperado. Su paseo de prueba había sido todo un éxito y todo el mundo parecía encantado con las maravillosas vistas.

      –De acuerdo, cielo. Mañana vas a tener un día muy ajetreado con la fiesta premamá.

      –Estoy

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