La traición en la historia de España. Bruno Padín Portela

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La traición en la historia de España - Bruno Padín Portela Universitaria

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del pasado. Ni los griegos creían vivir en la «ciudad antigua», ni los hombres y mujeres de la Edad Media en la «sociedad feudal». Sin embargo, ello no quita validez a esos modelos, que solo pueden ser refutados por otros que nos proporcionen interpretaciones más fecundas y útiles.

      El modelo con el que nos vamos a enfrentar es el gran modelo, también llamado relato, de la Historia de España, que, como todas las historias nacionales, es un modelo cerrado, porque está estructurado en un determinado territorio y en el devenir en el tiempo de los pueblos y personas que vivieron en él. Ese modelo, como veremos en el apéndice dedicado a la historiografía nacionalista gallega, escogida como ejemplo ilustrativo por proximidad, se intentó e intenta sustituir por otros tres igualmente cerrados, construidos en los entornos gallego, vasco y catalán. Cada uno de ellos se presenta como incompatible con los demás porque la historia de la nación es una narración, o sustancia narrativa cerrada, con un comienzo, un medio y un fin, que es la consolidación del Estado-nación, y normalmente, además, suele estar concebida de una forma finalista o teleológica. Por eso, aunque muchas veces esas historias oculten, manipulen y deformen los hechos, son muy difíciles de refutar, porque mueven resortes emocionales, religiosos e ideológicos muy profundos.

      Es sobre esos paisajes en los que transcurre la acción histórica, que suele tener un protagonista: el pueblo alemán, francés, inglés, escocés, español… Y todos esos pueblos durante siglos o milenios luchan por mantener su identidad, contando con la ayuda de unos determinados medios, y de posibles aliados, y enfrentándose a rivales y enemigos: externos e internos, siendo estos los traidores de diferentes tipos.

      En nuestro recorrido nos vamos a encontrar con diferentes tipos de traiciones y traidores. Todos ellos tienen en común su falta de fidelidad a un pueblo, o a los valores e ideales de un reino, una religión o una nación. Los más evidentes son los traidores protagonistas de hechos de armas, como ocurre en las historias de Viriato, Sertorio, o de las ciudades de Sagunto y Numancia. Serán ellos héroes paradigmáticos y modelos que imitar y aparecerán hasta la saciedad en las grandes y pequeñas historias, en los manuales infantiles y en la literatura, la música y los grandes cuadros históricos del Romanticismo español, utilizados luego muchas veces como ilustraciones de los libros de historia.

      La traición y los traidores también se verán ilustrados en el caso de las luchas dentro de una casa real, como ocurre con la figura de don Carlos, y de modo casi paroxístico en Fernando VII, o bien dentro de una Corte, como en el caso de Antonio Pérez. Pero también en el caso de grandes movimientos sociales, como las Comunidades de Castilla, o las rebeliones sucesivas de los catalanes y el nacimiento de la identidad vasca y gallega.

      Hablaremos sobre cuestiones tan problemáticas y complejas como la nación y el nacionalismo, nos referiremos a la existencia de un «carácter nacional español» que se mantiene secularmente como depositario de las esencias patrias, y nos adentraremos, en definitiva, en el largo periodo que se extiende desde la Antigüedad hasta la época de Fernando VII. Como parece razonable, es posible que haya datos incompletos, temas que merecerían una mayor profundización o aspectos sobre determinadas cuestiones que quizá para un experto en la materia pudieran ser elementales. Si no lo hacemos no es porque consideremos que sea ocioso o irrelevante, sino porque de lo que se trata es de ofrecer una visión global de un determinado tema, como es el de la traición en la historiografía española.

      Concluiremos nuestro relato con el primer tercio del siglo XX, con excepción del apéndice sobre el nacionalismo gallego, porque ahí remata su Historia general Modesto Lafuente (Rafael Altamira lo hará en el siglo XIX). Y porque con el nacimiento del sistema parlamentario se reconoce,

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