La traición en la historia de España. Bruno Padín Portela
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Hemos llevado a cabo nuestro estudio, como decía Quintiliano, el gran tratadista de la retórica antigua, ad narradum, pues eso corresponde a la historia, y no ad explicandum, como corresponde a la filosofía. Por eso seguimos fielmente a nuestras fuentes y hablamos de los episodios y personas cuya importancia ellas destacan. Nuestros historiadores han explicado a la vez que narraban. No hubo en ellos grandes modelos políticos, jurídicos o filosóficos explícitos, aunque sí implícitos, sobre lo que fue la fidelidad al rey, el pueblo o la religión. Sus lectores también lo daban por sabido. Y fueron precisamente esos valores compartidos entre autores y lectores los que dieron credibilidad, reconocimiento y fuerza a esas historias de España, en las que durante siglos cientos de miles de personas tuvieron la sensación de que de te fabula narratur, de que allí se estaba hablando de ellos mismos y de su vida en el tiempo pasado, pero también en el presente y futuro, porque la historia de su país les ofrecía modelos y ejemplos que seguir.
¿Fue esa selección reiterativa y sistemática de tantos episodios de traición bélica, política, religiosa, ideológica y cultural la maldición que persiguió durante siglos a los españoles y los dejó marcados como un pueblo cainita? ¿O fue más bien el lema, que en el franquismo llegó a su caricatura con la secular conjura judeo-masónica y marxista, de quienes siempre quisieron apagar la luz de la libertad para asegurar mejor su dominio? En la historia yacerá la respuesta.
PLANTEAMIENTO METODOLÓGICO
Es bien sabido que el siglo XX fue el gran siglo de la Historia. Es en este siglo y en una región concreta, Europa, cuando y donde se constituirá este saber como ciencia, en gran medida gracias al cambio en la noción de documento. El documento histórico pasará de ser considerado entre aquellos objetos con cierto prestigio, o sagrados, a comprenderse como un objeto que, además de proporcionar un cierto signo de distinción, ofrecerá información y será independiente de aquellas personas o sujetos que lo produjeron.
Será también en el siglo XIX cuando surja el discurso histórico, producido, como señala José Carlos Bermejo, a partir de tres condiciones materiales que deben ser consideradas. En primer lugar, tendríamos el Estado liberal, sucesor y heredero del poder de la Iglesia, para el que la historia será un agente legitimador esencial. La segunda de las condiciones estaría conformada por dos factores, el etnocentrismo y el colonialismo, estrechamente vinculados al reparto del mundo que Europa protagonizará en el XIX. En último lugar situaríamos a la nación, ya que, para constituirse como tal, el discurso histórico será uno de los mecanismos principales, pues no debemos olvidar que buena parte de las naciones europeas dominantes escribieron sus historias en esta centuria[11].
Dentro de dicho discurso parece claro que el tema que nos ocupa se encontró fuertemente influenciado por el nacionalismo, aspecto que resulta central para entender la idea de «traición» dentro de la caracterización historiográfica decimonónica sobre los orígenes de al-Ándalus. José Álvarez Junco ha puesto de relieve cómo los ideólogos nacionalistas de los siglos XIX y XX exaltaron ya a los visigodos en tanto que creadores de una unidad política que llamaban «española», siendo la llegada musulmana decisiva para la construcción de la imagen nacional de España, por ejemplo desde un punto de vista sentimental, al añadir a la idea de la «pérdida de España» en el Guadalete un cierto cariz nostálgico[12]. A esto podemos sumar la relevancia del concepto de Reconquista, del que se deriva el origen de la imagen de al-Andalus como resultado de una conjunción de «traiciones»[13]. El nacionalismo español influyó, por tanto, en la caracterización de la conquista musulmana y, en general, de todo al-Andalus, ya que los hechos acaecidos en aquel año 711 pasaron a ser interpretados como una catástrofe nacional y los musulmanes fueron finalmente considerados como enemigos de la nación y opresores de los españoles, lo que ayudaría a legitimar la posterior expulsión[14].
Paralelamente al cambio de estatuto de la historia y a la aparición del discurso histórico que mencionábamos, veremos desarrollarse importantes debates historiográficos. El que tuvo como núcleo la discusión entre la historia como relato o la historia como ciencia estuvo muy presente en los tratados de metodología histórica, aunque, independientemente de la opción que el historiador escoja, parece claro que en la construcción de los textos historiográficos podemos distinguir dos niveles. El primero sería la investigación histórica, desarrollada a partir del estudio de las fuentes y en la que se utilizan todo tipo de metodologías de carácter científico, como la demografía, la sociología, la economía, etc. Los resultados obtenidos en este primer nivel se integrarían en una construcción global a la hora de desarrollar las síntesis históricas, tradicionalmente denominada «síntesis» pero que hoy es conocida normalmente como relato o metarrelato histórico.
Está fuera de toda duda que el relato histórico, como resultado del desarrollo de un entramado institucional muy complejo, es clave en la construcción de las historias nacionales. Por ejemplo, si seguimos el esquema propuesto por Kenneth Burke, la estructura sería la siguiente: acción (la vida de la nación), escenario (territorio nacional), protagonista (el pueblo sobre el que se desarrolla el relato nacional), antagonistas (aquellos que se oponen a la acción del sujeto narrativo, ya sean enemigos internos o externos) y fin del relato (construcción del Estado-nación y desarrollo de su vida en plenitud)[15].
Tendría Burke equivalentes en otros autores actuales, siendo Hayden White, autor de un libro clásico sobre el tema[16], el más conocido. Consideraba White que se podía analizar el discurso histórico en base a los presupuestos de la retórica, y para ello elaborará una teoría que aborda las concepciones historiográficas del siglo XIX. En cambio, el modelo de White, como ha expuesto Bermejo, no funcionará, puesto que es muy rígido y difícilmente aplicable a numerosos casos concretos, estando la teoría elaborada a un nivel muy restrictivo y desde un punto de vista formalista[17].
Trataremos, pues, de estudiar cómo son utilizados los enemigos internos en los tópicos propagandísticos de la enseñanza de la historia nacional y de la ideología política, aunque el método seguido en nuestra investigación se aproximará más al de Burke que al de White, ya que no consideramos que la narración de las historias nacionales sea enmarcable mecánicamente en los modelos de los géneros literarios que establecen la retórica y la teoría de la literatura.
[1] D. Woolf (ed.), The Oxford History of Historical Writing, 5 vols., Oxford, Oxford University Press, 2011-2012.
[2] L. Febvre, La Tierra y la evolución humana. Introducción geográfica a la historia, Barcelona, Cervantes, 1925.
[3] F. Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México, Fondo de Cultura Económica, 1953.
[4] F. Braudel, Civilización material y capitalismo, Barcelona, Labor, 1974.
[5] F. Braudel, La identidad de Francia, Barcelona, Gedisa, 1993.
[6] M. Ferro, Cómo se cuenta la historia a los niños en el mundo entero, México, Fondo de Cultura Económica, 1990.