Sobre la teoría de la historia y de la libertad. Theodor W. Adorno

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Sobre la teoría de la historia y de la libertad - Theodor W. Adorno

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supremo de razón como autoconservación absoluta –cualesquiera fueran los sufrimientos y los temibles chirridos de la maquinaria, cualesquiera fueran los sacrificios, diría Marx, en beneficio de las fuerzas productivas y de los medios de producción con los que pueda haber estado ligada–, ha sido con todo el medio a través del cual la humanidad se ha mantenido con vida y, entretanto, continúa aún manteniéndose con vida. Es la infinita debilidad de toda posición crítica (y, por ende, también de la mía, quisiera decirles) que Hegel, frente a una crítica tal, posee el argumento más fuerte simplemente por el hecho de que no existe otro mundo además de aquel en que vivimos; o porque, en todo caso, no sabemos nada fidedigno acerca de otro mundo, ni siquiera con pantallas de radar ni con aparatos de radio gigantescos podemos conocer algo fidedigno; de modo que solo se nos puede indicar: al fin y al cabo, todo lo que eres, lo que tienes, tú mismo, nosotros mismos se lo debemos a la infame totalidad, de la que no podemos negar, al mismo tiempo, que es lo infame y que es lo abominable. Creo que ustedes solo podrán entender correctamente el poder que hay en la construcción de la historia como un todo que se realiza si advierten que ella posee su momento de verdad, su momento de verdad casi irresistible, a la que siempre puede hacer referencia, en que, al margen de lo que pueda reprochársele en cuanto a insuficiencia de cara al destino individual, en cuanto a sufrimiento absurdo, en cuanto a crueldad, sin todo esto, no existiría simplemente la vida y, con esta, también la posibilidad de felicidad, e incluso simplemente la posibilidad de una constitución diferente del mundo. Y yo diría que si ustedes quieren entender, pues, la construcción de la historia en cuanto espíritu absoluto no solo como aquella ideología complementaria o justificadora como la que les he expuesto, creo, sin estetización alguna, que ustedes deben pensar muy insistentemente en aquel momento que acabo de mencionarles. Pero me gustaría decirles al menos unas palabras sobre esto la próxima vez.

      56 En el semestre de verano de 1957, Adorno dictó Introducción a la filosofía de la historia; además de las anotaciones manuscritas de Adorno para la lección (Vo 2305-2338) se ha conservado también la transcripción de un estenograma (Vo 1899-2069). Véase, sobre la lección del semestre de verano de 1957, también supra, p. 59, nota 18; p. 71, nota 30 y p. 107, nota 54 y passim.

      57 Cf. Theodor W. Adorno, Drei Studien zu Hegel. Aspekte, Erfahrungsgehalt, Skoteinos oder Wie zu lesen sei, Frankfurt, 1963; luego en GS 5, pp. 247 y ss.; en especial, pp. 355 y ss.

      58 Cf. también supra, p. 107 nota 54.

      59 Cf. GS 16, pp. 126 y ss. [edición en español: Escritos musicales I-III, trad. de Alfredo Brotons Muñoz, Madrid, Akal, 2006, pp. 129 y ss.].

      60 Cf. ante todo la VII de las tesis Sobre el concepto de historia, en la cual se plantea la pregunta de “con quién empatiza el historiador historicista. La respuesta resulta inevitable: con el vencedor. Y quienes dominan en cada caso son los herederos de todos aquellos que vencieron alguna vez. Por consiguiente, la empatía con el vencedor resulta en cada caso favorable para el dominador del momento. El materialista histórico tiene suficiente con esto. Todos aquellos que se hicieron de la victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima de aquellos que hoy yacen en el suelo. Y como ha sido siempre la costumbre, el botín de guerra es conducido también en el cortejo triunfal. Se los denomina bienes culturales” (Walter Benjamin, Sobre el concepto de historia. Tesis y fragmentos, prólogo de Michael Löwy y Daniel Bensaïd, trad. de Bolívar Echeverría, Buenos Aires, Piedras de Papel, 2007, p. 27).

      61 Así, en la introducción a las Lecciones sobre la filosofía de la historia universal: “Pues feliz se dice a aquel que se halla en armonía consigo mismo. Se puede tomar también la felicidad como punto de vista en la consideración de la historia; pero la historia no es el terreno para la felicidad. Las épocas de felicidad son en ella hojas vacías; pues son períodos de convergencia, de ausencia de antítesis” (ob. cit., p. 88; la traducción ha sido modificada). Para una crítica de las expresiones hostiles de Hegel a la felicidad, cf. GS 6, p. 346 [Dialéctica negativa, pp. 323 y s.].

      62 Cf. ante todo el capítulo sobre el concepto en la segunda parte de la Ciencia de la lógica; por ejemplo: “La determinación en la forma de la universalidad está vinculada con esta a formar algo simple; este universal determinado es la determinación que se refiere a sí misma, la determinación determinada o negatividad absoluta, puesta por sí. Pero la determinación que se refiere a sí misma es la individualidad. Como la universalidad ya en sí y por sí es de inmediato particularidad, de la misma manera la particularidad es de inmediato en sí y por sí también individualidad; la cual primeramente debe ser considerada como el tercer momento del concepto, puesto que se halla mantenida firme frente a los dos primeros momentos; pero tiene que ser considerada también como el absoluto retorno a sí del concepto y al mismo tiempo como la pérdida puesta del mismo concepto” (Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Ciencia de la lógica, trad. de Augusta Algranati y Rodolfo Mondolfo, Buenos Aires, Las Cuarenta, 2013, p. 768).

      63 Variación sobre la frase hecha “für sich den Rahm abschöpfen”: literalmente, “quedarse con la nata”; en sentido figurado, “llevarse la mejor parte” [N. del T.]

      64 Cf., en la Fenomenología del espíritu, la sección “La virtud y el curso del mundo” (Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Fenomenología del espíritu, trad. de Antonio Gómez Ramos, Madrid, Abada-Universidad Autónoma de Madrid, 2010, pp. 461 y ss.).

      65 Probablemente piensa Adorno en el pasaje que en 1949 le comentó a Horkheimer en una carta: “En un artículo encuentro un pasaje de Padres e hijos de Turguéniev que quizás le interese: Bassaroff explica ‘que a él la idea de un progreso le resulta intolerable; que dicha idea se funda en los terribles tormentos de las generaciones precedentes, que aún no podían tener noción alguna de que, en cierta medida, eran conejillos de Indias de la historia a partir de los cuales, en el futuro más lejano, a una generación quizás podría irle mejor’” (Max Horkheimer, Gesammelte Schriften, vol. 18: Briefwechsel 1949-1973, ed. de Gunzeln Schmid Noerr, Frankfurt, 1966, pp. 51 y ss., nota 4). En la edición [alemana] de la novela –aparecida por primera vez en 1862– (Iván Turguéniev, Gesammelte Werke in Einzelbänden, ed. de Klaus Dornacher, Berlín, 1985), el pasaje citado no aparece.

      66 Cf. la definición de derecho en Principios metafísicos del derecho: “El derecho es […] la quintaesencia de las condiciones bajo las cuales la arbitrariedad de uno puede ser reconciliada con la arbitrariedad de los otros de acuerdo con una ley universal de la libertad” (Immanuel Kant, Werke in sechs Bänden, ed. de Wilhelm Weischedel, vol. IV: Schriften zur Ethik und Religionsphilosophie, Darmstadt, 1956, p. 337). Cf. también NaS IV-10, p. 182.

      67 Cf. supra, p. 108, nota 55. Cf. también, en la introducción a Dialéctica negativa: “Según la situación histórica, la filosofía tiene su verdadero interés en aquello sobre lo que Hegel, de acuerdo con la tradición, proclamó su desinterés: en lo carente de concepto, singular y particular; en aquello que, desde Platón, se despachó como efímero e irrelevante y en lo que Hegel colgó la etiqueta de existencia perezosa” (GS 6, pp. 19 y ss. [p. 19]).

      68 Esto ocurre ante todo en la Crítica de la razón práctica, en la que Kant define el imperativo categórico, esta “ley fundamental” de la filosofía moral, como un “hecho de la razón”. Cf., por lo demás, la lección de Adorno sobre Problemas de la filosofía moral, de 1963, en la que se dice, sobre la intención de la filosofía moral kantiana, que “apunta, a través de la reducción al principio subjetivo puro de la propia razón, al mismo tiempo a salvar la objetividad absoluta e intangible de la ley moral, de modo que, en este sentido, puede decirse que el fundamento supremo de la moral, es decir, el imperativo categórico, en realidad no es otra cosa que la propia razón subjetiva como algo válido de manera

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