Dásele licencia y privilegio. Fernando Bouza

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Dásele licencia y privilegio - Fernando Bouza Los Caprichos

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de Alua

      ¶ Romances de los condes de carrión

      ¶ Romances de los ymfantes de Lara

      ¶ Relación de un hombre que [...] su alma

      ¶ Un caso sucedido en fresneda

      ¶ Cuentos entre un soldado y un gato

      ¶ Dos romances sobre la difunto pleteada

      ¶ 4 romances de don pedro de córdoua

      ¶ Un caso sucedido en almagro

      ¶ De una mujer que engaño a 3 demonios

      ¶ 4 romances de D. ladrón de guebara

      ¶ Testamento de la zorra

      ¶ Trabaxos del gallo

      ¶ Murmuración de mujeres

      ¶ Enimas de preguntas y respuestas[62].

      Mezclar comedias y coplas es bastante frecuente en los memoriales relativos a esta literatura popular impresa, como sucede en la petición que Domingo de la Iglesia hizo, en 1619, para imprimir conjuntamente Catorce romances a la Pasión, una Danza de galanes, la Historia de Flores y Blancaflor, tres entremeses con algunas loas y, entre otras muchas piezas, la comedia de La noche toledana. Para censurar tan sabrosa colección preparada por el impresor conquense fue elegido Luis Vélez de Guevara[63]. Cuatro décadas más tarde, en 1658, Francisco García Fernández tramitaba el expediente para ofrecer otro selecto surtido de coplas y comedias que pensaba imprimir Mateo Fernández, con piezas como el Romance de servía en Orán al rey glosado o Dos obras graciosas para reír, el testamento de la zorra y llanto de sus parientes, junto a La creación del mundo y primera culpa del hombre de Lope, El garrote más bien dado de Calderón o El divino nazareno Sansón de Pérez de Montalbán[64].

      Caso especial es el de las peticiones hechas para que una misma obra se pueda imprimir en latín y en castellano, pues el proceso de aprobación era único. En 1620, fray Luis de Miranda obtuvo licencia a un tiempo para las versiones latina y romance de un tratado suyo sobre la Inmaculada Concepción[65]. Tres años más tarde, el noble polaco Maciej Tytlewski hizo lo propio con su Relación diaria de las guerras tenidas entre polacos y turcos por los años 1620 y 1621 y su Narratio de praeliis gestis inter Polonum, et Turcam, ambas dedicadas al infante Carlos de Austria y publicadas en Madrid en 1623 al amparo de la misma licencia y privilegio[66].

      Sin importar para cuántas o qué clase de piezas, las peticiones abogan a favor de la licencia solicitada para una obra en atención a los beneficios que redundarán de su impresión, así como el trabajo que ha sido preciso realizar en su composición. En la petición de El ingenioso hidalgo de la Mancha, se encarecía el «mucho estudio y trabajo quen conponer el dicho libro e gastado y ser de letura apacible, curiosa y de grande ingenio». Un año antes, en 1603, del Viaje entretenido de Agustín de Rojas se decía que «es muy curioso y se puede sacar dél muchos avisos y doctrina en que la República será aprovechada y e puesto en él mucho trabajo»[67].

      En 1613, Lope de Vega aseguraba, al pedir licencia para sus Rimas sacras, que se seguiría un gran provecho de su impresión «en este tiempo en que se cantan y escriven cosas tan profanas», añadiendo que, en caso de obtener lo solicitado, «V. Alteza me animará a proseguir esta materia»[68]. Y, por su parte, ocho años más tarde, Tirso de Molina abonaba el memorial sobre sus Cigarrales de Toledo diciendo que en esta obra «e puesto mucho cuidado y trabajo, el qual es compostura muy honesta y provechosa»[69].

      En otros casos, las peticiones esgrimen los méritos de una obra anterior del mismo autor como argumento irrebatible a fa-vor de la concesión de una nueva licencia. Por ejemplo, en 1621, Nicolás de Ávila, cura del Olivar, abogaba por los permisos para imprimir un Psalterio de diez cuerdas y música espiritual alegando que «fue muy provechosa la Suma que yo saqué de los diez mandamientos y maremágnum del segundo y puse por remedio para desterrar de la república el abuso de los juramentos, ansí espero en Nuestro Señor lo será éste para la devoción de los que le leyeran y dél se aprovechen»[70].

      Entre los méritos de obras anteriores también cabía recordar que habían obtenido una buena acogida general entre los lectores, como hace Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, en 1619, a propósito de su Segunda parte del caballero puntual, obra escrita, según su autor, porque la primera parte «con mucha aprovación ha corrido por los reynos de hespaña, Ytalia y las Indias»[71]. Incluso, en el caso de la prorrogación de los privilegios que Juan Gutiérrez poseía para sus Repetitiones y sus Consilia, el jurisconsulto pidió, en 1602, que se le permitiese imprimir las dos obras juntas en un solo cuerpo, «pues son de una misma materia», asegurándose que, así, «serán de precio más acomodado y de más utilidad y provecho a quien los comprare»[72].

      Además del trabajo y mérito propios, las peticiones suelen insistir en que de la impresión de las obras que presentan se seguirá utilidad, provecho, gusto, enseñanza, aprovechamiento general, destierro de ignorancias o abusos. En ocasiones, los autores fuerzan un poco el sentido que cabría atribuir a sus obras para encaminarlas hacia la utilidad de una forma que no deja de ser indisimulada. Un ejemplo de esto es el memorial que Juan Agudo de Vallejo presentó en 1622 para una Fingida Amaranta:

      MPS

      Don Joan Agudo de Vallejo y Cortés, vecino de Madrid, digo que yo e compuesto un libro yntitulado la fingida Amaranta y sus subscessos exemplares, que, aunque es deste género, a de ser de ymportancia y fructo para encargar el cuidado que deben tener los padres y madres de sus hijos e hijas, en el qual e puesto mucho estudio y trabajo. Suplico a V.A. se sirba mandarme dar licencia para ymprimirlo hechas las diligencias que la real pregmática dispone y por tiempo de veinte años de pribilegio o por lo que V.A. fuese servido y para ello &c. Don Joan Agudo de Vallejo y Cortés [rubricado][73].

      Para géneros no tan comprometidos, los autores insistían de forma menos forzada en su utilidad. Como exponía Ágreda y Valdés en el memorial sobre su traducción de la Civil conversatione de Guazzo, porque el libro será «útil para todos los estados por su erudizión, moralidad y documentos»[74], cuando no «será de provecho a las personas que traten de gobierno», como quería Mateo López Bravo para justificar la necesidad de imprimir su De rege et regendi ratione de 1616[75], o, porque «ay muy gran falta […] pues es muy útil para las repúblicas» que decía Domingo González a propósito de la edición madrileña de la Curia filípica de Hevia Bolaños que este mercader de libros sufragó en 1619[76].

      De lo particular a lo general, se asegura que las obras para las que se pide franquear su camino hacia la imprenta redundarán en un incremento del servicio a Dios y al Rey. Así, colaborar en el mantenimiento de la reputación de la Monarquía se encuentra, por ejemplo, entre los beneficios de la impresión de una Relación de dos presas que hicieron las galeras de Cataluña que, en 1611, solicitaba Gonzalo de Ribadeneira. Dar a conocer las hazañas de las cervantinas Capitana y Patrona, en

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