Los Obsidianos. Морган Райс
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Los Obsidianos - Морган Райс страница 12
—Me alegro de que estéis tan contentos con el sitio al que hemos ido a parar. Yo estoy contento de que no estemos muertos.
—Entonces, el portal nos llevó a la Italia del siglo dieciséis —dijo Hazel, que todavía parecía impresionada a pesar de su intento por volver al trabajo—. ¿Por qué iba a estar la cura para Ester precisamente aquí?
Al mencionar el nombre de Ester, a Oliver le dio un vuelco el estómago. No había tiempo para quedarse embelesado con el entorno, para sorprenderse por haber llegado a la Italia del siglo dieciséis, pues cada segundo que pasaba era un segundo desperdiciado.
—Tenemos que averiguar dónde vamos a ir ahora —dijo apresuradamente.
Oliver sacó su brújula. Pero, para su sorpresa, mientras la manecilla de oro principal señalaba a un vial -que seguramente representaba la medicina- todas las demás manecillas más pequeñas señalaban al mismo símbolo. No les daba ninguna otra pista.
Oliver dejó caer los hombros. Se sentía derrotado.
—Es… Esto no funciona —tartamudeó, con gesto de impotencia.
—¿Y ahora qué? ¡Estaban en Roma durante el Renacimiento sin tener ni idea de adónde ir o qué hacer a continuación! Cada momento que estaban allí vacilando era otro momento en el que Ester iba hacia la muerte.
—Ehhh… Oliver… —dijo David con voz de alarma.
Oliver apartó la mirada de su brújula inútil. Para su sorpresa, un niño venía corriendo hacia ellos. Parecía desesperadamente preocupado.
Oliver sintió que el terror crecía en su interior. ¿Quién era el chico y por qué se dirigía hacia ellos de esa manera, con una mirada de pura ansiedad?
Llegó corriendo hasta ellos y empezó a hablar en italiano de manera urgente y rápida. Oliver miró a Oliver y Hazel, que parecían igual de perdidos que lo que estaba él, con gesto de impotencia.
David tomó la iniciativa. Dio un paso adelante y asentía mientras el chico hablaba.
Cuando el chico de piel tostada por fin terminó, David miró por encima del hombro a Oliver.
—Es un vidente —dijo.
Oliver arrugó las cejas.
—¿Un vidente? ¿Cómo nos encontró?
—Dice que cuando activamos el portal, este mandó una luz de alarma a su escuela. Dice que debemos seguirle. Estar aquí es demasiado peligroso.
—Pero ¿por qué? —preguntó Hazel—. ¿Qué tiene de peligroso estar inocentemente en las calles?
—Quieres decir aparte del ganado que deambula y de los mendigos —bromeó Walter.
David le tradujo su pregunta al chico. Este negó con la cabeza, parecía estar cada vez más exasperado. Hablaba de un modo rápido y exagerado, moviendo los brazos de forma melodramática.
—¿Y bien? —preguntó Oliver, cada vez más nervioso a cada segundo que pasaba.
—La luz —dijo David con la voz entrecortada, transmitiendo el mensaje a los demás. Clavó su mirada en Oliver, cuya expresión ahora era de profunda preocupación—. No solo manda una señal de alarma a la escuela. Todos los videntes pueden captarla.
Hazel soltó un grito ahogado.
—Te refieres a…
—Los canallas —terminó David por ella—. Les hemos mandado una señal de que estamos aquí.
Oliver sintió que el calor desaparecía de su cara. Por fin entendía por qué el chico vidente italiano estaba tan frenético. ¡Prácticamente, habían mandado una señal para que viniera cualquier vidente canalla a complicar la historia!
—¡Rápido! —les dijo Oliver a sus amigos—. Salgamos de aquí.
Hazel le cogió del brazo.
—¿Estás seguro de que podemos fiarnos de este chico?
—Se arriesgó mucho solo para venir a buscarnos aquí —dijo Walter.
Pero Oliver no estaba tan seguro.
—David, ¿puedes preguntarle más sobre él? ¿Y enterarte de si existe alguna manera de probar lo que nos está diciendo? —preguntó.
David giró la vista hacia el chico y le preguntó algo en italiano.
—Se llama Gianni —les transmitió a los demás—. Dice que puede demostrar que es de confianza.
El chico, Gianni, dio un paso adelante y se sacó una llave de bronce del bolsillo. Se la pasó a Oliver y la apretó contra su mano.
Preguntándose por qué parecía que Gianni quería que la tuviera él, Oliver cogió la llave, con el ceño fruncido y la giró en sus manos. Entonces lo comprendió.
En la parte de atrás había un símbolo conocido. Un anillo con tres ojos separados uniformemente. El símbolo de la Escuela de Videntes.
Oliver sintió que se formaba una sonrisa en sus labios. Aquel símbolo le hacía sentir como en casa.
Se lo mostró a los demás. Walter asintió, satisfecho, pero Hazel cruzó los brazos.
—Todavía no lo sé —dijo.
Su escepticismo le recordaba a Oliver cómo él se había sentido respecto a David. Pero David había demostrado su valía en el portal y ahora confiaba plenamente en David. Su guardaespaldas no los conduciría al peligro.
—Si David dice que podemos fiarnos de Gianni, entonces creo que podemos confiar en él —le dijo.
Una mirada de orgullo apareció en la cara de David.
—Te lo prometo, Hazel. Gianni es exactamente quien dice ser. Un vidente. Un amigo al que han mandado a buscarnos.
Hazel se mordió el labio como si reflexionara. Pero, finalmente, asintió.
—Supongo que, estadísticamente hablando, es más probable que nos pillen los videntes canallas si nos quedamos aquí que si vamos con él. Contad conmigo.
Walter giró los ojos.
—¡Confiemos en la decisión que ha tomado Hazel basada en estadísticas!
Guiados por Gianni, el chico vidente de la era del Renacimiento en Roma, los amigos empezaron a correr.
CAPÍTULO SEIS
La Señorita Obsidiana estaba sentada en su despacho, mirando fijamente el cuenco de las visiones. Lo había estado vigilando de cerca casi de manera constante, ignorando todas las señales de fatiga que había en su interior que le pedían que durmiera, todas las señales de hambre que le decían que comiera. Nada era más importante para ella que encontrar a Oliver Blue