Los Obsidianos. Морган Райс
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Al hacerlo, se dio cuenta de que el ambiente alrededor de sus manos empezaba a cambiar. Empezó a resplandecer.
—Funciona… —tartamudeó Chris.
Alzó la mirada hacia el Coronel Caín. Aunque la capucha del hombre hacía sombra en su rostro, Chris podía ver por sus ojos que ahora sonreía diabólicamente.
Chris sintió que su corazón empezaba a golpearle el pecho.
—Lo estoy haciendo —dijo, sintiendo una ola de victoria.
—Ahora, suelta —ordenó el coronel.
Chris dejó caer las manos. En el lugar donde sus manos habían coincidido con el tejido de la dimensión, ahora había dos agujeros chamuscados.
—Impresionante —murmuró Chris.
—Así es cómo tienes acceso al espacio entre el tiempo —dijo el coronel—. El vacío. El reino donde reside el ejército oscuro —Alargó los brazos hacia delante y, apretando, juntó de nuevo las partes chamuscadas del cielo—. ¿Ves lo valioso que es el poder que hay en tu interior?
Chris asintió.
—Sí.
—Bien. Entonces corre.
Chris sintió un tirón en el pecho.
—¿Correr? ¿Otra vez?
El momento de amabilidad del Coronel Caín se esfumó. Su voz se volvió fría y dura de nuevo.
—He dicho que corras.
Chris no iba a discutir. Volvió a disparársele el corazón, para hacer aún otra vuelta al campo.
Esta vez, cuando alzó la vista hacia la ventana de los dormitorios, vio que Malcolm ahora no estaba.
Al girar y avistar la silueta del Coronel Caín a lo lejos, Chris se percató de que su mentor ya no estaba solo. Había una segunda silueta a su lado. Alguien más pequeño. Un estudiante, se percató Chris.
Al acercarse aún más, se dio cuenta. Malcolm, que había estado observando a Chris entrenando, ahora había bajado a los campos de juego.
Chris tensó la barbilla. No quería que Malcolm interactuara con el Coronel Caín. ¡El coronel era su mentor!
Aceleró aún más el paso, hasta que el dolor de su costado parecía la hoja de un cuchillo. Le dolían los pulmones pero se forzaba a avanzar más y más y más.
Por fin, llegó donde estaba el coronel con un gran estruendo, disparando barro hacia las piernas del pantalón de Malcolm.
El Coronel Caín parecía sorprendido. Paró su cronómetro.
—Esta ha sido tu vuelta más rápida, Christopher —dijo, con la mínima expresión de orgullo en su voz. Miró a Malcolm y, de nuevo, a Chris—. Imagino que un poco de competición es buena para ti.
Chris respiró muy profundamente, los pulmones le dolieron al hacerlo.
—¿Competición? —balbuceó—. ¿Qué quiere decir?
Pero estaba claro que el Coronel Caín había tenido una idea.
—Malcolm me estaba hablando de vuestra última misión. Se ha ofrecido voluntario para ir contigo a la próxima. Iba a decirle que no. Pero ahora que he visto lo rápido que puedes ser para derrotar a un contrincante, he decidido mandarlo a él también.
—¡No! —gritó Chris. Lo último que quería era que Malcolm le robara su prestigio, le quitara el protagonismo—. Yo soy el único en el que la Señorita Obsidiana confía para esto. Malcolm ya ha fracasado. Me toca liderar a mí.
Pero el coronel no estaba escuchando. Había ido hacia un lateral del campo donde había dispuesto equipamiento de pelea y guantes de boxeo. Cogió un par de guantes rojos.
—Toma —dijo, ofreciéndoselos a Chris. Le pasó otro par a Malcolm—. Veamos cómo os batís en duelo.
Chris no podía creerlo. ¡Se suponía que este era su momento para brillar! Ahora Malcolm se había abierto camino a empujones. La rata estúpida había sido la mitad del problema en la última misión. ¡Llevárselo a esta era una idea horrible! Tendría que dejarlo inconsciente y causarle una conmoción tan grande que no hubiera modo de que pudiera venir.
Fulminando con la mirada a Malcolm, se fijó los guantes. La fría lluvia caía con fuerza pero él ya no la sentía. Toda su atención estaba en Malcolm. En darle una buena paliza.
Malcolm se puso los guantes y chocó sus puños de una forma amenazadora. Hizo su horrible sonrisa de comadreja. Chris estrechó aún más los ojos.
—El último que quede de pie —anunció el Coronel Caín—. ¡Vamos!
Malcolm no perdió el tiempo. Fue a toda velocidad hacia Chris como si hubiera estado esperando esta oportunidad toda su vida.
Chris adoptó su posición de defensa. Podía utilizar el arrebato de Malcolm contra él. El chico estaba lleno de rabia, no pensaba. Lo único que tenía que hacer Chris era agotarlo antes de darle un golpe certero.
Malcolm lanzó un puñetazo. Chris alzó los brazos y lo bloqueó fácilmente. Este había sido un primer intento chapucero.
Malcolm lo intentó de nuevo, probando con un gancho de izquierda. Pero Chris ya lo había previsto. Lo volvió a parar. Esta vez, contraatacó con un golpe en el lado descubierto de Malcolm.
—¡Uff! —susurró Malcolm mientras se tambaleaba.
El barro era resbaladizo y tropezó. Chris se dio cuenta enseguida de que allí tenía una oportunidad. Había estado entrenando durante horas sobre el barro resbaladizo y se mantenía más estable de pie, pero Malcolm no y apenas podía mantenerse.
Chris sabía que debía aprovechar este momento en el que Malcolm había bajado su defensa.
Dio dos grandes pasos hacia delante y se concentró en el hombro descubierto de Malcolm y, a continuación, puso todo el peso de su cuerpo en estrellar su puño derecho contra él.
Pero Malcolm de repente se irguió y se agachó en el último instante. En lugar de darle una paliza en el hombro, la mano de Chris pasó rápidamente por delante de él, llevándose todo el cuerpo con ella.
Se tambaleó. Había cometido un gran error. Un error de cálculo.
Un fuerte golpe repentino le impactó detrás de la oreja derecha. El dolor creció rápidamente hacia la mandíbula, el cuello y la mejilla. Las orejas empezaron a zumbarle.
Desorientado, Chris dio una vuelta, intentando echarle el ojo a Malcolm. Pero Malcolm debía de haberse puesto a