Los Obsidianos. Морган Райс
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Mientras Edmund estaba allí echando humo, Oliver se dio cuenta de que tenía las manos apretadas en puños. Sabía que Edmund también quería a Ester. Debía de haber sido más fácil para él culpar a alguien de su problema, especialmente si ese alguien era Oliver, a quien ya odiaba.
—No le creo —replicó Edmund—. Ella estaba bien antes de ir a esa misión con Oliver. Ahora está así —Dejó caer el brazo hacia donde Ester yacía muy quieta, con los ojos cerrados—. ¿Y aún confía en Oliver para que le salve la vida?
Su mirada mostraba rabia.
Oliver casi no podía creer que Edmund estuviera hablando al Profesor Amatista de ese modo. Era su venerado profesor, ¡y Edmund estaba discutiendo con él como un niño con sus padres!
Pero lo que era aún más sorprendente era que el Profesor Amatista se lo permitiera. Cualquier otro estudiante, en cualquier otra circunstancia, seguramente sería castigado por comportarse de una manera tan brusca y enfadada. Esto solo sirvió para que Oliver tomara conciencia de lo excepcionalmente desesperada que era la situación de Ester ahora mismo.
El Profesor Amatista observó a Edmund con calma.
—El corazón de Oliver es puro —explicó—. Sus sentimientos hacia Ester son puros. Los tuyos, me temo, Edmund, no lo son.
Edmund se sonrojó.
—¿Cómo se atreve a decir eso? ¡Yo también la quiero! ¡La quería mucho antes de que él pusiera un pie en la escuela! Yo podría hacer esta misión tan bien como Oliver. Mejor, incluso.
Pero el director simplemente dijo que no con la cabeza.
—Lo siento, pero eso no es verdad. Solo hay una persona que tiene posibilidades de lograrlo. Y ese es Oliver.
Edmund se quedó quieto durante un instante más, mirando con furia del director a Oliver. Después dio un golpe fuerte con el pie y salió hecho una furia, empujando a Oliver con el hombro al pasar. El ruido de gemidos ahogados llenó el ala del hospital mientras él se iba a toda prisa.
Oliver observaba cómo se iba. No podía evitar sentir lástima por Edmund. Él también estaría hecho polvo si Ester no hubiera correspondido a su cariño.
Sin Edmund allí, Oliver dirigió su atención al cuerpo dormido de Ester. Se acuclilló a su lado y le cogió la mano. Tenía la piel fría, como si no fuera capaz de producir suficiente calor corporal. La apretó.
Para sorpresa de Oliver, notó que ella también lo apretaba. Oliver aguantó la respiración. ¡Estaba despertando!
En ese momento, los párpados de Ester empezaron a temblar. Un pequeño gemido escapó de su garganta.
—Estoy aquí —murmuró Oliver—. ¿Ester?
Oliver podía ver que sus ojos se estaban moviendo bajo los párpados. Era evidente que se estaba esforzando por abrirlos.
Después, por fin, como si le costara un gran esfuerzo, abrió los párpados y Oliver se quedó mirando fijamente sus hermosos ojos color verde esmeralda.
Ella lo observaba en silencio. La más pequeña de las sonrisas tiró de las esquinas de sus labios. A continuación, con un suspiro, sus párpados cayeron de nuevo. Se había vuelto a quedar dormida.
—No te decepcionaré, Ester —susurró Oliver, sintiendo que su voz hacía gallos por la emoción—. No dejaré que te mueras.
CAPÍTULO DOS
Christopher Blue estaba sentado empapado y temblando en el despacho de paredes negras de la Señorita Obsidiana. Su pelo rubio oscuro colgaba de su cabeza en unos tirabuzones mojados. Había traído con él el mal olor del Río Támesis y toda la habitación apestaba por ello.
Todos los demás Obsidianos estaban sentados alrededor de la mesa con gesto abatido, los brazos cruzados y fulminándolo con la mirada. La mirada de Malcolm Malice era la mirada más irascible de todas, el tipo de mirada que podía convertirte en piedra.
Era obvio que Malcolm culpaba a Chris de su fracaso en el año 1690.
Con una dolorosa puñalada de frustración, Chris recordó el momento en el que casi había matado a Oliver a orillas del Río Támesis. ¡Tenía la mano alrededor de su tobillo y lo único que tenía que hacer era arrastrarlo a las profundidades del agua! Pero de algún modo su hermano había logrado escapar de su agarre y deslizarse a través del portal.
La puerta se abrió de golpe, arrancando a Chris de sus reflexiones. La Señorita Obsidiana entró tranquilamente, con su negra capa alzada tras ella.
Chris la observaba con cauteloso recelo mientras se dejaba caer en su asiento pesadamente y echaba un vistazo a cada par de ojos con una mirada penetrante. La tensión en la habitación aumentaba con cada segundo de silencio.
Finalmente, habló:
—Me habéis decepcionado.
Recorrió a Chris con la mirada. Él se sentó más recto, más erguido y hundió las mejillas. Se preparó para su reprimenda.
Pero, ante su sorpresa, pasó de largo de él y se concentró en su lugar en Malcolm.
—Tú más que nadie, Malcolm Malice —Su tono era frío como el hielo.
—¿Yo? —exclamó Malcolm. Lanzó un brazo hacia Chris—. ¡Fue él el que dejó que Oliver escapara con la Esfera de Kandra! Si hay que culpar a alguien, es a él. Él era nuestro líder.
—Se suponía que tú tenías que dirigir —replicó la Señorita Obsidiana.
—Usted dijo que debía dirigir el más fuerte —protestó Malcolm.
La Señorita Obsidiana dio un golpe fuerte con las manos sobre la mesa para callarlo.
—¡Tú deberías de haber sido el más fuerte, Malcolm! ¡Tú! ¡Un vidente preparado! ¡A Christopher le acabábamos de infundir sus poderes, sin embargo, tan solo después de unas horas, su fuerza superó a la tuya!
Chris sintió que el pecho se le hinchaba con orgullo. Siempre había sospechado que era especial. La cara de vergüenza en el rostro de Malcolm era algo que valoraría para siempre.
Pero, de golpe, la Señorita Obsidiana dirigió su mirada hacia él.
—Ya puedes borrar esa sonrisita de tu cara, Christopher Blue —gritó—. A ti te tengo guardado más.
Chris notó que su pulso llegaba a su punto máximo por la ansiedad. Rápidamente cambió su gesto hacia una expresión neutra.
—Sí, señora —gimió, su mente dando vueltas a todos los posibles castigos que ella iba a infligir con toda seguridad.