Historia secreta mapuche 2. Pedro Cayuqueo

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Historia secreta mapuche 2 - Pedro Cayuqueo

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que era aliado de Orélie. Fue puesto en libertad al poco tiempo, “sin saberse qué rumbo tomó”. Respecto a Pertuiset, fue a recalar a Magallanes, donde lo conoció el capitán de Artillería de Marina Ramón Vidaurre, de guarnición en ese puesto, y a quien manifestó que era teniente coronel del ejército francés.

      Décadas más tarde, cuando Vidaurre debió expatriarse en París después de la revolución de 1891, lo encontró en dicha ciudad llevando una vida holgada y gozando de una privilegiada posición social. Ello hizo presumir al militar chileno que “no podía ser un vulgar aventurero y por ende alguna misión especial lo llevó a Chile”.

      Otro antecedente lo entrega el testimonio tal vez inobjetable de Abdón Cifuentes, destacado político conservador y docente chileno del siglo XIX, y uno de los fundadores de la Pontificia Universidad Católica.

      Cuenta en sus memorias que mientras ejercía como oficial mayor del Ministerio del Interior, encargado de las relaciones exteriores del gobierno de José Joaquín Pérez, el propio secretario del Consejo de Estado de Napoleón III le confidenció en París, en mayo de 1870, que “el emperador había estado dispuesto a prestarle su apoyo (a Orélie)... que en el Consejo se había discutido la necesidad de apoyar las reclamaciones de Orélie”.

      Un último dato respecto de Francia y sus colonias.

      Nueva Caledonia, isla en medio del Pacífico, fue anexada por Francia en 1853, misma década en que Orélie Antoine arribó por primera vez a Wallmapu. Desde entonces la población indígena local, los kanak, han gozado de un estatus único que los sitúa entre un país independiente y un departamento de ultramar en el seno de la República Francesa.

      Por si no bastara, en noviembre de 2018 sus habitantes votaron un inédito referendo de independencia. Y si bien el 59% votó en contra, la plena libertad de sus habitantes pareciera ser solo cosa de tiempo.

      “Lamngen Pedro, ¿qué habría pasado si Chile y Argentina nos hubieran dejado ser?”, me preguntó hace unos años la cantante Beatriz Pichimalen mientras grabábamos en Santiago el programa Kulmapu de CNN Chile.

      “Hablaríamos probablemente francés y mapuzugun, nuestros jóvenes estudiarían en universidades de París y pronto estaríamos votando nuestra independencia en un plebiscito”, fue —medio en broma, medio en serio— mi respuesta, en clara alusión a los kanak. ¿Cómo sería Wallmapu si ambas repúblicas sudamericanas nos hubieran dejado ser? Nunca lo sabremos en verdad.

      Lo que sí sabemos es cómo era el país de nuestros ancestros antes de la invasión winka. Lo retratamos en el tomo I, siguiendo las memorias de dos insignes viajeros, el alemán Paul Treutler y el norteamericano Edmond Reuel Smith, quienes lo recorrieron en su lado oeste entre los años 1853 y 1859.

      Pero hay un tercer viajero que logró internarse en el territorio mapuche trasandino, al sur de la actual provincia de Córdoba, Aconteció en abril del año 1870 y su protagonista fue un militar, jefe de frontera, que nos legó para la posteridad un relato extraordinario.

      Los invito en las páginas siguientes a viajar junto al coronel Lucio Mansilla al mítico país de los ranqueles.

– LUCIO MANSILLA –

      Lucio Victorio Mansilla es un personaje fascinante por donde se lo mire. Fue periodista, militar, diplomático y por lejos uno de los escritores argentinos más destacados del siglo XIX.

      Nació en Buenos Aires en 1831. Fue sobrino de Juan Manuel de Rosas. Su madre, Agustina Ortiz de Rosas, reputada la dama más hermosa de Buenos Aires, era hermana del caudillo. Su padre, Lucio Norberto Mansilla, fue oficial de José de San Martín y héroe de la batalla de Vuelta de Obligado contra la escuadra anglo-francesa en 1845.

      Hijo de una familia de gran fortuna, creció entre sirvientes, pero ello no le impidió comprometerse con las ideas de vanguardia de su tiempo. Se cuenta que a los diecinueve años fue sorprendido por su padre leyendo El contrato social de Jean-Jacques Rousseau. De inmediato lo envió de viaje, a la India. Sería la primera de sus numerosas aventuras.

      Culto, apuesto, un verdadero dandy de la época, recorrió medio mundo tras aquel particular castigo familiar.

      En pocos años paseó por toda Europa, escaló cumbres en el Himalaya, cruzó el mar Rojo de Adén a Suez, recorrió Egipto en camello, subió la pirámide de Keops acompañado de beduinos e incluso llegó hasta Constantinopla. Allí, en el mercado de mujeres esclavas, compró una bella joven a quien —como corresponde a un gentleman de club— concedió su libertad.

      Tras vivir algunos años en París con su padre, donde se codeó con el mismísimo Luis Napoleón, que los invitó a las Tullerías, Mansilla regresó a los veintiún años a Buenos Aires. Allí comienzan las hazañas que le dan notoriedad pública.

      Ejerció de periodista en Santa Fe y emprendió diversos negocios. También publicó sus primeros libros de viajes y un par de obras de dramaturgia de relativo éxito en la escena artística. Además, como todo hijo de la alta sociedad porteña, ingresó al Ejército de Línea para obtener un grado militar.

      En la guerra del Paraguay destacó por su valentía y por sus escritos como corresponsal del diario La Tribuna. Simpatizante político de Domingo Sarmiento, trabajó incansablemente por la candidatura de este para presidente de Argentina.

      Tras su triunfo Mansilla aspiraba ser nombrado ministro. Sin embargo, fue enviado por el mandatario a un destino mucho menos glamoroso: la sede de la subcomandancia de la Frontera Sur, en Río Cuarto.

      Allí conocería a los “ranqueles” (de rankülche, la gente del carrizo). Bajo esa denominación eran conocidas las parcialidades “araucanas” que habitaban al sur del río Quinto en las actuales provincias de Córdoba y La Pampa, en ese entonces parte del Wallmapu libre y soberano.

      Mansilla, un culto militar de veintinueve años, aprende a convivir con ellos y sobre todo a respetarlos. Como buen hombre de mundo se adapta incluso a sus protocolos culturales: habla con los mapuche, estudia su lengua, toma parte en las ceremonias, come con ellos.

      De manera muy astuta, apadrina además a hijos de lonkos y se hace de importantes amigos entre las parcialidades que a menudo visitan la Frontera para comerciar productos o parlamentar con las autoridades.

      Es entonces cuando planea una excursión diplomática para visitarlos en sus extensos dominios en la llamada Tierra Adentro, en la actual provincia argentina de La Pampa.

      El objetivo oficial de su viaje era llegar hasta Leubucó, a las tolderías del ñizol lonko Mariano Rosas y su hermano, el bravo Epumer, para ratificar negociaciones de paz y facilitar un futuro trazado del ferrocarril. El objetivo no oficial era, sin embargo, conocer un territorio y una cultura que lo intrigaban.

      “Hacía ya mucho tiempo que yo rumiaba el pensamiento de ir a Tierra Adentro. El trato con los indios que iban y venían al río Cuarto había despertado en mí una indecible curiosidad”, escribe el militar en su diario.

      La excursión se organiza en Fuerte Sarmiento, a orillas del río Quinto. Desde allí el militar argentino planea seguir el camino o rastrillada que por la laguna El Cuero conduce rumbo sur a las tolderías situadas a trescientos kilómetros.

      Distante ciento treinta kilómetros al sur de la actual ciudad de Río Cuarto, Fuerte Sarmiento era

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