Contrapunteos diaspóricos. Agustín Laó-Montes

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Contrapunteos diaspóricos - Agustín Laó-Montes

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conllevan a construir categorías históricas22 en el contexto de la totalidad. En diálogo con Jolif y Sartre, Dussel concluye que pensar dialécticamente es pensar procesualmente, “porque la totalidad no puede jamás llevarse a cabo […] el pensar dialéctico debe fundarse sobre una historia perpetuamente abierta, un proceso siempre en curso”23. Esta totalidad abierta, diferenciada, a la vez producto y proceso, contingente debido a la praxis humana, tiene una larga historia en el marxismo y más allá24.

      Consideramos al contrapunteo como un método dialéctico y dialógico que investiga y explora contradicciones y matices en los escenarios históricos, articulando causalidad con contingencia, y agencia con estructura. La metodología contrapuntal se puede entender como una estrategia de implementar el método progresivo-regresivo del marxismo, asumiendo las partes como elementos particulares y relacionados, que se articulan de manera compleja en una totalidad contradictoria25. Esta totalidad histórica la conceptualizamos como archipiélagos, ensamblajes, constelaciones, o montajes, formaciones heterogéneas y discontinuas de sujetos, clases, géneros, comunidades, pueblos, países, regiones, diásporas, etcétera, que configuran procesos históricos y espacios translocales, cuyas relaciones interpretamos y representamos como contrapuntos26.

      Configurando esta clave, en su obra maestra de análisis musical titulada Contrapunto, Alfredo Díez Nieto argumenta que el contrapunto se caracteriza por tres factores principales: 1) construcción lógica de la melodía, 2) sentido armónico, y 3) independencia de las partes, sentando las bases en teoría musical para nuestro argumento sobre el método contrapuntal.

      En clave, en su introducción a la más reciente edición en inglés de Contrapunteo Cubano, Fernando Coronil caracteriza a Marx como “un autor contrapuntal más antiguo”, a quien parafrasea para aconsejar leer el libro “no solo como deseamos, pero bajo circunstancias que no escogimos”27.

      La relación no explícita y quizá no intencional entre Ortiz y Marx se revela en que el método de Ortiz se puede describir como una especie de dialéctica histórica en la que se va construyendo una representación de la totalidad a través de un examen progresivo y la narración de un complejo entrelace de actores, relaciones, y procesos de poder28. Soneando en esta clave, Coronil asevera que el

      contrapunteo de culturas hace evidente que en un mundo forjado por la violencia de la conquista y colonización, las fronteras que definen Occidente y sus Otredades, Blanco y Obscuro, Hombre y Mujer, Alto y Bajo, siempre están a riesgo. Formado y transformado a través de procesos dinámicos de transculturación, el paisaje del mundo moderno debe ser constantemente estabilizado y representado, muchas veces violentamente, en maneras que reflejan el juego de poder en la sociedad.

      Aquí Coronil extiende el sondeo descolonial de Ortiz hacia una lectura más universal de la violencia imperial y sus implicaciones para la constitución de las categorías moderno/coloniales de subjetividad, incluyendo género y sexualidad, a contrapunto del discurso hegemónico occidentalista, extrapolando así las virtudes críticas del método de Ortiz más allá de sus intenciones y limitaciones.

      Esgrimiendo un argumento en sinergia con Coronil, Jossiana Arroyo (2003) plantea que el contrapunteo de Ortiz exhibe “un juego de oposiciones sistemáticas: barbarie-civilización, masculino-femenino, producción artesanal-producción industrial, mercado internacional-mercado estadounidense, etc.”. Afinando este ritmo, Coronil afirma que, “El Contrapunteo Cubano nos ofrece un análisis histórico que puede contribuir a un mundo a la vez crecientemente interrelacionado y fracturado”. Aquí se articulan concepciones de la totalidad como proceso abierto y contradictorio, lo que requiere métodos que puedan representar y analizar su complejidad y carácter cambiante, reconociendo la centralidad del poder imperial y la praxis descolonial en los archipiélagos moderno/coloniales de poder.

      Como método, el contrapunteo se puede definir como un quehacer que nos permite articular espacios y formaciones históricas diversas de tal modo que podamos ver complejidad y movimiento tanto en las partes como en el todo. En mi estudio comparativo de reconfiguraciones de poder imperial y economía-política colonial en Irlanda y Puerto Rico utilicé la metodología contrapuntal elaborada por Fernando Ortiz y también esgrimida por Edward Said, para realizar lo que llamo “comparaciones histórico-mundiales”. En esta praxis, el contrapunteo es una práctica de comparación de relaciones y procesos, que liga dialécticamente: lo local con lo nacional y global, pasado y presente, identidad y diferencia, la autonomía de las partes con su articulación en el todo, y totalidad con exterioridad29.

      El postular la existencia de exterioridades, relativas a la Modernidad capitalista, como consideramos que son muchas formas de relación social y producción simbólica y material del cimarronaje afroamericano y la ancestralidad amerindia,30 sirve de fundamento filosófico para que Enrique Dussel conjugue la dialéctica con el método de la analéctica, o sea focalizar la mirada epistémica y el proyecto ético-político de liberación desde las perspectivas de las otredades de la Modernidad occidental y sus constelaciones de poder y conocimiento. La analéctica implica modos de ser, hacer y pensar desde un afuera relativo a la Modernidad capitalista, como en las comunidades cimarronas31.

      Tocando este tambor, Dussel argumenta que la pluralidad de estas otredades, que incluye múltiples categorías de poblaciones oprimidas –campesinos, obreros, mujeres, no-heterosexuales, sujetos racializados negativamente como amerindios y afroamericanos, etcétera–, ha servido de base para el desarrollo de un concepto de pueblo en América Latina en tanto que sujeto político revolucionario que se asemeja a Los condenados de la tierra de Fanon. Al conjugar dialéctica con analéctica, Dussel ejerce un quehacer metódico, que se ha denominado doble crítica.

      Ahora procede presentar una noción mínima de qué entendemos por crítica. En parte, adoptamos la noción de la Escuela de Frankfurt de crítica de la dominación. El quehacer crítico, su método y práctica, su ideología y política, han de develar y denunciar la dominación en sus raíces fundamentales, sus procesos y perspectivas, en todas sus dimensiones y diversidad de formas. Sin embargo, la teoría crítica a la Frankfurt adolece de una óptica eurocéntrica occidentalista, con frecuencia academicista, y una perspectiva que privilegia capital y clase en su discurso sobre la dominación, lo que le ciega al conocimiento crítico producido por las otredades coloniales, étnico-raciales y sexuales de la llamada civilización occidental.

      El método que se ha bautizado como doble crítica surge a contrapunto de la crítica occidentalista de corte eurocéntrico y falo-logo céntrica.32 La doble crítica implica combinar la crítica inmanente o la desconstrucción de categorías occidentales en sus propios términos y con sus lógicas propias, lo que implica implosionar conceptos como democracia e igualdad para ver hasta dónde producen fruto para proyectos de emancipación. Esto se hace a contrapunto y en relación con la crítica transcendente que implica cuestionar y si es necesario reemplazar los conceptos convencionales con categorías, lógicas, valores, instituciones y proyectos, a contracorriente de la racionalidad occidental. Dos ejemplos son, nociones vernáculas de comunidad política y gobierno siguiendo el principio Zapatista de mandar obedeciendo, y racionalidades de vida ecológicas como se expresan en los conceptos de “buen vivir” como traducción de Sumak Kawsay en kichwa y Ubuntu en zulú, como discutiremos más adelante.

      En fin, la doble crítica significa la articulación de dos formas del quehacer crítico. Por un lado, la crítica inmanente que deconstruye e implosiona las contradicciones internas y aporías de procesos y categorías, dentro de un universo particular, mientras que la crítica externa o trascendente se efectúa desde lugares de enunciación que corresponden a historias y culturas con sus propios conocimientos, lógicas y categorías que son negadas y subalternizadas en los registros hegemónicos de poder y saber. En lenguaje dusseliano, la doble crítica se traduce

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