Descolonizar. Raúl Zibechi
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Estos hechos ilustran de modo transparente e inequívoco la existencia de un corte entre las personas que son reconocidas como seres humanos y aquellas a las que se les niega ese reconocimiento. Es este uno de los temas centrales que trata el pensador y revolucionario de origen martiniqués Frantz Fanon: el núcleo del colonialismo, pero también del capitalismo en su etapa actual de acumulación por despojo y guerra, que actualiza el orden colonial. El lugar de los argelinos en el mundo, tanto en la metrópolis como en su propio país, es el lugar desde donde reflexiona Fanon, quien será nuestro guía en este recorrido sobre los movimientos sociales y su relación con el colonialismo. En particular, me interesan aquellos movimientos —como los de indígenas, de afros, de campesinos y de pobladores de las periferias urbanas de América Latina— que hacen política «desde la zona del no-ser» (Grosfoguel, 2012 y 2013). La masacre de París es una excusa para adentrarnos en ese debate. Podría haber elegido otras matanzas, entre todas las que nos ofrece la historia brutal del capitalismo en América Latina, incluso las numerosas que se cometieron esos mismos años en Argelia. Elegir París, la Ciudad de la Luz, de la Comuna y de las vanguardias artísticas, nos ayuda a contrastar ambos mundos y permite echar luz sobre los modos como se sublevan los oprimidos, pero también sobre las estrecheces de la teoría crítica y de las izquierdas a la hora de incluirlos como sujetos en sus reflexiones.
Argelia fue ocupada por Francia en 1830, y anexada como departamento francés. En 1872 Francia había confiscado cinco millones de hectáreas de las mejores tierras para entregarlas a sociedades vinculadas a la guerra de conquista (entre ellas, la Société Genevoise), a colonos privilegiados, generales de carrera y «legionarios enganchados que de la noche a la mañana se transforman en terratenientes» (Goldar, 1972: 23). A comienzos de la década de 1950, veinticinco mil colonos franceses poseían 2,7 millones de hectáreas y los argelinos (unos nueve millones) tenían 7,6 millones de hectáreas. Los europeos cultivaban con tractores; los argelinos, con arados de madera.
Además de la agresión económica, se produce una agresión demográfica: desde 1830 se trasladaron a Argelia un millón de franceses, estableciéndose una relación de uno a diez, muy diferente a la registrada en otros procesos de colonización. El 8 de mayo de 1945, toda Francia festejó la capitulación de la Alemania nazi. Ese mismo día en Argelia, en la ciudad oriental de Sétif, en el departamento de Constantina, miles de personas se manifestaron pacíficamente por la independencia. Al llegar al barrio francés, un manifestante levantó una bandera argelina. Fue asesinado por un policía. En los enfrentamientos murieron ciento tres europeos y miles de argelinos. El ejército francés, la Legión Extranjera y las milicias de colonos provocaron en los días siguientes una de las más brutales masacres que se recuerdan, que se cobró entre cinco mil y veinte mil muertos, aunque algunas fuentes elevan los asesinados a más de cuarenta mil.4
La masacre convenció a los argelinos de la imposibilidad de conseguir la independencia a través de diálogos y negociaciones. Mientras se asesinaba a tiros a los niños argelinos en calles y mercados de Sétif y Guelma, «en la Francia libre, gobierna un gabinete de coalición dirigido por De Gaulle e integrado por dos comunistas (Charles Tillon y Maurice Thorez) que se apresuran a obviar el trámite nombrando una “comisión investigadora” que termina justificando a los franceses» (Goldar, 1972: 48). El racismo atravesaba, por lo menos en aquellos momentos, a todo el espectro político francés, aunque con diferentes modos e intensidades.
El 1 de noviembre de 1954, el FLN lanza la guerra por la independencia con cuarenta atentados que provocan daños materiales y siete muertos. Al año siguiente las tropas de ocupación llegan a ciento sesenta mil soldados, que crecen hasta medio millón en 1959; los combatientes, que eran apenas cuatrocientos al comenzar la guerra, llegan a cuarenta mil milicianos en 1959 (Goldar, 1972: 61). En 1955 se aprueba una ley que autoriza a los prefectos departamentales a declarar el toque de queda y a reglamentar la circulación en sus respectivas circunscripciones como respuesta al levantamiento argelino (Thénault, 2007).
Los ocho años que duró el conflicto, hasta la independencia en 1962, fueron una guerra colonial del ocupante contra todo el pueblo argelino, que apoyó masivamente al FLN. El ejército francés cometió las atrocidades propias del ocupante: asesinatos en masa, torturas, no solo a combatientes sino también a niños, internación en campos de concentración, violaciones de mujeres y niñas, entre otras. Para tener una idea de la virulencia de la guerra, el FLN informó que fueron asesinados un millón de argelinos y otro millón fueron torturados, de un total de entre nueve y diez millones de habitantes.5 Varios europeos residentes en Argelia fueron condenados a muerte por apoyar al FLN (Goldar, 1972: 96). La mayor parte de los europeos que vivían en Argelia apoyaron al ejército francés, y una pequeña parte integró la OAS (Organisation de l’Armée Secrète), grupo terrorista de extrema derecha en el que participaron militares y policías.
En Francia vivían alrededor de trescientos cincuenta mil argelinos que trabajaban como mano de obra barata para la industria, de los cuales una parte considerable apoyaba al FLN de forma clandestina, a través de colectas para la compra de armas y la ayuda a familiares de las víctimas y de los presos. En agosto de 1958, el FLN decidió abrir un segundo frente de guerra en Francia, con una campaña de atentados con bombas contra las infraestructuras petroleras y locales policiales, como forma de presionar a las autoridades francesas que llevaban una ofensiva despiadada contra los independentistas en Argelia. En setiembre, se decreta el toque de queda para los trabajadores musulmanes argelinos desde las 20.30 hasta las 5.30 (Thénault, 2008: 168). En marzo, Maurice Papon había sido nombrado prefecto de Policía de París, en un clima de exasperación de los policías, que exigían mano dura contra los argelinos. Papon había ostentado un cargo similar en Constantina, Argelia; se lo consideraba especialista en el trato duro y sin contemplaciones con los norteafricanos y fue nombrado expresamente para desarticular el FLN en París. Durante la segunda guerra mundial había sido colaborador de los nazis como secretario general en la prefectura de Gironda, instrumentando la deportación de judíos desde Burdeos hacia Alemania.6
La prefectura de Papon institucionalizó la represión y el control de los norteafricanos en París, abrió el Centro de Identificación de Vincennes, creó una fuerza policial auxiliar integrada por harkis7 e hizo permanentes redadas en los barrios de la región oeste, donde vivía la mayor parte de los inmigrantes, como Nanterre y Aubervilliers (Nordmann, 2005). Desde comienzos de 1961 se producen atentados atribuidos a la OAS contra hoteles frecuentados por argelinos, desaparecen militantes y colaboradores del FLN que luego aparecen muertos, en un clima de creciente hostilidad. Antes de la masacre del 17 de octubre se produjeron dos hechos que la antecedieron: el 2 y 3 de abril se produce un ataque de los harkis en el que resultan heridos gravemente ciento cincuenta argelinos, en el barrio Goutte d’Or del distrito 18.o, poblado por argelinos; la noche del 24 al 25 de julio, un grupo de trescientos paracaidistas atacó la parte argelina de la ciudad industrial de Metz, en el norte de Francia, provocando tres muertes.
En mayo de 1961 se abren negociaciones entre el gobierno francés y el Gobierno Provisional de la República de Argelia, brazo político del FLN, que se interrumpen en julio por desacuerdos sobre el futuro del Sahara, donde se encuentran las principales riquezas argelinas. A fines de agosto, el FLN reanuda su campaña de ataques en suelo francés, que había interrumpido durante las negociaciones. Entre el 29 de agosto y el 3 de octubre se producen treinta y tres ataques en los que mueren trece policías (Nordmann, 2005). Papon alimenta el odio policial contra los argelinos. Durante el funeral de un policía, el 2 de octubre, dijo: «Por cada golpe que recibamos, devolveremos diez» (Einaudi, 1991: 79).
Las redadas son masivas, con más de seiscientos detenidos algunas noches. El 5 de octubre se establece un nuevo toque de queda para los argelinos, ya que el de 1958 había sido desbordado, obligando a cerrar lugares de venta de bebidas, con la expresa recomendación de circular solos, ya que «los pequeños grupos corren el riesgo de parecer sospechosos a