Descolonizar. Raúl Zibechi

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Descolonizar - Raúl Zibechi

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adquirir, elaborar y propagar ideas políticas que le permitieron modificar las circunstancias heredadas. «Pero esto fue posible gracias a la herencia, a la tradición del movimiento democrático presente en la historia de estos países, a la orientación ofrecida por el proyecto social-histórico de autonomía nacido en el seno del mundo europeo.» (Castoriadis, 1999, 138)

      Los que viven en la zona del no-ser no pueden ser autónomos en la sociedad opresora. Para ellos la violencia no es el último recurso de la dominación (como en el Norte), sino la vida cotidiana. Para ser autónomos deben separarse, apartarse. Mientras la autonomía en la zona del ser puede pelearse en espacios comunes a los diversos sectores sociales, como las fábricas, los colonizados deben protegerse en espacios alejados del control de los poderosos, trazar una frontera infranqueable para los opresores, como señala James Scott:

      Ninguna de las prácticas ni de los discursos de la resistencia pueden existir sin una coordinación y comunicación tácita o explícita dentro del grupo subordinado. Para que eso suceda, el grupo subordinado debe crearse espacios sociales que el control y la vigilancia de sus superiores no pueden penetrar […] Solo especificando cómo se elaboran y se defienden esos espacios será posible pasar del sujeto rebelde individual —una construcción abstracta— a la socialización de las prácticas y discursos de resistencia. (Scott, 2000: 147)

      Este es el punto decisivo. Los colonizados, en el lenguaje de Fanon, los de abajo, en la expresión zapatista, deben crear espacios seguros donde los poderosos no puedan acceder, porque viven en una sociedad que no los reconoce como seres humanos. Se les niega su dignidad, no pueden organizarse sin ser violentados por el Estado o por los patrones. Fanon comprendió este punto como pocos, y nos recuerda que «bajo la ocupación alemana los franceses no dejaron de ser hombres» (Fanon, 1999: 196).

      En la comunidad Ocho de Marzo pude comprender, en extensos diálogos, las razones por las que los zapatistas antes del levantamiento realizaban sus reuniones en cuevas a las que llegaban luego de largas caminatas nocturnas, así como la cuidadosa ocultación de su organización durante una década. El secreto es la condición necesaria para que el levantamiento pueda producirse, del mismo modo que los confinados en el campo de concentración no pueden mostrar sus intenciones a los carceleros.

      Un último aspecto se relaciona con el concepto de prefiguración. En la experiencia europea, «la autonomía empieza a existir en las experiencias concretas que la prefiguran» (Modonesi, 2010: 145). Sin embargo, la prefiguración no es posible en cualquier parte del mundo ni para cualquier sujeto colectivo. Ni el quilombo de Palmares ni los caracoles zapatista prefiguran la sociedad del futuro. Son, de hecho, la sociedad otra realmente posible. La idea de prefigurar implica un proceso de aproximación gradual a la sociedad deseada. Los dominados solo pueden salir de la situación que padecen dando un golpe capaz de cambiar radicalmente su situación: puede ser la fuga del cimarrón o el levantamiento del 1 de enero de 1994. En los espacios que liberan, en los territorios donde se asientan, desarrollan la vida que quieren llevar.

      Las autonomías de los pueblos indígenas, campesinos y mestizos deben tender a ser autonomías integrales. Las Juntas de Buen Gobierno zapatistas, los cabildos nasa del Cauca, las expresiones autónomas mapuche deben abordar todos los aspectos de la vida, desde la producción de alimentos hasta la justicia y el poder. Es por eso que no son parte de la sociedad capitalista hegemónica, sino otra cosa, porque más allá del grado de desarrollo que tengan, apuntan en otra dirección.

       Poder propio - poder no estatal

      Los dominados no pueden apelar a la justicia del Estado. No pueden acudir al hospital o a la escuela sin ver violentada su dignidad. «El colonizado, cuando se lo tortura, cuando matan a su mujer o la violan, no va a quejarse a nadie.» (Fanon, 1999: 72) Los millones de indígenas, de afros, de habitantes de las favelas, los pobres de la ciudad y del campo no tienen a quién recurrir. Es bien conocida la máxima acuñada durante las manifestaciones de junio de 2013 en Brasil, luego de la masacre de once personas en el Complexo da Maré (Río de Janeiro), que dice que mientras en la céntrica Avenida Paulista los policías reprimen con balas de goma, en las favelas lo hacen con balas de plomo.

      Los dominados necesitan crear instituciones propias, diseñadas por ellos mismos, diferentes al Estado actual, heredado del colonialismo. Aníbal Quijano distingue los procesos seguidos en Europa y en América Latina en la construcción del Estado nación: en el primero, la precondición de los Estados fue la democratización de las relaciones sociales y políticas entre las poblaciones que lo integrarían; en el segundo, el Estado se levanta excluyendo a las mayorías indígenas, negras y mestizas (Quijano, 2000b).

      El resultado es que los Estados nación construidos con base en el modelo europeo son instrumentos de dominación de una raza por otra, cuestión que se superpone y modela las relaciones capitalistas de producción. La propiedad de los medios de producción es consecuencia de sociedades desiguales, antes que la causa de la desigualdad, por eso no se resuelve solo con medidas como la expropiación:

      La colonialidad del poder establecida sobre la idea de raza debe ser admitida como un factor básico en la cuestión nacional y del Estado nación. El problema es, sin embargo, que en América Latina la perspectiva eurocéntrica fue adoptada por los grupos dominantes como propia y los llevó a imponer el modelo europeo de formación del Estado nación para estructuras de poder organizadas alrededor de relaciones coloniales. (Quijano, 2000b: 238)

      Los procesos de cambio no pueden ordenarse alrededor de los Estados actuales (ni siquiera de los llamados Estados plurinacionales que pertenecen a su misma hechura); el poder se debe redistribuir entre las gentes para que puedan controlar las condiciones de su existencia (Quijano, 2000b). Por el contrario, los actuales gobiernos progresistas mantienen, y en ocasiones profundizan, la concentración del poder en la falsa creencia de que lo nuevo puede construirse con la herramienta estatal-colonial.

      La argumentación de Quijano saca el debate de cualquier tentación ideológica para colocarlo en el campo de la experiencia histórica y las relaciones de poder en las sociedades colonizadas. Si el camino de los cambios es la democratización de las relaciones sociales, eso solo puede hacerse desde la sociedad, desde los lugares que los indios, negros y mestizos ocupan, desde sus barrios, comunidades y favelas. Ese camino es el que está transitando el zapatismo, aunque no es el único que lo está haciendo.

      En las Juntas de Buen Gobierno están los hombres y mujeres designados por las comunidades y los municipios autónomos, en ellas participan de igual a igual todos y cada uno de los sectores sociales

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