Descolonizar. Raúl Zibechi

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Descolonizar - Raúl Zibechi страница 4

Автор:
Серия:
Издательство:
Descolonizar - Raúl Zibechi

Скачать книгу

local del FLN resuelve que la manifestación debe hacerse durante el día, sin armas y sin caer en provocaciones. En la tarde del 17 de octubre, entre veinte mil y treinta mil argelinos ocupan las calles del centro de París. Cuatro columnas marchan hacia el centro: serenos, dignos, vestidos con sus mejores ropas (endomingados, propuso el FLN), desafiando el toque de queda. La represión fue brutal. Hubo abundantes disparos contra la multitud, que resistió con asombrosa serenidad. Unos once mil manifestantes fueron arrestados y trasladados al Palacio de los Deportes y a cuarteles policiales, donde fueron golpeados y humillados durante cuatro días. Algunas fuentes aseguran que varias decenas fueron asesinados durante la noche en los cuarteles; en los días siguientes aparecieron cadáveres en las orillas del Sena; otros cuerpos fueron colgados de los árboles, como escarmiento (Einaudi, 1991: 82).

      Hasta ahí los hechos, sumariamente recortados. El Estado aplicó censura a las publicaciones que relataron la masacre. El libro de Paulette Péju, Ratonnades à París, publicado a fines de ese mismo año por la editorial Maspero, fue secuestrado por la Policía. La misma suerte corrió la película de Jacques Panijel, Octobre à Paris, cuando fue proyectada el año siguiente.

      La independencia fue reconocida el 18 de marzo de 1962, seis meses después de la masacre de París. Sin embargo, los hechos quedaron en el olvido y recién reaparecieron casi treinta años después gracias al trabajo militante del movimiento antirracista de la década de 1980. La historiadora Sylvie Thénault señala que se generó un secreto en torno a la masacre del 17 de octubre de 1961, con base en tres lógicas: el camuflaje, el olvido y la ocultación (Thénault, 2000: 72). El camuflaje proviene de la actitud del aparato estatal consistente en negar, prohibir la difusión y deformar los hechos, pese a que algunos medios habían informado en los días sucesivos con cierto detalle, aunque sin darle la importancia que merecía. El olvido, por el contrario, «se explica por la actitud de los franceses en el momento de los hechos», ya que «solo las minorías militantes reaccionaron y protestaron», incluyendo una declaración de los grandes sindicatos, un acto en la Sorbona y una manifestación convocada por el Partido Socialista a la que acudieron dos mil o tres mil personas en noviembre (Thénault, 2000: 73). Lo que no existió fue una reacción masiva, ni una corriente de opinión a favor de los argelinos.

      Desde el mes de noviembre de 1961, además de manifestaciones reclamando el fin de la guerra, se produjeron atentados de la OAS, uno de ellos contra un local del Partido Comunista, con un saldo de varios heridos. La manifestación del 8 de febrero fue convocada por los comunistas y varias centrales sindicales. Acudieron unas diez mil personas que se concentraron en cinco puntos. Cuando la multitud se dispersaba, una carga policial provocó la muerte de nueve personas, todos trabajadores y militantes franceses. El día 13, alrededor de medio millón de personas rindieron homenaje a las víctimas en el cementerio de Père Lachaise. En el acto, solo uno de los oradores hizo una referencia a la masacre del 17 de octubre (Thénault, 2000: 73). La masacre de Charonne quedó inscripta en la memoria colectiva, durante tres décadas, como la principal represión vinculada a la guerra en Argelia. En gran medida, porque las víctimas eran franceses de izquierda que contaban con partidos, sindicatos y medios de comunicación que sostuvieron la memoria. Thénault examina las razones de la ocultación de la masacre de 1961 en contraste con el vivo recuerdo de la masacre de Charonne:

      La represión de Charonne evoca fácilmente una tradición de protesta y confrontación del pueblo parisino con las fuerzas del orden que lo reprime duramente. Esta tradición de la cultura política francesa se remonta a la Comuna. Más aún, la represión de Charonne despertó el orgullo porque que dio lugar a una gran manifestación de 500.000 personas.

      Al contrario, la memoria del 17 de octubre culpabiliza a los franceses por dos razones: la indiferencia general que siguió a la represión es una actitud que no despierta orgullo; además, la naturaleza de la represión conecta en la memoria colectiva con otros momentos de «desgracia nacional». La analogía entre los arrestos masivos en la noche del 17 de octubre y las redadas de judíos durante la Segunda Guerra Mundial es muy común en los periódicos de la época. Es una represión pesada de asumir. También es revelador que octubre haya resurgido a través de la Segunda Guerra Mundial, con ocasión del análisis de las responsabilidades, de la culpabilidad de los franceses durante ese período. (Thénault, 2000: 74)

      La memoria de la masacre de octubre resurgió en la década de 1980 desde los barrios pobres (bidonvilles) de la periferia oeste de París (Nanterre, Gennevilliers, Argenteuil), recuperada no solo por los argelinos sino por todos los norteafricanos. Eran los hijos, los vecinos y los amigos de los que sufrieron aquella represión, que treinta años después enfrentaron el crecimiento del ultraderechista Frente Nacional y pusieron en pie organizaciones antirracistas. En 1981, la situación política era muy diferente, con la llegada al gobierno del socialista François Mitterrand.

      En tanto, Papon continuó su carrera política. Entre 1968 y 1983, fue alcalde de la pequeña ciudad de Saint-Amand-Montrond, diputado y ministro del Presupuesto en el gobierno de Raymond Barre. Recién en 1983 fue acusado de crímenes contra la humanidad, y aunque finalmente fue condenado como colaborador nazi, nunca fue acusado por la masacre del 17 de octubre. Nunca hubo condenas por asesinar argelinos.

      Esta historia no termina ahí. El toque de queda fue decretado nuevamente el 8 de noviembre de 2005, con base en la misma ley que había sido aprobada en 1955 para enfrentar el levantamiento del pueblo argelino por su independencia. Esta vez se trataba de hacer frente a revueltas en los barrios populares de las grandes ciudades, iniciadas en Clichy-sous-Bois, París, en las que ardieron unos diez mil coches en veinte días, hubo dos mil ochocientos detenidos y cuatrocientos presos. Muchos analistas descartan considerar que esta oleada represiva pueda tener algún tinte colonial, en lo que coinciden tanto los periodistas como los académicos cercanos a la izquierda (Thénault, 2007; Bonelli, 2005). Sin embargo, la revuelta comenzó en barrios de inmigrantes, cuando dos adolescentes hijos de africanos (Zied Benna y Bouna Traoré) murieron electrocutados huyendo de la Policía.

      En este clima reflexionaba y trabajaba Frantz Fanon: en la zona del no-ser, donde la humanidad de los seres es violentada día a día, hora tras hora. En la colonia, casi toda la población argelina era confinada en una suerte de campo de concentración. En la Ciudad Luz, el color de piel es motivo suficiente para que se les apliquen medidas represivas que los confinan en un campo real-simbólico del que los policías tienen las llaves. La actualidad del pensamiento de Fanon radica en su empeño en pensar y practicar la resistencia y la revolución desde el lugar físico y espiritual de los oprimidos; allí donde buena parte de la humanidad vive en situaciones de indecible opresión, agravada por la recolonización que supone el modelo neoliberal. Indios, negros y mestizos, la inmensa mayoría de la población latinoamericana, sufren cerco y aislamiento (policial y subjetivo) en sus comunidades, favelas, quilombos, barrios periféricos y precarios. La lucha de todos los días por convertir esos espacios en lugar de resistencia y transformación social es respondida por las clases dominantes con los más variados y sutiles cercos: desde el muro que separa palestinos de israelíes hasta los más diversos modos de aislamiento, donde las razias son complementadas

Скачать книгу