Descolonizar. Raúl Zibechi

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Descolonizar - Raúl Zibechi

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(al indio-negro-mestizo) sin cometer homicidio (Agamben, 1998).

      Los Estados modernos, en particular aquellos donde los no europeos son una parte importante de la población, instauran a través de un estado de excepción permanente (no declarado, ejecutado a menudo por grupos parapolicialesparamilitares) una guerra civil legal, para eliminar a quienes el sistema considera como población sobrante o descartable. Quien considere este aserto como excesivo, puede echar una mirada a lo que viene sucediendo en México desde que el presidente Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico (2006), en las favelas brasileñas desde la dictadura militar en adelante (1964) y en todos los espacios donde, como señalaba Walter Benjamin, la tradición de resistencia y rebelión de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción es la regla.

      El campo de concentración no es reformable. Solo se lo puede destruir, hacerlo saltar en pedazos. Para eso, como señalaba Fanon y como hicieron los zapatistas, no hay otro camino que la violencia. Luego, Agamben nos recuerda que «desde los campos de concentración no hay retorno posible a la política clásica» (Agamben, 1998: 238). Nos dice que participar en la política estatal, con su liturgia de votaciones, mítines y discursos mediáticos, es tanto como sentarse a negociar con los guardianes del campo alguna medida para atemperar las condiciones del encierro. La democracia electoral es una falacia en el campo. Hoy la democracia es el cortafuegos para aislar a los de abajo de los otros abajos. La democracia electoral es el muro de las prisiones, las alambradas de los campos de concentración, el modo de ilusionar a los confinados con que pueden encontrar aliados en la sociedad «respetable», «noble» y blanca, esa que puede votar a las izquierdas y sentirse representada por ellas.

      Los zapatistas no se proponen cambiar el mundo. La idea de cambiar el mundo como una totalidad, capitalista, para dar lugar a otra totalidad, socialista, solo puede entenderse desde una concepción que considera a la sociedad actual como un campo de relaciones y elementos homogéneos y continuos. El trabajo de Quijano es particularmente iluminador en este punto. Destaca que en el pensamiento eurocéntrico, el todo tiene primacía absoluta sobre las partes, y una sola lógica gobierna ambas. Pero en realidad las totalidades historicosociales son articulaciones de elementos heterogéneos, discontinuos y conflictivos, de modo que esa totalidad no es un sistema cerrado, una máquina, y, por lo tanto, sus movimientos no pueden ser unidireccionales; no puede moverse como un todo porque coexisten lógicas de movimiento múltiples y heterogéneas (Quijano, 2000a). Su análisis nos permite comprender los tiempos y espacios propios de indios, negros, mujeres y de todas las personas oprimidas.

      Los procesos históricos de cambio no consisten, no pueden consistir, en la transformación de una totalidad históricamente homogénea en otra equivalente, sea gradual y continuamente, o por saltos y rupturas. Si así fuera, el cambio implicaría la salida completa del escenario histórico de una totalidad con todos sus componentes, para que otra derivada de ella ocupe su lugar. Esa es la idea central, necesaria, explícita en el evolucionismo gradual y unilineal […] El cambio afecta de modo heterogéneo, discontinuo, a los componentes de un campo histórico de relaciones sociales. (Quijano, 2000a: 355)

      No se puede cambiar el mundo sin caer en totalitarismo. Es necesario construir uno nuevo, con quienes estén dispuestos a hacerlo. Este es el mensaje profundo del zapatismo, el motivo por el que rechaza la unidad y la homogeneidad, y propone crear espacios de encuentro para trabajar juntos respetando las diferencias. Es un modo muy distinto al eurocéntrico, no pretende que todos seamos zapatistas, no pretende llevarnos a todos hacia algún sitio; es otra cosa. Solo podemos cambiar el mundo creando algo diferente.

      La única salida para que los colonizados no repitan, una y otra vez, la terrible historia que los coloca en el lugar del colono es la creación de algo nuevo, del mundo nuevo. Es el camino en el que los dominados pueden dejar de referenciarse en el dominante, desear su riqueza y su poder, perseguir su lugar en el mundo. En ese camino pueden superar la inferiorización en la que los instaló el colonialismo. No podrán superar ese lugar peleando por repartirse lo que existe, que es el lugar del dominador, sino creando algo nuevo: clínicas, escuelas, caracoles, músicas y danzas; hacer ese mundo otro con sus propias manos, poniendo en juego su imaginación y sus sueños; con modos diferentes de hacer, que no son calco y copia de la sociedad dominante, sino creaciones auténticas, adecuadas al nosotros en movimiento. Creaciones que no tienen nada que envidiarle al mundo del colono. En ese movimiento colectivo de caminar también tendremos las condiciones para descolonizar el pensamiento crítico.

      Este libro debió titularse Descolonizar y despatriarcalizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipatorias. Dos razones me convencieron de la necesidad de modificarlo. Una, porque es demasiado largo y poco atractivo. Dos, porque aunque comparto las ideas y corrientes feministas radicales, como varón prefiero entrar de puntas de pie, sin hacer ruido, a un terreno que debe ser protagonizado por las compañeras.

      El libro está ordenado en cuatro secciones. La primera se refiere a los movimientos sociales a través de dos textos que buscan echar una mirada crítica sobre las teorías hegemónicas que tratan el tema. La segunda es una recopilación de experiencias vivenciales en los movimientos de América Latina, escritas entre 2008 y 2014, en las que se aprecian los límites en un período hegemonizado por el progresismo y el nacimiento de nuevos movimientos. La tercera intenta acercarse a los nuevos modos de dominación nacidos durante los últimos años al amparo de la exportación de commodities. Finalmente, la cuarta hace un extenso análisis del proceso indígena del Cauca colombiano y de la escuelita zapatista, con la esperanza de que ambas experiencias se iluminen entre sí.

      4 El historiador Alistair Horne asegura que muchos cadáveres estaban mutilados, las mujeres con los pechos cortados y los hombres con los testículos cortados y colocados en la boca: Alistair Horne, «A Savage War of Peace: Algeria 1954-1962» (The Viking Press, New York, 1977). Recién en 2005, el presidente Jacques Chirac, y en 2012, el presidente François Hollande, reconocieron la masacre de Sétif (L’Express, 20 de diciembre de 2012).

      5 Otras fuentes estiman cifras menores, aunque reconocen entre trescientos mil y medio millón la cifra de muertos.

      6 Papon fue acusado de la deportación de mil seiscientos judíos a Alemania entre julio de 1942 y mayo de 1944, y resultó condenado en 1998 a diez años de prisión por complicidad en crímenes contra la humanidad.

      7 Argelinos que colaboran con el ocupante. En Argelia es sinónimo de traidor. Los cuerpos de harkis estaban encuadrados en el Ejército o la Policía franceses.

      8 Llamada así por la estación de metro ubicada en la zona de la masacre.

      9 Le Monde, 17 de octubre de 2001

      10 Soviets en Rusia en 1905 y 1917, consejos de fábrica en Alemania (1918) e Italia (1919), control obrero en la revolución española, en particular en Barcelona, y en Francia luego de 1968, entre las más conocidas.

      11 Sucedió en Manchester, cuando la caballería cargó contra una manifestación de sesenta mil a ochenta mil personas que reclamaban la reforma de representación parlamentaria. Hubo quince muertos (cuyos nombres fueron identificados) y más de cuatrocientos heridos. Los periódicos de la época reflejaron el horror de la masacre y años después todas las demandas fueron aprobadas.

      

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