El capital odia a todo el mundo. Maurizio Lazzarato

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El capital odia a todo el mundo - Maurizio Lazzarato

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difícil de erradicar, el fascismo no constituye un obstáculo para la economía, el comercio y las finanzas. En los debates del Parlamento francés previos a 1914 se escuchaban los mismos argumentos que hoy: la guerra es imposible porque la interdependencia de las economías nacionales es demasiado fuerte; la globalización penetró profundamente en la producción y el comercio como para que la guerra fuera posible. ¡Conocemos el resto! Después de la Primera Guerra Mundial, el fascismo italiano mantuvo buenas relaciones con Wall Street, a pesar de la “autarquía” económica que reivindicaba, y aunque Estados Unidos, bajo la presión de una xenofobia creciente, hubiera impuesto cuotas de inmigración que afectaban particularmente al régimen mussoliniano.

      “Nacionalismo”, autarquía, xenofobia no conciernen más que a la gestión interna de las diferentes poblaciones de los diferentes países e intervienen solo marginalmente en los asuntos económicos a escala planetaria. Incluso si las coyunturas son diferentes, la lección del período de entreguerras puede seguir siendo útil.

      Las políticas nacionales de desarrollo económico están lejos de ser incompatibles con la promoción del comercio internacional y las redes financieras. Hay que tomar en serio lo “nacional” en lo “internacional”. Las elites empresariales de Italia nunca consideraron el desarrollo de su país separado de la economía global. El efecto inmediato de la Primera Guerra Mundial no es tanto habilitar la desmundialización como reconfigurar los intercambios económicos internacionales.12

      Hoover y Roosevelt, como por lo demás Churchill, hablan muy favorablemente de Mussolini, quien restaura el orden, “moderniza” la industria y el país, y aleja el peligro bolchevique, el único problema real para todas las elites capitalistas.

      “El acuerdo sobre las deudas de guerra negociado en 1925 es el acuerdo más generoso que Estados Unidos haya alcanzado con sus aliados […]. Las inversiones estadounidenses en Italia superan rápidamente los 400 millones de dólares”. Cuando el presidente Hoover quiso relanzar un gobierno global, la Italia fascista fue uno de sus socios privilegiados. La armonía de la década de 1920 entre liberales, finanzas y fascismo no se rompe debido a la intensificación de la dictadura fascista, sino por la crisis de 1929. Adam Tooze señala que la historia del vínculo entre la “democracia” y las finanzas con el fascismo fue reescrita y falsificada a lo largo la Guerra Fría, para “pasa[r] por alto el hecho de que, desde 1935, instituciones tan importantes como JP Morgan han colaborado estrechamente con hombres que hoy merecen el tratamiento de criminales fascistas”.13

      Una vez más, hay que ir a Hayek y a las razones que aduce para legitimar el fascismo. La dictadura –está hablando de Pinochet– desmantela las “libertades políticas” y permite que proliferen las “libertades personales” (la libertad de la economía, la libertad de comprar y vender, la libre empresa y, especialmente, la libertad de las finanzas para invertir, especular y saquear a través de la renta).

      El único peligro, confirmado por la historia, es el de la autonomización de las políticas fascistas, que pueden convertirse en máquinas de guerra independientes y autodestructivas; pero es un riesgo que los capitalistas y los liberales no dudaron en correr cuando la propiedad privada estuvo en peligro y que no dudarán en correr cada vez que lo juzguen necesario. El capital no es solo economía, sino también poder, proyecto político, estrategia de confrontación política, enemigo jurado de las revoluciones políticas lideradas por sus “esclavos” (obreros, pobres, mujeres, colonizados). Contrariamente a otra idea aceptada, el capital no es “cosmopolita”, y su desterritorialización, su indiferencia a los territorios y fronteras es muy relativa. Su propósito es desarrollar las fuerzas productivas, pero solo a condición de producir beneficios. Esta condición (claramente establecida por Marx) está en clara contradicción con el desarrollo “en sí” de la ciencia, el trabajo, la tecnología, etc. El beneficio requiere que la reterritorialización que asegura su existencia se realice a través del Estado-nación, el racismo, el sexismo y, cuando corresponda, la guerra y el fascismo, los únicos capaces de asegurar la continuidad política de la expropiación y la expoliación cuando la situación se endurece. Es ingenuo creer que la subordinación de las fuerzas productivas al beneficio sea puramente inmanente al funcionamiento de la economía, la ley, la tecnología. Sin Estado, sin guerra, sin racismo, sin fascismo, no hay beneficio alguno. El “triunfo” sobre las clases subalternas no ocurrió una vez para siempre, debe repetirse y reproducirse continuamente.

      EL RACISMO CONTEMPORÁNEO, UNA MUTACIÓN DEL RACISMO COLONIAL

      Ah, escúchame bien, si te cruzas con “jóvenes” o no tan jóvenes de los barrios pobres, diles de parte mía que si hay algo que me enseñó este movimiento, es a reconsiderar completamente la mirada que yo tenía sobre esta “escoria” y su supuesta violencia. Hace un mes y medio que estoy ligando todas las semanas, y ya estoy harto, así que no puedo imaginar la furia que pueden tener en ellos por sufrir lo que sufren o dicen sufrir. En resumen, creo que esta es la primera vez que me siento cerca de ellos, y me digo casi todos los días que era un estúpido, con mi mirada de blanco promedio privilegiado.

       UN CHALECO AMARILLO

      El fascismo histórico no constituye la primera actualización de las técnicas de poder represivas, destructivas y genocidas. Mucho antes de él, fueron la modalidad de control y regulación del sujeto colonial. La “regulación” de las poblaciones por medio de la esclavitud tiene su auge mucho antes del despliegue del biopoder europeo y mucho antes de su actualización en la Alemania nazi. La “pesada” máquina del colonialismo siempre mantuvo “entre la vida y la muerte –siempre más cerca de la muerte que de la vida– a aquellos que están forzados a moverla”.14 La incorporación del “racismo” al control de las poblaciones como arma de jerarquización y de segregación no fue un invento del fascismo, ya que fue ampliamente ejercido en las colonias donde se inventó la “raza”.

      El racismo contemporáneo es una mutación del racismo colonial y de la guerra contra las poblaciones colonizadas. El negro, el musulmán, el migrante no están del otro lado de la barrera racial, separados por el mar o el océano. Son ciudadanos que pueblan las ciudades del Norte, donde cubren a menudo los puestos más duros en el mercado laboral que los occidentales no quieren ocupar.

      Desde la conquista de América, el capitalismo se ha regido por un gobierno mundial, cuya tarea principal es la producción y reproducción de la división entre las poblaciones de la metrópoli y las poblaciones de las colonias. La economía-mundo se estructuró a partir de la división racial que atravesó el planeta cumpliendo funciones tanto políticas como económicas. Una división dramática, al abrigo de la cual se constituyen los agenciamientos de poder y de saber europeos, pero también del movimiento obrero, que se “benefició” con esta estrategia imperialista, como les recuerda Engels a los obreros ingleses.

      La fuerza y el rol estratégico de esta división se vuelven evidentes cuando, a partir de la Primera Guerra Mundial y, de manera más acelerada, después de la Segunda, esta cae bajo los sucesivos golpes de las revoluciones anticoloniales y antiimperialistas. Debido a su derrumbe, el capital se ve forzado a cambiar de estrategia y a transformar la separación entre las poblaciones del Norte y del Sur en competencia entre todas las poblaciones del planeta. La globalización es este acto estratégico de poner a competir la fuerza de trabajo a escala global.

      Durante la época de la colonización, las migraciones iban de Europa al resto del mundo para explotarlo y, al exportar poblaciones, evitar las guerras civiles europeas. En la actualidad, el porcentaje muy pequeño de flujos migratorios que no van de sur a sur basta para desestabilizar al Norte, de modo que las divisiones raciales de las cuales son víctimas los migrantes se instalaron como medio de control de las poblaciones del Norte y se añaden a la segregación ya experimentada por los ciudadanos europeos de origen “colonial”. El racismo, una técnica de gubernamentalidad del mercado de trabajo, va a cumplir también un rol fundamental

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