Tres modelos contemporáneos de agencia humana. Leticia Elena Naranjo Gálvez
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Tres modelos contemporáneos de agencia humana - Leticia Elena Naranjo Gálvez страница 21
Sin embargo, Gauthier insiste en que la asunción de su idea de unos seres no concernidos los unos por los otros parece estar de acuerdo no solo con nuestras intuiciones de sentido común, en cuanto a cómo suelen comportarse los agentes humanos en los contextos corrientes de la interacción social en general, sino también con el tipo específico de cooperación que constituye el mercado. En este último los agentes, en tanto que no concernidos los unos por los otros, no deben ser pensados como teniendo lazos de amistad ni de parentesco y, por ende, sus funciones de utilidad han de tomarse como independientes. No obstante, en mi opinión, algo que sorprende de esta situación tal y como la presenta el autor es que, según él, se trata de un estadio moralmente superior a aquellos otros escenarios en los cuales normalmente se piensa a las personas que mantienen esos vínculos de afecto o, por lo menos, de solidaridad, ausentes del esquema del mercado. Pues, para el filósofo canadiense, los yoes del mercado, a diferencia de quienes están relacionados afectivamente entre sí, pueden transar y cooperar con aquellos otros agentes con los cuales no desarrollen tales vínculos. Según Gauthier, esto contrasta con lo que suele ocurrir en las sociedades precapitalistas o de mercados no desarrollados, en las cuales existe la tendencia a hacer negocios solo con aquellos en quienes se confía en razón de los lazos de parentesco o amistad. Esta situación “primitiva” es superada, afirma el autor, por la sociedad de mercado, y ello se constituye en una muestra de la superioridad moral de esta última.53 Quienes viven en ella pueden escoger con quiénes se relacionan, tanto para hacer negocios y llevar a cabo sus actividades económicas, como para construir sus relaciones afectivas. En un contexto así, estas últimas tampoco les son impuestas a los agentes como, en cambio, sí les ocurre, nos dice Gauthier, a quienes viven en sociedades precapitalistas o no capitalistas. Para él, confianza y libertad en los negocios, así como liberación de los lazos de la tribu, son las ganancias innegables de la moralidad propia de la sociedad de mercado; ganancias que se traducen en el resultado que produciría la mano invisible: cada uno, persiguiendo su propio interés, aporta al de todos.
The superiority of market society over its predecessors and rivals is manifested in its capacity to overcome this limitation and direct mutual unconcern to mutual benefit. If human interaction is structured by the conditions of perfect competition, then no bond is required among those engaged in it, save those bonds that they freely create as each pursues his own gain. The impersonality of market society, which has been the object of wide criticism and at the root of charges of anomic and alienation in modern life, is instead the basis of the fundamental liberation it affords. Men and women are freed from the need to establish more particular bonds (pp. 101-102).
Llegados a este punto, creo que el lector puede apreciar con más claridad algo que antes ya se mencionó: un preocupante desliz por parte de Gauthier, quien parece haber pasado sin mediaciones desde la asunción de una metáfora, la del mercado perfecto y sus market-selves —tomadas como ficciones necesarias para modelar a la sociedad en tanto que sistema de cooperación, y a los agentes que en ella participan—, a lo que ahora puede ser visto como el elogio de un tipo real-histórico de sociedad, la cual debe ser pensada como el ejemplo por seguir por parte de cualquier otra (actual o futura). A mi entender, no queda claro si, por una parte, estamos hablando en términos de ficciones o metáforas útiles para modelar ciertas realidades a un nivel meramente conceptual y normativo, o si, por la otra, estamos al nivel de hechos verificables. Tampoco creo que quede claro el alcance que finalmente quisiera darle Gauthier a sus metáforas ni, por consiguiente, cómo concebir la relación y las posibles distancias que habría (en el contexto de su discurso) entre lo fáctico y lo modélico. Pues, de un lado, como hemos visto, nuestro autor se defiende en contra de quienes querrían criticarle por tomarse demasiado en serio sus ficciones o metáforas y creer, por lo tanto, que efectivamente así de monstruosos y de egoístas es como somos los seres humanos, y así de insolidarias son las sociedades que de hecho establecemos; esto es, meros market-selves interactuando en meros mercados. Pero, de otro lado, ahora resulta que Gauthier nos dice que el mercado es la mejor expresión de lo que somos y de lo que deberíamos aspirar a ser todos los agentes humanos, pues en él se da, como un hecho y no solo como una idea regulativa, la liberación de los lazos de la tribu, tanto para hacer negocios como para establecer sin coerción nuestras lealtades y afectos personales.
Empero el autor intenta, una vez más, adelantarse a este tipo de críticas y entra a comentar el tema de los peligros que ofrece esta suerte de liberación operada por el mercado en aquel tipo de sociedades en las que no está del todo consolidado el capitalismo; peligros en los que se combinan, según Gauthier, los fallos de ambas formas de sociedad: la que se encuentra en un estadio previo al capitalismo y aquella otra en la que dicho sistema se encuentra más desarrollado. Así, nuestro autor afirma que en los escenarios sociales cuyo capitalismo aún es incipiente, por un lado, suele entorpecerse el cumplimiento de las restricciones morales y políticas que pondrían límites a las injerencias de las lealtades personales o de tribu en los asuntos públicos; y, de otra parte, esta preocupante situación se agrava aún más, ya que a ella se suma la tendencia a que, al mismo tiempo, la vida de los afectos se contamine por causa de la intromisión de intereses meramente económicos. Sin embargo, no ha de perderse de vista que estos resultados adversos solo se dan, según Gauthier, en sociedades que están a mitad de camino de su desarrollo capitalista, no en aquellas otras en donde ya se ha consolidado plenamente el sistema de mercado. Este último tipo de sociedad sigue siendo, a su entender, ejemplar. Allí las restricciones morales no solo son perfectamente compatibles con el no concernimiento mutuo que hay entre los ciudadanos, sino que, además, se hacen necesarias a causa de ese mismo no concernimiento, y dada la estructura de relaciones que se establece entre los agentes que interactúan de este modo. En este tipo de escenarios sociales, la moralidad no tiene un fundamento afectivo, sino que se respeta en razón de la búsqueda del interés individual, esto es, posee una base propiamente racional.
Morality, as a system of rationally required constraints, is possible if the constraints are generated simply by the understanding that they make possible the more effective realization of one’s interests, the greater fulfilment of one’s preferences, whatever one’s interests or preferences may be. One is not then able to escape morality by professing a lack of moral feeling or concern, or a lack of some other particular interest or attitude, because morality assumes not such affective basis (pp. 102-103).
En cuanto a esta idea de un fundamento racional y no afectivo de la moral, Gauthier nuevamente manifiesta hallarle la razón a Kant y, por el contrario, no compartir una posición como la de Hume. No obstante, una vez más pienso que se le podría objetar al autor canadiense que resulta un tanto difícil emparentar a Kant con una defensa del sistema de mercado. Entre otros motivos porque no creo que el filósofo alemán estuviera postulando su teoría moral como aplicable a la sociedad humana modelada en términos de vínculos económicos, los cuales, a los ojos de Kant, tal vez serían vistos como relaciones de mutua instrumentalización. Si, para él, esto último constituye