Tres modelos contemporáneos de agencia humana. Leticia Elena Naranjo Gálvez
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En el pensamiento de Gauthier, dado que el mercado, al ser la institución que sirve a la necesidad de mantener la armonía social, aún no se ha gestado de manera perfecta en la realidad, es necesario instituir una serie de normas morales que tendrían como propósito garantizar la no ocurrencia de excesos en los comportamientos egoístas de los seres humanos. Vale la pena destacar que la moral no tendría, entonces, una referencia directa al bienestar del otro; no sería expresión del concernimiento por el prójimo, sino tan solo restricción de la conducta egoísta con miras al propio beneficio.
Según Gauthier, todos los agentes se caracterizan por ser racionales; esto es, por la capacidad de reflexionar y evaluar sus creencias hasta el punto de ser conscientes de ellas, en la medida en que estas se manifiestan verbalmente. De esta forma, surge lo que el autor denomina preferencias consideradas. En este sentido, la moral funciona como un conjunto de normas a las que el agente se adhiere con el fin de garantizar el disfrute de dicha institución; a la par que, como ideal regulativo que tiende a su concreción, el mercado mismo se ve perfeccionado a medida que los agentes interiorizan y acatan las normas sin necesidad de apelar a sanción alguna.
Sin embargo, en su defensa del mercado como instancia que permite la inclusión formal mas no material de la moral, Gauthier incurre en una paradoja: si aquel deseaba promulgar una visión ahistórica de la moral, su defensa del mercado como institución social apetecible para cualquier cultura, tiempo y sociedad, termina por ir en contravía con dicha pretensión conceptual. En otras palabras, Gauthier incurre en una aparente contradicción cuando afirma que una institución cuya emergencia se encuentra históricamente situada es el mayor logro y propicia el mayor bienestar para cualquier cultura y sociedad, con independencia del contexto histórico en el que se encuentra. Con lo anterior, su defensa de la superioridad moral de la institución del mercado introduciría conceptualmente ciertas ideas que ya no serían formales, sino materiales: comprometen la teoría con cierta idea de sociedad que sería preferible a cualquier otra; lo cual parece, más que una consecuencia necesaria de la exposición, un compromiso ideológico que no está suficientemente sustentado.
No obstante, este no es el único inconveniente que presenta la visión de la agencia expuesta por Gauthier. De hecho, la postura de aquel ostenta dificultades en la medida en que la evaluación de las preferencias solo se da en términos de hacerlas cognoscibles al agente mediante su verbalización, dejando de lado criterios externos o normativos que pudiesen cuestionar o avalar el contenido de la preferencia como tal. Nuestro autor, a pesar de querer mantener cierto estatus normativo para este tipo de preferencias, termina por incurrir en una contradicción: al final de su argumentación, queda claro que el único criterio claro para establecer la racionalidad de las preferencias es su mera expresión.
Por último, aunque Gauthier estima que en el mercado perfecto no cabría explotación y, por lo tanto, no sería necesaria la moral, el autor deja de lado, en el marco de sus consideraciones, una diferencia que el mercado perfecto no puede resolver de manera previa al juego del intercambio, a saber: las asimetrías de información. Estas se transforman en un empobrecimiento de la libertad de aquel que ‘sabe menos’ al entrar en actividades de intercambio con el que ‘sabe más’. Se trata de la ventaja típica, por ejemplo, del vendedor sobre el comprador que le permitiría parasitar la situación para aprovechar su ventaja y generar prácticas de injusticia y explotación, debido a la imposibilidad del comprador de una preferencia considerada, ya que, debido a la falta de información, puede terminar eligiendo cosas que no redundan en su propio beneficio.
Notas
1 Ver en Rawls: los conceptos de lo “racional” y lo “razonable”, especialmente en los parágrafos 63 y 64 de Teoría de la justicia, así como su idea de la relación entre la justicia y la moderna teoría de la elección racional, en los capítulos 2 y 3 de Justicia como equidad, y en el parágrafo 1 de la conferencia II del Liberalismo político. En este último (p. 69) se refiere de modo específico, y de manera crítica, al intento de Gauthier de deducir lo razonable a partir de lo racional: “[...] no es posible pensar en derivar lo razonable de lo racional. En la historia del pensamiento moral algunos lo han intentado”. Con relación a este tema rawlsiano, cf. también: Freeman (2007a), Pogge (2007), Scanlon (2003) y Larmore (2003).
2 Esta tesis (ya lo habrá advertido el lector) en principio sería compartida por Rawls, a pesar de la distancia crítica que intenta asumir Gauthier frente a este. Como es sabido, el autor de Liberalismo político también centra su idea de la justicia en la imparcialidad o equidad (fairness) y en la no instrumentalización de los agentes que suscriben su versión, también contractualista, del pacto social. Hasta aquí, por lo tanto, pareciera que la diferencia entre ambos autores reside en que el canadiense insiste en una noción estrictamente maximizadora de la racionalidad que caracterizaría a los agentes que suscriben el contrato; diferencia que, sin embargo y como iremos viendo, traerá consecuencias de la mayor importancia. Adicionalmente, Gauthier es enfático al negar que haya, por parte suya, un interés en la equidad, y menos aún, en la igualdad (1986, pp. 217 y ss.).
3 Cf. Gauthier (1986, pp. 2, 55 y ss.).
4 Gauthier (1986, p. 5). En lo que sigue de estos tres primeros capítulos, a menos que anuncie lo contrario, todas las citas y referencias que haga dentro del texto se tomarán de Morals by Agreement. Anotaré al final de cada cita únicamente el número de página, sin hacer referencia al año de publicación de dicha obra (1986).
5 Ver la crítica de Gauthier a Harsanyi (Gauthier, pp. 3-6, 8, 24, 38, 44, 69-70, 75, 79, 85, 126-127, 146, 149-150, 199-200, 235, 238-245); y ver Harsanyi (1982, 1983 y 1985).
6 En esta oposición entre moral filosófica y moral popular, Gauthier coincide con los utilitaristas contemporáneos, como el mismo Harsanyi o como J. J. C. Smart, si bien creo que uno tendría que concederle a Harsanyi que este, a diferencia de Gauthier y de Smart, sí le reconoce —aunque tal vez muy a su manera— un lugar importante a la moral tradicional. Ver Harsanyi (1982) y Smart (1988).
7 Este señalamiento puede hacérsele, según Robert Goodin (1993), no solo a Gauthier, sino, en general, a todos aquellos que se inscriben dentro de la tradición del contrato social e, incluso, a algunos utilitaristas, como Harsanyi.
8 Me refiero a este aspecto histórico nuestro previendo críticas como las que podría hacerme una autora como Agnes Heller, para quien la imparcialidad y la igualdad ante la ley no siempre ni en todos los contextos han sido la base de los códigos morales. Ver Heller (1990).