Tres modelos contemporáneos de agencia humana. Leticia Elena Naranjo Gálvez

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Tres modelos contemporáneos de agencia humana - Leticia Elena Naranjo Gálvez Ciencias Humanas

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como modelo de sociedad moralmente ejemplar. A lo cual habría que agregar que todo ello se ha argumentado o elaborado con el fin de proveer a la moralidad de un sustento racional, explicando el origen o la necesidad que se tiene de la primera en tanto que respuesta racional a los fallos del mercado; un mercado que paradójicamente, repito, se supone que provee un modelo ejemplar —y moral— de cooperación social. Visto lo anterior acaso podría intuirse que, tal y como antes se mencionó, detrás de todas estas dificultades que se han mostrado esté, finalmente, el interés que creo que es clave para Gauthier: salvar por encima de todo a su modelo de agente pensado como un yo del mercado; como un Robinson libre y egoísta, cuyos únicos lazos con los demás agentes —también robinsones— son solo los exigidos por la viabilidad del sistema económico de cooperación.

      Tal vez por esto último el autor intenta contestar a la objeción que le plantearían quienes pudieran estar preocupados por los efectos moralmente perniciosos que tendría, en quienes viven en sociedades capitalistas, este ethos egoísta, propio del mercado y de sus market-selves. Ante este problema, Gauthier les advierte una vez más a quienes teman estos resultados éticamente indeseables de la socialización para la vida en contextos capitalistas que, por una parte, la pintura de sus homini economici no es tan moralmente tenebrosa como algunos se empeñarían en mostrar. En segundo término, anuncia que él no va adoptar del todo el modelo del homo oeconomicus. Antes bien, dice que posteriormente rechazará buena parte de las características de esta figura y, al final de su libro, incluso le hará los matices necesarios, aportados por su modelo del “individuo liberal”. A diferencia del yo del mercado, este último conserva, anuncia Gauthier, lazos de afecto con sus congéneres, si bien, al mismo tiempo y sin que en ello deba verse una contradicción, seguirá formando parte de una sociedad fundada sobre la base de restricciones morales puramente racionales, i. e., basadas en el autointerés.

      A society that frees individuals from the need to develop affective bonds in order to engage in social interaction may encourage its members to conceive themselves as unrelated individual atoms lacking the potential for developing genuinely affective ties. Market man is a maximizer of non-tuistically based utilities; our account, it may seem gives market-man a morality but denies him any other-directed concern. The particular affective ties that we acknowledged at the beginning [of this subsection] may be only the residue of an image of human beings that we have rejected (p. 104; las cursivas son mías).

      Esta es la primera ocasión en la que nuestro autor menciona el término tuistic, el cual como veremos, adquirirá gran importancia para lo que resta de la argumentación de Gauthier, y para el que no se me ocurre una traducción adecuada. Por ello, me permitiré utilizar el vocablo “tuista”, inexistente en nuestros diccionarios, pero que creo conserva la idea clave para el filósofo canadiense, pues la palabra original designa lo contrario de aquel tipo de valores en virtud de los cuales tenemos en cuenta a otras personas. También se trata de valores propios de las tradiciones morales prefilosóficas, las cuales, como ha insistido Gauthier, no constituyen una adecuada base para una moral racional o para una fundamentación racional de la moral.

      En el siguiente capítulo, me ocuparé de la defensa que hace el autor de su modelo de agente y de sociedad, una vez vistas las fisuras que se le han señalado hasta aquí, sobre todo en lo que se refiere al vacío moral que podría achacarse a dicho modelo. Esta defensa consistirá, como veremos, en la propuesta de una teoría de la justicia con la cual Gauthier busca precisamente dar cuenta de la legitimidad moral de las interacciones entre agentes económicos egoístas. Con esto el filósofo canadiense intentará superar la posible desventaja que podría presentar su “moral por acuerdo” no solo frente a las mencionadas formas tradicionales o “tuistas” de moralidad, sino también tratándose de discursos propiamente filosóficos que igualmente sean “tuistas” y que, por ende, insistan en entender la agencia moral y los vínculos propios de la vida moral como no modelables en términos económicos. Veamos, entonces, de qué manera nuestro autor intenta demostrar que su teoría logra hacer frente a los reclamos provenientes de este tipo de posiciones.

      Conclusiones

      En el presente capítulo, he procurado brindar una caracterización exhaustiva del homo oeconomicus, partiendo de la exposición realizada por David Gauthier en La moral por acuerdo. Todo esto con miras a demostrar las inconsistencias que genera una visión del ser humano como meramente autointeresado y volcado a la maximización de sus preferencias (utilidad). En un primer momento, presenté algunas de las paradojas, cuando no contradicciones, en las que el propio Gauthier incurre con el ánimo de preservar el ideal de ‘pureza’ conceptual bajo el cual esgrime su modelo de agencia. En este sentido, se evidencia que el agente del filósofo canadiense se concibe como moralmente reducido, en virtud de que su racionalidad solo se basa en el cálculo de la adecuación de medios y fines (razón instrumental). Se trata de una visión reducida, así mismo, en tanto que cimenta la base motivacional del agente en razones que solo buscan satisfacer su propio interés, con lo cual la utilidad se convierte en el fundamento de la moral.

      Para la visión autointeresada del ser humano que propone Gauthier, las personas se ven volcadas al espacio público con el propósito de obtener beneficios que, de manera aislada y bajo un actuar guiado únicamente por una racionalidad que contempla tan solo las preferencias del sujeto individualizado e indiferente a la participación de los demás, no podrían obtenerse. De allí que, al menos para esta visión de la agencia, los individuos se vean volcados a interactuar en el plano público, a partir de la institución del mercado para ser más precisos, con el fin de satisfacer las preferencias que se ostentan con antelación a la inmersión en la esfera social. Allí toda posible cooperación se ve supeditada al cálculo instrumental que ve en la alianza una forma de aumentar el propio beneficio; en modo alguno se trata de un interés por el bienestar de los otros, antes bien se presenta el agente modelo como no concernido por sus congéneres.

      Dicho de otra manera, Gauthier propone un modelo de agente que establece sus preferencias de forma solipsista, sin que el contacto con los miembros de la sociedad interfiera en la configuración sustantiva de estas. En cierto modo, esta visión termina por prefigurar un modelo de sujeto aislado y solitario, que busca establecer relaciones sociales solo en la medida en que le resulta más provechoso para la satisfacción de sus preferencias individuales. Para Gauthier, tal modelo de agente tiene en ciernes lo que él considera un ideal de libertad seductor para los hombres contemporáneos: un sujeto autárquico del tipo Robinson Crusoe. Ante las críticas de este modelo, Gauthier terminará por señalar que, si bien desea rescatar varios rasgos del agente como homo oeconomicus, lo cierto es que su agente modelo se verá llevado a una corrección que lo acerca, más bien, al “individuo liberal” que el autor intentará presentar como caracterizado por una mayor sensibilidad moral. Tal es la promesa que evaluaremos en los próximos capítulos.

      Según la lectura de Gauthier, el mercado ideal, esto es, aquel en el cual no se presentan fallos y, por lo tanto, no hay explotación, resulta ser el espacio en el que los sujetos intervienen con miras a satisfacer sus necesidades y preferencias de manera perfecta. Se trata de un espacio en el cual la moral no resulta necesaria como mecanismo de corrección que limita las propias aspiraciones. Ahora bien, dado que no hay mercados perfectos, sino mercados con fallas donde la brecha entre el beneficio propio y el beneficio de todos tiende a incrementarse, la moral aparece como necesaria en tanto que corrige las interacciones económicas del mercado.

      Es importante notar que, con tal estrategia argumentativa, la moral queda reducida a una expresión correctiva de la razón instrumental propia del mercado que, en entre otras cosas, desconoce el papel que juega la afectividad en las consideraciones morales de los agentes que se encuentran en situaciones dilemáticas, donde median lazos de afecto o sentimientos morales. Desde la perspectiva de Gauthier, la acción moral se reduciría a aquella motivada por la consideración del propio beneficio, lo cual no resulta compatible con buena parte de nuestras intuiciones morales que señalan, por ejemplo, como incorrecto e inexcusable el negarse a prestar ayuda a otro en situación de alto riesgo cuando ello no supone un riesgo para la propia situación.

      En

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