Tres modelos contemporáneos de agencia humana. Leticia Elena Naranjo Gálvez

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Tres modelos contemporáneos de agencia humana - Leticia Elena Naranjo Gálvez Ciencias Humanas

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ideal de la agencia humana: la propuesta de David Gauthier, desarrollada en su obra La moral por acuerdo. Luego de identificar los contornos que presenta el agente modélico de Gauthier —su maximizador autointeresado—, intentaré mostrar de qué manera, si se examina la obra de otros dos filósofos contemporáneos, Harry Frankfurt y Charles Taylor, se podrían apreciar mejor tanto los vacíos que cabría atribuir al modelo de agencia que parece obtenerse de la propuesta de Gauthier, como las posibles soluciones o aportes que, frente a dicho modelo, podrían ofrecerse desde los discursos de Frankfurt y de Taylor. La elección de estos autores se debe en primer término a que, a mi entender, de ellos puede hacerse una lectura según la cual se partiría de una idea muy restringida de la agencia moral —expuesta por Gauthier— hasta llegar progresivamente —vía Frankfurt— a otra a la que podemos considerar más rica e incluyente —presentada por Taylor—. En segundo lugar, he elegido a estos autores por la importancia de sus aportes y la solidez de sus discursos, ya que cada uno de ellos, desde mi punto de vista, admitiría ser calificado como paradigmático o representativo de cierta idea de la agencia humana.

      La primera parte de este libro se divide en tres capítulos en los que se expone y analiza la propuesta de Gauthier en su obra La moral por acuerdo, con el fin de extraer el modelo de agencia moral que de ella surge o que en ella se privilegia. Se verá que dicho autor nos muestra una pintura bastante limitada del agente, de su ejercicio de la racionalidad práctica, de las relaciones que establece con otros sujetos, de sus experiencias morales y de la base motivacional que explica sus acciones en el campo moral. Empero, también habría que reconocer que tal modelo del agente humano —homo oeconomicus— es el que parece haberse impuesto sobre sus competidores, tanto a nivel de los discursos —filosófico, económico— como a nivel del imaginario popular de Occidente. Este modelo, a su vez, es indesligable del contexto en el que se desarrollan las relaciones de este tipo de agente con sus congéneres: el mercado, que en Gauthier aparece como el escenario que provee la base normativa para los nexos que puedan establecerse entre los agentes, a quienes se concibe como indiferentes a la suerte de sus semejantes y motivados fundamentalmente por la búsqueda de su propio beneficio. Lo cual, para el autor, está estrechamente relacionado con un ideal moral de libertad representado en la figura de Robinson Crusoe.

      El segundo tipo de elementos, aquellos en los que podemos ver en Frankfurt una suerte de continuidad con respecto a Gauthier, podrían ser sintetizados en dos aspectos: 1) La persistencia de la figura de un agente solitario, que aparece pensado casi que in abstracto, sin contexto y al que, por lo tanto, tampoco se le puede concebir como dando y escuchando razones en un diálogo con otros agentes. 2) La insistencia en un irracionalismo ético, en una postura anticognitivista, relacionada con la ausencia de referentes normativos que permitan explicar mejor la evaluación de los deseos, y que también conecten al agente con aquello que podría contar como buenas razones a los ojos de otros agentes. Si bien, a diferencia de Frankfurt, Gauthier no suscribe en absoluto una postura anticognitivista, pienso que terminaría por pagar el precio de cierta forma de irracionalismo, causado por el hecho de que los alcances de la razón práctica, tal y como él los concibe, se limitarían al cálculo de costes-beneficios quedando, por ende, casi toda la experiencia moral desterrada al campo de aquello para lo cual no cabe el ‘dar razones’.

      Finalmente, en el quinto capítulo, se analizará la propuesta de Taylor, en la cual puede verse la solución a algunas de las aporías a las que se llega en el discurso de Frankfurt, gracias a que en el esquema del primero pueden incluirse y radicalizarse algunos de los aportes de este último. Concretamente, el agente modélico de Frankfurt, la “persona”, podría ser convertida en el “evaluador fuerte” de Taylor, si se supera la falta de recursos para dar cuenta de sus decisiones, para argumentar de cara a otros agentes y, por ende, para que dichas decisiones incluyan, pero también excedan, los límites de aquello que en Frankfurt se denomina lo “volitivo” y que este autor insiste en mantener al margen de lo moral, lo ético y lo normativo.

      En Taylor encontramos un tipo de agencia humana que es capaz de los logros que hallamos en Frankfurt, pero que, además de estos, puede incluir en sus deliberaciones

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