Tres modelos contemporáneos de agencia humana. Leticia Elena Naranjo Gálvez
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Una de las consecuencias que más me interesa resaltar del modelo reducido de agencia que ejemplifica un discurso como el de Gauthier es que termina por considerarse como imposible e ilegítimo cualquier intento de evaluación propiamente racional de las preferencias de los agentes, en especial de aquellas a las que algunos autores designarían como preferencias “fuertes”,3 esto es, el tipo de preferencias en las que los individuos manifiestan sus compromisos éticos o valorativos más fundamentales. Con este resultado y a la vista de las fisuras encontradas en el mencionado modelo, espero que a partir del cuarto y, sobre todo del quinto capítulo, se pueda apreciar con mayor claridad que resulta posible y deseable pensar las piezas que nos permitirían conformar un modelo alternativo; uno desde el cual se haría plausible la idea de que sí cabe hablar de una evaluación de los mencionados compromisos éticos y valorativos. Con ello aspiro a mostrar de qué modo puede argumentarse en pro de la posibilidad de experiencias morales y modos de ejercer la agencia humana apoyados en un uso menos restringido de la racionalidad práctica; modos más complejos que los permitidos por el modelo que se obtiene de discursos como el de Gauthier. Me refiero a formas de experiencia moral, formas de ejercer la agencia moral y formas de deliberar y decidir, a las que creo que resultaría difícil excluir de nuestra experiencia como agentes humanos; a las que tal vez no quisiéramos renunciar, ni tampoco considerar como meras expresiones de nuestra irracionalidad, o de aquello que preferiríamos no tener que evaluar o justificar ni ante otros agentes, ni ante nosotros mismos.
A continuación, en este primer capítulo dedicado a Gauthier se busca identificar las tesis de fondo, la estrategia argumentativa general y los cimientos de su propuesta. En el segundo capítulo, se expondrá su teoría de la justicia, importante dentro del esquema de Morals by Agreement, dado que con ella se busca dotar a dicho esquema del elemento que muchos de sus críticos echarían en falta: un contenido propiamente moral. Este podría haberse difuminado a causa de la insistencia de nuestro autor en el mercado, al que postula como modelo de todo sistema de interacciones humanas y, en estrecha conexión con ello, en la figura del homo oeconomicus, al que postula como paradigma de agencia moral-racional. Finalmente, en el capítulo tercero se concluye el examen de la propuesta de Gauthier, para lo cual se lleva a cabo un análisis de su intento por hacer del homo oeconomicus un personaje menos amoral, mediante su estrategia de mostrarlo más cercano a los entusiasmos y sensibilidades propias de otro personaje fundamental en el discurso del filósofo canadiense: el individuo liberal.
Notas
1 Ver las definiciones de “teoría de la elección racional” y “teoría de la decisión” en: Resnik (1998), Abell (1991), Baron (1993) y Schmidtz (2006), así como en los clásicos de la rational choice theory: Von Neumann y Morgenstern (1953) y Luce y Raiffa (1958).
2 Aquí utilizo el término ‘prudente’ en un sentido distinto a la phronesis aristotélica. Como bien lo muestra Carlos Thiebaut (2005, pp. 75-111) en su texto sobre la prudencia, esta expresión ha sufrido un cambio semántico en virtud del cual ha terminado por designar, sobre todo en el ámbito anglosajón, la virtud del cálculo de las consecuencias de las propias acciones, lo cual no coincide del todo con lo que se entiende como phronesis en el contexto de la Ética a Nicómaco. Cf. Aristóteles, EN, 1140a25 y ss.
3 Tomo este apelativo de Habermas (1990), quien, a su vez hace eco de la expresión utilizada por Taylor (1994).
Capítulo 1
El nexo entre moral y autointerés:
los supuestos iniciales de La moral por acuerdo
La propuesta de Gauthier tiene como eje su tesis de que existe una conexión esencial que, a la luz de las ya mencionadas reducciones de los conceptos de moralidad y racionalidad, tal vez podría parecerle insólita a un lector desprevenido: la relación que, según el autor, une a la moral con el autointerés, es decir, con la búsqueda que cada quien hace de su propio beneficio. El propósito del filósofo canadiense será incluso más ambicioso: mostrar que las normas morales hacen parte de la teoría contemporánea de la elección racional, esto es, del corpus axiomatizado de los principios que deben guiar las elecciones de agentes interesados en maximizar su utilidad, i. e., no en restringirla ni en contribuir a la utilidad de otros agentes.
Creo que en principio esta conexión entre restricciones morales y conveniencia individual no tendría por qué parecernos extraña —y hasta podría antojársenos como algo bastante sensato— si por ‘conveniencia’ se entendiera aquello que, en un sentido amplio, ‘le conviene a’ o ‘es bueno para’ un agente racional; y si ‘moral’ no significara solamente limitaciones al autointerés. Pero, como ya se ha anunciado, esta ampliación de contenido queda excluida del planteamiento del autor, quien insiste, a lo largo de todo su texto, en los sentidos estrictamente reducidos en que deben entenderse moral y racionalidad, si se quieren evitar compromisos metafísicos o filosóficamente injustificables (1986, pp. 6 y 238). Un importante resultado de esta restricción semántica será, como lo iremos viendo a lo largo de la siguiente exposición, que, una vez asumidos los términos de Gauthier, el intento por demostrar esa relación que une, según él, nuestro ser-racional con nuestro ser-moral se tornará en un ejercicio bastante complicado.
1.1. El contrato, la imparcialidad y el rechazo de la moral ‘de fines’. El tipo de agente que surge de este primer esquema
Estas dificultades con las que se encontrará en su intento por establecer que la moral necesariamente se incluye dentro de la conducta maximizadora, para Gauthier no solo explican en buena parte la relevancia de su propuesta, sino que también constituyen un obstáculo que puede y debe ser solventado, acudiéndose, en primer término, a lo que él considera la clave de esta relación de inclusión —repito, acaso insólita a los ojos de un lector desprevenido— entre la moralidad y una racionalidad que está al servicio del autointerés y de la eficiencia técnica: el modelo contractualista sobre el que ha de fundarse la moral. En este orden, Gauthier continúa la tradición moderna y contemporánea del contrato social, pero, en su caso, el sentido en que se asume la racionalidad es claramente el que propone la teoría de la elección racional. Lo cual marca un significativo contraste con otros discursos que también reeditan la idea del contrato, pero asociándolo a concepciones, en mi opinión más amplias, de racionalidad práctica, v. g., el neocontractualismo de J. Rawls.1 A diferencia de lo afirmado por este último, para el filósofo canadiense las relaciones entre contractualismo y rational choice son las que explican el vínculo entre ser moral y ser un maximizador autointeresado. La razón de este nexo que cree hallar Gauthier está en que el contrato social expresa, según él, la característica imprescindible que debe tener un sistema de normas morales para que se lo pueda considerar como racionalmente