Tres modelos contemporáneos de agencia humana. Leticia Elena Naranjo Gálvez
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Dicho de otro modo, por una parte, pienso que habría que concederle a Gauthier que su agente, al tratar de aplicar las reglas de elección racional, las cuales son normativas para ‘cualquiera’ que intente maximizar su utilidad, en este sentido, compartiría con un agente kantiano el interés por tratar de aplicar un principio que, por definición, constituye una instancia normativa, siendo así válido para ‘cualquiera’. Sin embargo, por otra parte, creo que es obvio que, a diferencia del kantiano, el maximizador de Gauthier actúa como un agente individual concreto, autointeresado y parcializado hacia sí mismo y hacia sus fines e intereses.10 La conclusión a la que quiero llevar al lector es que las reglas de elección racional, incluyendo aquellas que se aplican en juegos de cooperación, serían ‘imparciales’ únicamente en un sentido bastante trivial desde el punto de vista moral; un sentido que no parece ser el mismo —mucho más fuerte o importante— en que llamamos ‘imparciales’ a las normas morales con las que intenta cumplir un agente kantiano. Por ello, pienso que bien puede objetársele a Gauthier que ese nexo que, según él, une a la moralidad con la racionalidad maximizadora, es decir, la imparcialidad, aparece como un concepto bastante difuso que carece, por lo demás, de sustancia moral o que se pierde en un mero juego de palabras. Tal vez la imparcialidad a la que se refiere nuestro autor no daría tanto de sí como para constituirse en la base sobre la cual se construya toda una demostración de que las normas morales son una subclase de aquellas reglas de elección racional que guiarían la conducta maximizadora-autointeresada. En breve se volverá sobre este tema, sobre todo en lo que tiene que ver con el modelo de agente que propone el filósofo canadiense.
1.1.2. El agente “no concernido” y sus razones premorales para actuar moralmente. El mercado como modelo de moralidad
Por lo anterior, creo que se hace claro que la preocupación de Gauthier por la neutralidad valorativa y por tomar una distancia crítica y de desconfianza ante la moral tradicional o histórica-culturalmente transmitida estaría, a su vez, enlazada con el modelo de agente moral que puede extraerse de su discurso. Como se verá, es plausible decir que se trata de un individuo que aparece in abstracto, concebido sin lazos con otros agentes y sin contexto histórico. De él solo sabemos que tiene preferencias y que es racional cuando trata de satisfacerlas, esto es, que elige buscando maximizar su utilidad personal (p. 9). Lo interesante es que, de este agente, el autor destacará un rasgo que a los ojos de alguien ajeno a su discurso creo que puede aparecer, por lo menos en principio, como problemático, sobre todo si se busca fundamentar la moral: el agente modélico de Gauthier es un sujeto que no está interesado en los demás. Mejor aún, los agentes racionales que, según él, se deciden a cooperar entre sí, esto es, que optan por restringir su conducta maximizadora y cumplir con los requerimientos de la moral, lo hacen, afirma nuestro autor, por mero autointerés, no porque estén preocupados por sus congéneres. Son, pues, seres mutuamente “no concernidos” (unconcerned) (p. 17), característica fundamental que obedece a la inspiración básicamente hobbesiana que el filósofo canadiense reconoce repetidamente en su texto, si bien, como veremos, en algunos pasajes intentará tomar distancia frente al autor del Leviatán.
En Gauthier, la reedición de la idea del contrato social se realiza, entonces, en clave hobbesiana y en ello creo que encaja, así mismo, otra de sus definiciones: la de “persona”. Como enseguida puede apreciarse, dicha definición no resulta fácilmente compatible con la conocida noción rawlsiana de “persona”, entendida como un ser “racional y razonable”.11 En consonancia con su herencia hobbesiana, la “persona” de Gauthier es un agente racional, i. e., autointeresado, que arribará al terreno moral “secundariamente” y solo en razón de sus intereses, los cuales son previos al encuentro del agente con otros individuos y, por ende, también son previos al surgimiento de la moral. “A person is conceived as an independent centre of activity, endeavouring to direct his capacities and resources to the fulfilment of his interests. He considers what he can do, but initially draws no distinction between what he may and may not do. How then does he come to acknowledge the distinction? How does a person come to recognize a moral dimension to choice if morality is not initially present?” (p. 9).
En este punto creo que el lector podría preguntarse: ¿cómo es que un maximizador autointeresado y no concernido por otros agentes, un individuo que parte de aquello que nuestro autor supone es el terreno no moral o premoral de sus intereses, puede luego arribar al ámbito moral y hacerlo, paradójicamente, en razón de dichos intereses? La respuesta de Gauthier es que puede mostrarse, y él va a intentar hacerlo, que en ello no hay paradoja alguna, puesto que los principios morales se siguen luego de que se establecen los principios de elección racional. De manera que sin asumir ningún compromiso moral previo, sin que se haya partido de algún presupuesto moral, se llega de modo necesario, según el autor, al compromiso con la moral, y ello por razones de utilidad. Dejo de lado, repito, la objeción que podría planteársele a Gauthier, en el sentido de que un compromiso con la imparcialidad (que, como vimos, es la condición con la cual, según él, deben cumplir los principios de elección racional en contextos de racionalidad estratégica) pueda ser visto como algo distinto a un compromiso moral; o que la imparcialidad no sea, de suyo, un valor moral. Para nuestro autor, claramente este no es el caso, pues, según él, los principios morales surgen, en su modelo contractual, de un acuerdo que se suscribe entre agentes maximizadores; acuerdo que tiene lugar en un contexto previo a la moral misma. De manera que, guiados por una lógica estratégica, los agentes se comprometen a cumplir con las restricciones morales, esto es, llegan a la moral por razones no morales. “[…] [Morality] emerges quite simple from the application of the maximizing conception of rationality to certain structures of interaction. Agreed mutual constraints are the rational response to these structures. Reason overrides the presumption against morality” (p. 9).
De acuerdo con Gauthier, esta situación, tal y como es presentada en algunos de los clásicos del contractualismo, concretamente en Hobbes, va a ganar estabilidad, ya que en ella los agentes son descritos como dispuestos a seguir cooperando luego de que han suscrito el pacto social, dado que se enfrentan al poder del soberano, que es la instancia que fuerza a no traicionar dicho pacto.12 Sin embargo, nuestro autor se separa aquí de Hobbes y dice que mostrará las razones que tienen los agentes para seguir cooperando en ausencia de un soberano, razones que se anclan en la necesidad que los individuos tienen de participar, sin sufrir daños, en una estructura de interacción cuyo modelo no es el Estado de Hobbes, sino el mercado. Como se irá viendo en lo que sigue de estos tres capítulos iniciales, esta tesis de la imbricación entre moral y mercado será fundamental en el relato de Gauthier, si bien la insistencia en ella creo que le acarrea muchos problemas a la plausibilidad de su propuesta. El autor busca demostrar que si la moral se hace innecesaria en un mercado perfectamente competitivo (en un mercado ideal), por el contrario, en aquellas sociedades con mercados reales, en las cuales estos pueden presentar fallos,13 se hacen indispensables las restricciones morales, y es por esto que los agentes se comprometen a seguir tales restricciones, no porque se vean sometidos a la coerción ejercida por un soberano. Así, según Gauthier, mercado y moralidad se implican mutuamente al instaurar estructuras de cooperación en las que se armonizan, sin necesidad de coerción,