Tres modelos contemporáneos de agencia humana. Leticia Elena Naranjo Gálvez

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Tres modelos contemporáneos de agencia humana - Leticia Elena Naranjo Gálvez Ciencias Humanas

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lo anterior, la moral se hace necesaria al permitir que el mercado opere como si se tratase de un mercado ideal o perfectamente competitivo, reemplazando de este modo a la “mano invisible” de Adam Smith, al proveer una armonía artificial entre los intereses de los distintos individuos: cada uno buscando su propio beneficio aportaría, sin buscarlo, al beneficio de todos.14 O mejor, el aporte que se hace al beneficio de otros se hace sin coerción, voluntariamente, como una forma de apostar por el beneficio propio. Frente a Hobbes, Gauthier cree que su esquema cuenta, entonces, con la ventaja de la no coerción, que será indispensable para ganar la aceptación voluntaria, no coaccionada de los agentes y, por esta vía, garantizar la estabilidad y la legitimidad del sistema. Así mismo, y como contrapunto al relato de Smith, a Gauthier le interesa resaltar que, puesto que los agentes para los que él está haciendo su propuesta no participan en un mercado ideal, la búsqueda que cada uno de ellos hace de su propio beneficio necesitará de una serie de restricciones —que serían innecesarias en un mercado sin fallos— a fin de que a nadie se le impongan costes forzosos, y que dichas restricciones beneficien a todos. Por ello, se hace indispensable alcanzar un acuerdo racional que cuente con la aquiescencia de todos y en virtud del cual cada uno se comprometa a cooperar. Este acuerdo se dará solo si cada agente calcula que de dicho pacto podrá obtener para sí mismo el máximo beneficio posible que sea compatible con el máximo beneficio que logran los demás, aportando, a cambio, el mínimo posible de sacrificio. En otros términos, el acuerdo deberá cumplir con el principio básico racional del minimax (en contraste con el maximin de Rawls).15 El reto que Gauthier ve ante sí es mostrar las razones para seguir cumpliendo con el acuerdo luego de que este ha sido suscrito. Para ello propone que se distinga entre dos tipos de agente maximizador: aquel a quien el autor define como un maximizador “restringido” o “constreñido”, y al que me referiré como MR; y otro tipo de maximizador al que Gauthier considera un maximizador “irrestricto”, al que llamaré MI.

      1.1.3. El problema de la motivación moral del maximizador constreñido

      El MR es el sujeto dispuesto a cooperar con otros y, por lo tanto, a sacrificar parte de sus beneficios posibles en aras de garantizar una estructura de cooperación menos riesgosa que, finalmente, también le rendirá sus beneficios. En contraste con esta forma de agencia, está la del MI: el individuo no cooperador que no está dispuesto a hacer este tipo de concesiones y de allí que, según Gauthier, tampoco podrá acceder a los beneficios que arroje la cooperación. “We distinguish the person who is disposed straightforwardly to maximize her satisfaction, or fulfil her interest, in the particular choices she makes, from the person who is disposed to comply with the mutually advantageous moral constraints, provided she expects similar compliance from others. The later is a constrained maximizer. And constrained maximizers interacting one with another, enjoy opportunities for cooperation with others lack” (p. 15).

      La figura del MR será la que asuma el papel de un agente moral, o mejor, un agente moral es, para Gauthier, básicamente un MR. A estas alturas creo que el lector bien puede preguntar: ¿qué explica que este tipo de agente quiera comportarse como un MR y no como un MI, o un maximizador sin más? Adicionalmente, ¿qué garantiza que quiera seguir siendo un MR una vez que ha suscrito el acuerdo en virtud del cual ha renunciado a ser un MI, pero que, con posterioridad a este, se le presenten nuevos incentivos para traicionar dicho pacto? En todo caso, para Gauthier, la garantía de ese cumplimiento no puede residir en previos compromisos morales con valores sustantivos, pues esto, además de viciar de no racionalidad y de parcialidad el acuerdo previo, resulta ser, a los ojos de nuestro autor, algo bastante incierto e inestable. Las restricciones morales a la conducta maximizadora tienen que contar, según él, con la aquiescencia racional de los agentes, quienes deben “ver por sí mismos” la racionalidad de dichas restricciones. Estas han de tener un sentido en virtud del cual los individuos se convenzan a sí mismos y por buenas razones que, en su caso, la moral ‘paga’, lo que supone que nadie les fuerce ni les manipule para creer irracionalmente en ella. De allí la importancia que reviste para el autor la característica del no concernimiento mutuo, propia de la actitud de cada agente, tal como ya se mencionó.

      Las restricciones morales deben ser racionales a los ojos de quien está preocupado por su propio beneficio, sin condicionar su motivación para el cumplimiento de ellas a un previo compromiso con el bienestar de los otros; compromiso que se base en valores asumidos pre o extrarracionalmente, tales como los que caracterizan, según Gauthier, a las morales tradicionales o no filosóficas. Nuestro autor estima que su modelo contractualista de la moral permite dar cuenta de esa motivación puramente racional y autointeresada para cooperar. Con ello se gana, según él, la ventaja de ofrecer una concepción “débil” y “amplia” de racionalidad práctica, concepción que aporta una base más firme y menos incierta para la moral (pp. 8 y 16). Solo así podría explicarse de un modo plausible por qué querría alguien comportarse moralmente sin apelar a una noción más ‘fuerte’ de racionalidad que incluyera compromisos morales previos. Al contrario de lo que implica esta última estrategia —errónea a los ojos de Gauthier—, para él la moral debe poderse deducir o ha de poder ser justificada como el resultado lógico de la aplicación de principios de elección racional a situaciones de interacción; principios que tendrían que ser axiológicamente neutros, para que puedan motivar/obligar a cualquier agente racional (pp. 18-20). Tal vez en este punto se podría objetar que nuestro autor considere su noción de racionalidad como más débil, amplia, neutra y moralmente más vinculante que otras nociones alternativas —y ello, además, suponiendo que estos epítetos necesariamente señalen características positivas, lo cual, en mi opinión, no es evidente—. Por otra parte, creo que sorprende que Gauthier no se pregunte, por lo menos en la primera parte de su texto, si una motivación no altruista y no arraigada en compromisos con valores morales previos a un acuerdo de mutuo beneficio ¿acaso no sería tan débil que pondría en peligro la lealtad hacia dicho acuerdo? A lo mejor el lector podría cuestionar: alguien que se comprometa a restringir su conducta maximizadora únicamente en virtud de sus expectativas de beneficio, ¿tal vez no sería, precisamente por ello, visto por sus congéneres como un sujeto de poco fiar, como un ser al que difícilmente se le podría llamar ‘agente moral’? En suma, la cooperación con este tipo de individuo ¿no sería, a lo mejor, percibida como riesgosa por parte de los demás agentes?

      Al final de su libro, Gauthier reconocerá estas limitaciones de su maximizador MR y tratará de mostrar que este se parece menos al homo oeconomicus y más al “individuo liberal”, figura a la cual el autor intentará presentar como caracterizada por una mayor sensibilidad moral. Con estos ajustes posteriores que Gauthier le hará a su agente modélico, veremos que el autor asume que se solventan estos problemas de falta de motivación y de compromiso propiamente moral, de los que puede acusarse al MR. En su momento podremos comprobar si resulta convincente la solución que nuestro filósofo propone para estas dificultades que él mismo crea. Pero las crea, y es lo que por ahora quisiera destacar, al haber atado desde un principio su modelo de agente a la estructura del mercado, o al haber postulado al mercado como modelo de interacción humana y, con ello, al homo oeconomicus como modelo de agente moral. Este problema puede ser visto como el talón de Aquiles de la propuesta de Gauthier. Volveremos sobre este asunto a lo largo de estos tres capítulos, dado que resulta determinante para el modelo de agencia moral y el modelo de racionalidad asociado a dicha agencia.

      1.1.4. El modelo mecanicista, la moral como anomalía y la moderna sociedad de mercado como ‘caso ejemplar’

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