Tres modelos contemporáneos de agencia humana. Leticia Elena Naranjo Gálvez
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Para Taylor, el agente debe ser pensado como un ser atado a una red de significados que la persona supone en sus juicios y elecciones, pero que requieren ser sacados a la luz, mediante un proceso reflexivo de evaluación y autoevaluación, en el cual el agente debe intentar determinar qué es lo más importante o lo más valioso para él, mediante razones que debería poder exponer ante esos otros con los cuales comparte su horizonte de valor o de sentido. Estamos, pues, ante una figura, la del “evaluador fuerte”, que presenta una complejidad significativa con respecto a la “persona” de Frankfurt, pero, sobre todo, con relación al maximizador egoísta presentado por Gauthier. Sin embargo, en el último capítulo, dedicado a Taylor, se intentará mostrar que ser un evaluador fuerte no es un hecho seguro para todos, sino un difícil logro, un telos deseable, pero que también puede ser puesto en peligro por la buena o mala fortuna moral de las personas, sobre todo si se tiene en cuenta el peso que pueda tener la relación con sus otros, de quienes el agente puede recibir o no un reconocimiento, o con respecto de los cuales puede contar o no con las condiciones necesarias para que alcance a asumir frente a ellos una actitud crítica y un mayor despliegue de su autonomía.
No obstante esta última salvedad, también intentaré que puedan verse en Taylor algunos elementos que nos permitirían, en palabras de Nozick, “ir más allá de Hume”,5 en cuanto a la posibilidad de una razón práctica que sea mucho más que “la esclava de las pasiones”, entre otras razones, porque es posible que esta expresión implique también una escisión bastante cuestionable entre la razón y ‘su otro’, escisión6 que tal vez esté a la base de una idea demasiado restringida de la agencia humana, y por la que acaso terminemos por pagar el precio de abandonar los aspectos más importantes de la vida individual y colectiva a la irracionalidad de las ‘razones’ de la fuerza o de los avatares históricos.
Notas
1 Aquí se entenderá al ‘agente’ y al ‘paciente’ bajo un esquema aristotélico de categorías, según el cual al primero se lo considera como un sujeto capaz de actuar y decidir por sí mismo, o como moviéndose a la acción por sí mismo, de tal manera que dicha acción tiene su principio en el propio agente. Por el contrario, el ‘paciente’ sería pensado como un ser que es objeto de la acción de otros, o de fuerzas que escapan a su poder, siendo empujado por dichas fuerzas o voluntades a las que no puede resistirse y de las que no es responsable, puesto que el principio de lo que ‘parece’ que hace el paciente realmente no está en él, sino en dichas fuerzas externas. Esta distinción aristotélica, a su vez, se encuentra ligada a las oposiciones establecidas por la filosofía de la acción del siglo XX: ‘actuar’ versus ‘padecer’; un mero ‘cambio’ o ‘movimiento’ versus una ‘acción’ propiamente dicha. Por otra parte, estas categorías filosóficas son completamente ajenas a los términos económicos ‘principal’ y ‘agente’, entendiéndose por el segundo aquel que opera con el fin de obtener beneficios para el primero —v. g., el empleado que produce para el empleador; el directivo que produce para el accionista—. Cf. Aristóteles. Organon-tratados de lógica, L. I. Categorías; Davidson (2001).
2 Rawls (1996, conferencia II, § 1, pp. 69-70).
3 Strawson (1995); Habermas (1994a).
4 Habermas (1990).
5 Nozick (1995, p. 91).
6 Sobre las sospechas que pueden caer sobre esta escisión, ver la crítica que hace I. M. Young a las dicotomías propias de lo que ella, tomando prestada la expresión de Adorno, denomina como una “lógica de la identidad”. Cf. Young (1990, pp. 96-121).
Primera parte
La imbricación entre agencia moral ‘reducida’ y racionalidad maximizadora:
la propuesta de Gauthier
En los siguientes tres capítulos analizaré la propuesta de David Gauthier en su obra Morals by Agreement, con el fin de señalar los aspectos que conformarían lo que, a mi entender, admite ser visto como el revelador retrato de un tipo de agente moral al que me permito llamar ‘reducido’. Este apelativo se debe, en primer lugar, a que creo que el agente así modelado por el autor canadiense se caracteriza por hacer un uso exclusivo de cierta forma de racionalidad práctica a la que, como intentaré mostrar, también podría considerarse como reducida: la racionalidad de la eficiencia de medios a fines o la racionalidad estrictamente técnica-instrumental. En segundo lugar, las razones que dicho agente tendría para actuar conformarían una base motivacional que, así mismo pienso, puede ser descrita como reducida, en tanto se trata de razones que colapsan finalmente en el mero autointerés.
Esta doble reducción explica, a su vez, una tercera, en la que confluyen las otras dos: en el modelo presentado por Gauthier la disposición que tenga el agente para con sus congéneres y, por ende, para guiar su conducta por normas morales que le vinculen con ellos, se origina igualmente en una motivación autointeresada. A esta se remitirían en última instancia las razones que podría válidamente aducir, según nuestro autor, cualquier agente moral que pretenda justificar sus acciones como racionales. Por lo tanto, son este tipo de razones las únicas que legítimamente darían cuenta del uso correcto que, para Gauthier, debe dársele a la expresión “racionalidad práctica”. El filósofo canadiense sostiene que dicha racionalidad solo puede ser entendida como aquella que está orientada a la maximización de la utilidad esperada por parte de agentes racionales; y ‘racionales’ en el estricto sentido de la moderna teoría de la elección racional (rational choice theory).1 Se trata de agentes que con la elección de sus acciones solamente buscan satisfacer sus preferencias u obtener el logro eficiente y eficaz de sus fines, de una manera tal que cada objetivo conseguido por parte de un agente sea pagado por este al menor coste que le sea posible.
El intento de Gauthier se centrará en llevar a cabo lo que él entiende como la única fundamentación propiamente racional de la moral, por la vía del mostrar que son este tipo de razones ancladas en el autointerés y no en otra forma de motivación, v. g., el altruismo o el compromiso con bienes que el agente juzgue como más importantes que su propio beneficio, las que explican el hecho de que individuos definidos como autointeresados tengan motivos