Antología. José Carlos Mariátegui
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![Antología - José Carlos Mariátegui Antología - José Carlos Mariátegui Biblioteca del Pensamiento Socialista](/cover_pre631846.jpg)
Y es que, como aseguraba entonces el socialista confeso que ya era Mariátegui, “el internacionalismo no es solo un ideal; es una realidad histórica”.[30] Es decir, no solamente un horizonte estratégico para el proletariado, sino un aspecto constitutivo del paisaje contemporáneo que se abría ante sus ojos. El peruano parecía así recoger (y, en cierto sentido, actualizar) la perspectiva de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, cuando señalaban que “mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países”.[31] Solo que, prolongando esa clave –la de dar un sustrato material y corpóreo a la tradición del cosmopolitismo filosófico que remite a Kant, como propone en la actualidad el geógrafo marxista David Harvey–,[32] para Mariátegui eran la fisonomía que adquiría la prensa moderna y las dinámicas mundiales emergentes en la arena de la comunicación las que disponían ese novedoso escenario. Desde esa posición, en muchos de los cientos de ensayos que escribió para las revistas de actualidad de Lima de 1923 al momento de su muerte en 1930, Mariátegui no solo se mostró como un avezado comentador del panorama político y de las más sofisticadas expresiones estéticas de su tiempo, sino también de facetas de lo que Renato Ortiz denominó “cultura internacional-popular”.[33] Así, en esos textos pueden leerse retratos de celebrities como Isadora Duncan, Charles Chaplin o la actriz italiana Francesca Bertini,[34] o de intelectuales de renombre mundial como el francés Romain Rolland o el indio Rabindranath Tagore.
El conjunto de ensayos que compone la obra madura de Mariátegui puede leerse entonces como una serie persistente de asedios a, como escribía al inicio de La escena contemporánea, “los elementos primarios de un bosquejo o un ensayo de interpretación de esta época y sus tormentosos problemas”.[35] Y no solamente en ese, su primer libro de 1925, sino en secciones como la referida “Lo que el cable no dice”, o la prolongada saga que llama “Figuras y aspectos de la vida mundial”. Allí podía, por caso, ponderar los avances del socialismo en el Japón, u ofrecer una radiografía de las tensiones políticas y étnicas de la nueva Yugoslavia nacida tras la guerra.[36] En esos textos, aún se aprecian resabios de la formación juvenil de Mariátegui como cronista, a pesar incluso de su expresa voluntad por desarrollar un tipo de escritura destinada a trascender la función periodística. Así lo manifestaba en un reportaje en el que se le preguntaba por su método de trabajo:
–¿Cómo hace usted para vivir al corriente de la actualidad internacional y referírnosla sin engañarse y sin engañarnos? […]
–Recibo libros, revistas, periódicos de muchas partes, no tanto como quisiera. Pero el dato no es sino dato. Yo no me fío demasiado del dato. Lo empleo como material. Me esfuerzo por llegar a la interpretación.[37]
Dentro de esa apuesta, los ensayos de Mariátegui constituyen en efecto tentativas por desentrañar los contornos de la “época”, una noción omnipresente en sus escritos. El período que se ha abierto con la Gran Guerra y la Revolución Rusa, que examina sin prejuicios tanto en sus pormenores como en sus líneas directrices, requiere asimismo de “una actitud mental y espiritual radicalmente nueva”.[38] A menudo, es la escisión entre lo que llama “dos concepciones de la vida” (una “revolucionaria” y otra “decadente”, una “encantada” y otra “desencantada”, una acorde a la atmósfera romántica de posguerra y otra encadenada anacrónicamente a la sensibilidad burguesa de la Belle Époque) la que provee la vara con que juzga la ubicación de figuras y movimientos contemporáneos, por encima incluso de divisiones ideológicas entre socialistas, liberales o fascistas.[39] En coincidencia con esto, y contra lo que habitualmente se ha destacado, el prisma epocal de Mariátegui conlleva el predominio de categorías relativas al tiempo (lo nuevo frente a lo decrépito, el alba y lo matinal en oposición al crepúsculo, aquello que nace versus lo que eclipsa o tramonta) por sobre aquellas vinculadas al espacio y, por extensión, a una localización específicamente latinoamericana o nacional.[40] Así, si al evocar a José Ingenieros en ocasión de su muerte Mariátegui puede afirmar que el argentino “era, sobre todo, un hombre sensible a su época”, alguien que había alentado el movimiento de renovación de las nuevas generaciones actualizando su propio credo, ello se debía a que “percibió que la guerra abría una crisis que no se podía resolver con viejas recetas”, y a que en la Revolución Rusa “vio, desde el primer momento, el principio de una transformación mundial”; así, también, al trazar en paralelo los perfiles idealistas del francobritánico Edmund Morel y del peruano Pedro Zulen, Mariátegui establece su consanguinidad a la distancia al señalar que “bajo los matices externos de ambas vidas, tan lejanas en el espacio, se descubre la trama de una afinidad espiritual y de parentesco ideológico que las aproxima en el tiempo y en la historia”.[41]
Vanguardismo, cultura del libro y literatura mundial
Los años europeos fueron pródigos en experiencias vitales y adquisiciones intelectuales. Fue entonces cuando, en cursos y lecturas que se procuró vorazmente, Mariátegui aquilató su cultura marxista.[42] También, cuando desde las corresponsalías que envió al diario El Tiempo (agrupadas luego por sus hijos en otro de los volúmenes de la edición popular de su obra, Cartas de Italia), ofreció algunas de las primeras radiografías que se publicaron en América Latina sobre el emergente movimiento fascista, que a su regreso a Lima continuó examinando en los textos que componen su “Biología del fascismo”, la sección que abre La escena contemporánea.[43] Pero además, durante su estancia europea la sensibilidad de artista que traía consigo se volcó decisivamente hacia las vanguardias estéticas. En Europa Mariátegui se zambulló en el mundo de las artes visuales y, favorecido por su amistad con el pintor argentino Emilio Pettoruti, se hizo asiduo visitante de exposiciones y galerías. Por esa vía, entró en contacto con círculos del futurismo italiano y, en los meses que vivió en Berlín antes de retornar a Lima, se vinculó a Der Sturm, espacio de intensa actividad en esos años en la promoción de las artes experimentales internacionales que dirigía el galerista de orientación comunista Herwarth Walden.[44] A partir de allí, la pregunta por las formas que asumían las relaciones entre arte y política se instaló en el centro de la reflexión intelectual del autor de los 7 ensayos, como evidencia su persistente atracción por el surrealismo.
El ánimo vanguardista del que Mariátegui se embargó se iba a expresar en la iniciativa en la que, en su corto pero fulgurante trayecto vital, depositó mayores energías y anhelos: su revista Amauta, que publicó desde Lima entre 1926 y su fallecimiento. El proyecto, que traía consigo desde Europa –y cuya puesta en marcha se demoró por la grave crisis de salud que en 1924 le deparó la pérdida de una pierna–, tenía como foco principal agrupar al movimiento de hombres y mujeres “vanguardistas, socialistas, revolucionarios” que se sintieran aunados por “su voluntad de crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo”.[45] A pesar de su amplitud, en esa presentación inicial de la revista Mariátegui aclaraba que “Amauta no es una tribuna libre, abierta a todos los vientos del espíritu. […] Rechaza todo lo que es contrario a su ideología”.[46] Y sin embargo, a lo largo de su itinerario los nexos entre vanguardismo estético y vanguardismo político estuvieron lejos de ser unívocos. Si en el ya citado ensayo “Arte, revolución y decadencia” Mariátegui tomaba distancia frontal de las concepciones que juzgaban posible y aun deseable una esfera artística independiente de la política, en la llamada “polémica del indigenismo” respondía a las acusaciones de eclecticismo de Luis Alberto Sánchez señalando que Amauta era hospitalaria a una pluralidad de posiciones, dado que “ha venido a inaugurar y organizar un debate; no a clausurarlo”.[47] Del mismo modo, el reforzamiento de una identidad socialista en el editorial “Aniversario