Antología. José Carlos Mariátegui
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![Antología - José Carlos Mariátegui Antología - José Carlos Mariátegui Biblioteca del Pensamiento Socialista](/cover_pre631846.jpg)
Lo anterior no significa que, más allá de esas oscilaciones, nuestro autor haya carecido en cuestiones estéticas de una orientación (una brújula, decíamos al comienzo, utilizando un término que él mismo empleó).[49] Esa perspectiva se aprecia en sus consideraciones del problema del realismo literario, que abordó directa o tangencialmente en muchos de los numerosos ensayos que a su regreso de Europa publicó sobre libros y temas de la vida intelectual. Subyugado como estaba por el experimentalismo de las vanguardias, por regla general Mariátegui fue crítico del naturalismo realista y de la literatura edificante. También, de la efímera corriente literaria francesa autodenominada “populista”, que asociaba a la demagogia y al populismo sin más. Según llegó a escribir, “sobre la mesa del crítico revolucionario, […] un libro de Joyce será en todo instante un documento más valioso que el de cualquier neo-Zola”.[50] De igual modo, en la saga de textos que dedicó a las expresiones de la “nueva literatura rusa”, destacaba la épica de las escenas revolucionarias, pero también las ambigüedades y zonas oscuras de los personajes, por ejemplo con relación a la sexualidad (tendencia que atribuyó al extendido influjo del “freudismo”, entendido como un fenómeno cultural que trascendía la obra de Freud).[51] Si bien Mariátegui murió antes de la codificación del realismo socialista soviético, su sensibilidad y sus búsquedas con seguridad habrían chocado con ese credo.
Ciertamente, todo ello no implicaba una desconexión entre literatura y realidad. “El poeta” –escribía a propósito de Rilke– “es también, y ante todo, el que recoge un minuto, por un golpe milagroso de intuición, la experiencia o la emoción del mundo”.[52] Solo que si para Mariátegui un “nuevo realismo proletario” era posible, lo era a condición de emerger investido de los fueros de la fantasía y la imaginación instalados por el surrealismo,[53] que también para él –como para Walter Benjamin– representaba algo así como la “última instantánea de la inteligencia europea”.[54]
Pero dentro de su abundante producción ensayística sobre fenómenos literarios, Mariátegui no solo fungió como crítico de textos, sino también como alguien preocupado por los aspectos materiales de la cultura del libro (una dimensión de sus intereses a la que casi no se le ha prestado atención). En una serie de artículos dedicados a ese campo, podía detenerse en la situación de sus distintos actores –autores, editoriales, traductores, libreros– y ofrecer un diagnóstico crítico tanto de la Biblioteca Nacional limeña (“paupérrima”, a la que no llegaba “ni un solo gran diario europeo”) como de la deficiente circulación internacional de libros en el continente.[55] Mariátegui buscó intervenir de diversos modos dentro de ese pobre panorama, montando junto a su hermano Julio César una editorial propia (Minerva) y haciendo de Amauta un receptáculo vivo de la literatura, el ensayo y las revistas culturales internacionales. La “crónica de libros”, que número a número solicitaba a su círculo colaborador, mantuvo siempre en su publicación un lugar privilegiado. Pero además, sus propias recensiones críticas en Mundial y Variedades a menudo incluían comentarios de las tendencias recientes del mundo del libro y las geografías de la edición. Así, mientras consignaba que “los libros de Henri Barbusse se cuentan entre los que más pronto y solícitamente son traducidos al español”, advertía que “el remarcable muestrario de novelas de la nueva Rusia que tenemos traducidas al español no alcanza […] a representar sino fragmentariamente algunos sectores de la literatura soviética”; y al tiempo que lamentaba que “a D’Annunzio lo hemos conocido y admirado en las mediocres, cuando no pésimas, traducciones españolas”, dado que “en Italia se traduce mucho”, sugería aprender la lengua del poeta para “acercarse a otras literaturas, más pronto y concienzudamente vertidas al italiano que al español”.[56] En suma, desde su recodo limeño Mariátegui se propuso participar en la creciente red global de intercambios literarios y en el proceso de la literatura mundial.[57]
Indigenismo y realidad peruana
Como parte de los artículos que escribía cada semana, hacia 1925 Mariátegui comienza a elaborar los estudios que conformarían su libro a la postre más célebre, los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. La sección “Peruanicemos el Perú” de la revista Mundial –que Mariátegui asumió en reemplazo de su iniciador, el periodista Gastón Roger, a pedido de la dirección del semanario–, fue el espacio que dio primer cobijo a esos textos. Otro estímulo provino del indigenismo que modeló a Amauta, desde los ensayos, cuentos y poemas de muchos de sus colaboradores, a su estética gráfica e incluso su nombre (propuesto por el pintor José Sabogal, autor de la mayoría de sus portadas, en vez del que Mariátegui había imaginado al comienzo, Vanguardia).[58] Y es que, como sugirió Robert Paris, la originalidad que usualmente se atribuye a los 7 ensayos queda resignificada si se atiende a su contexto de producción. Al fin y al cabo, en ese mismo momento otros ensayistas –como César Ugarte, Luis Valcárcel, Abelardo Solís, Hildebrando Castro Pozo, Jorge Basadre o Manuel Seoane– proclamaban también la necesidad del estudio de la realidad peruana, y realizaban aportes en esa dirección.[59] Asimismo, Amauta compartía su orientación indigenista con otras revistas culturales peruanas del período, como el Boletín Titikaka o La Sierra.
Lo que otorga entonces originalidad al libro de Mariátegui no radica en su objeto (los “problemas peruanos”) ni en sus flexiones indigenistas. “Los 7 ensayos”–escribe un año después de su publicación– “no son sino la aplicación de un método marxista”.[60] El estudio de una realidad delimitada ofrece a Mariátegui la posibilidad de desplegar un programa de investigación inspirado en la hipótesis materialista auspiciada por Marx.[61] Tal lo que ocurre en varios de los ensayos del libro, y muy especialmente en “El problema del indio”, el texto en el que busca intervenir dentro del debate indigenista a través de un “nuevo planteamiento” basado en una perspectiva clasista y materialista.[62] Pero todo ello no impide que en sus análisis sociohistóricos los factores culturales y subjetivos continúen teniendo eficacia causal como parte incluso de procesos de índole económica.[63]
Mariátegui tiene al menos otros dos fuertes incentivos al internarse en sus estudios de la realidad peruana. El primero, de orden estético-político: el indigenismo es en el Perú el proveedor de materiales para la emergencia de lo nuevo. Es, como se evidencia en el célebre ensayo dedicado a la literatura que cierra su libro, aquello que da cuerpo en su país a la vanguardia, la temática que permite sincronizar a los núcleos de jóvenes intelectuales emergentes en Lima y en provincias con el ánimo de ruptura pregonado en el mundo por las nuevas generaciones. El segundo, de carácter político-estratégico: según explica nuestro autor,
el socialismo ordena y define las reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y en el Perú las masas –la clase trabajadora– son en sus cuatro quintas partes indígenas. Nuestro socialismo no sería, pues, peruano –ni sería siquiera socialismo– si no se solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas.[64]
En ocasiones, esa anhelada conjunción de socialismo e indigenismo busca asentarse en elementos de la sociabilidad indígena que a juicio de Mariátegui provienen de estructuras heredadas del llamado “comunismo incaico”.[65] Y ello asociado a la invocación, que realiza en otro artículo, de una “tesis revolucionaria de la tradición” (la posibilidad de que elementos del pasado sean selectivamente recreados por las vanguardias en sus proyectos de futuro).[66] Pero en otros momentos, el peruano ve el despertar indígena como efecto de las incitaciones que circulan a escala mundial: “La levadura de las nuevas reivindicaciones indigenistas es la idea socialista, no como la hemos heredado instintivamente del extinto Inkario, sino como la hemos aprendido de la civilización occidental”.[67]
Y es que el Perú no aparece desligado, en el análisis de Mariátegui, de fenómenos transnacionales y globales. “La mistificada realidad nacional no es sino un segmento, una parcela de la vasta realidad mundial”,