Demografía zombi. Andreu Domingo
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Esa narrativa, en su vertiente moralizadora, acabaría articulándose alrededor de los topoi propios de la llamada política de austeridad, culpabilizando a las víctimas —ese mantra de «vivir por encima de las propias posibilidades» que se nos ha repetido hasta la saciedad—, pero junto a esa vía capellanesca, desde el primer momento se nos propuso el retorno a la peor cara del malthusianismo. De este modo, el crecimiento de la población, su estructura y las migraciones, volvieron a ser los protagonistas —en sus propias palabras, «la semilla de distopía»—, de ese terrorífico cuento, que poniendo el apocalipsis (demográfico) como argumento y horizonte pretende que aceptemos la inevitabilidad del infierno neoliberal (en su versión neodarwinista).
La coincidencia en 2011 con la operación de marketing de la División de Población de Naciones Unidas consistente en la celebración del habitante 7.000 millones con el fin de recaudar más fondos sirvió de pretexto y acicate. Como sabemos, ese no era un recurso nuevo. Al revés, por no retrotraernos al propio Malthus, en 1968 fue utilizado como ariete, disfrazado de medioambientalismo a partir de la ya citada obra de Paul Ehrlich.
La transformación e incremento de la presencia del concepto de resiliencia en los informes del wef refleja esa metamorfosis más extensa que convierte en una característica individual que puede ser promovida y aprendida, tanto que va invadir desde los manuales de autoayuda que pretenden enseñar resiliencia hasta los memorándums sobre seguridad nacional de los estados, sin que falten los cuentos infantiles. Esa transformación toma el futuro como catástrofe, ligándolo necesariamente con el discurso de la seguridad. Asume el horizonte distópico como el más probable cuando hablamos de demografía: el demodistópico. Pero no nos engañemos, se piensa que la crisis económica es una catástrofe inevitable y que la resiliencia resulta una estrategia y atributo personales. Así se ha devuelto a la esfera de lo individual lo que surge siendo producto de la economía y la sociedad. Parece que no se trata tanto de cambiar lo colectivo como de corregir al individuo, de ahondar en las técnicas de subjetivación en las que se interiorizan las leyes del mercado. Esta visión comporta un giro coperniquiano a la concepción de la gobernabilidad como gestión de poblaciones, y no para bien.
Con todo, la fascinación por el abismo que parece encandilar a los propios cuentacuentos tradujo inmediatamente esa renovada problematización de lo demográfico al miedo a la entropía social. Así, las preguntas, que noche tras noche se susurraban los creadores de escasez, a medio camino entre la sorpresa y el cinismo: ¿cómo lo aguantan?, ¿dónde está el límite?, o ¿hasta cuándo?, se materializaron en el temor a la inestabilidad política. Inestabilidad producto del descontento popular por la pauperización de las clases medias y trabajadoras europeas que, según los vates de Davos, ponía de manifiesto la fragilidad del Estado. Lo que para el mundo desarrollado era una creciente preocupación, en los países emergentes se tornaba pánico a las revueltas, ante la polarización social galopante y la constatación de que los beneficios de la llamada «ventana de oportunidades» o «el bono demográfico» de hecho solo fueran aprovechados para incrementar exponencialmente la riqueza de unos pocos a costa de la plusvalía obtenida de la mayoría. Por último, nos encontraríamos con el terror a las revueltas, a la presión migratoria que alimentaría el terrorismo, producto de haber dejado en la cuneta definitivamente a buena parte de los países en vías de desarrollo gracias, entre otras cosas, a las recetas del Fondo Monetario Internacional, haciendo así autocumplirse la profecía huntingtoniana que se presentó como alternativa «realista» al optimismo de Fukuyama. En los procelosos mares del mercado empezaron a correr las liebres neoliberales y por sus montes las sardinas. Mientras tanto, la demografía se convertía en el chorro de tinta que ocultaba la fuga hacia delante del calamar neoliberal. El discurso sobre la población, forma parte del dominio neoliberal. Descubrir como «relato» el análisis de los riesgos globales, su descarada manipulación ideológica, no debería hacernos menospreciar su efectividad: no solo es ideología enmascaradora, si se quiere, utilizando viejas referencias analíticas, y un profuso argumentario para legitimar sus políticas, debe ser considerada la exposición de una metodología que mediante la gestión de los riesgos globales es capaz de colonizar el futuro. Para explicar el malestar creado por la salida de la crisis por la puerta falsa de la austeridad, y la eclosión de los movimientos populistas que cuestionan a la clase política y a un sistema democrático liberal que ha fomentado la corrupción y ha cargado sobre las espaldas de los ciudadanos los mayores costes de la crisis, el Foro Económico Mundial recurrirá a señalar a la demografía y a la cultura, explicando que su incapacidad para asimilar la rapidez de la evolución del sistema productivo y los cambios económicos que conlleva.88 Las migraciones y el envejecimiento de la población actúan como elementos que incrementan la sensación de amenaza identitaria que promueven el liderazgo de «hombres fuertes» carismáticos, y que explica el éxito de la posverdad, como la imposición de la emotividad sobre la racionalidad (por supuesto del lado del mercado). Ese argumento tomado prestado de Ronald Inglehart y Pippa Norris,89 permite presentarse a los factótums de Davos como equidistantes de las turbulencias de los populismos de izquierdas y de derechas que, con su énfasis proteccionista y su oposición al establishment, representan un elemento disruptivo de la globalización.
Próxima parada: la cuarta revolución industrial. En el informe de 2016, más que los previsibles riesgos apuntados, el cambio climático —coincidiendo con la cumbre de París celebrada el 12 de diciembre de 2015— o las «migraciones involuntarias a gran escala» —después de la crisis de los refugiados del verano de 2015—, lo que ya se subrayaba era la emergencia del argumento de las consecuencias de la transición hacia la llamada «cuarta revolución industrial», cuestión estrella de 2017. Gestionar esa transición a ese nuevo paradigma, se nos dice, resulta crítico para mantener y mejorar las economías estables y las sociedades prósperas. El objetivo último es construir resiliencia alrededor de ese reto inapelable. Más allá de la utilidad ideológica, legitimadora pues, nos encontramos frente a las consecuencias para el futuro de la lectura perversa sobre la relación entre la población y el mercado. A esa lectura nos vamos a referir en el próximo capítulo.
10. Beck, Ulrich (1986), Riskogesellshaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne. Suhrkamp Verlag.
11. Edwald, François (1986), L’État Providence. París: Grasset.
12. Bloch, E. (1998) [1959], The Principle of Hope. Chicago: MIT Press.
13. Beck, Ulrich (2013), German Europe. Cambridge: Polity Press.
14. Utilizamos la definición de «la ideología de mercado basada en la libertad individual y un gobierno limitado que relaciona la libertad humana a las acciones que de forma racional se toman para beneficio propio en el marco de un mercado competitivo», Stedman Jones, Daniel (2012), Masters of the Universe. Hayek, Firiedman, and the Birth of Neoliberal Politics. Princeton: Princeton University Press, p. 2.
15. Bazzicalupo, Laura (2016) Biopolítica. Un mapa conceptual. Santa Cruz de Tenerife: Editorial Melusina, p. 98.
16. Friedman, Milton (1962) Capitalism and Freedom. Chicago: Chicago University Press.
17. Walter, François (2015), Catastrophes. Une histoire