Elecciones 2018 en Colombia. Varios autores
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Ted Brader, en su libro Campaigning for hearts and minds. How Emotional Appeals in Political Ads Work (2006), señala que dos tipos de sentimientos, aparentemente opuestos, son los que dictan el voto de los electores, en pro de un candidato o en contra de algún otro: se trata de la esperanza y el miedo. Según el autor, casi todos los anuncios buscan producir emociones y la mayoría de estos también dan un argumento lógico al votante para votar por el candidato. Sin embargo, el componente emocional domina al elemento lógico3.
En la campaña de 2018, estas emociones son movilizadas para fortalecer a los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta. Izquierda y derecha hablan de esperanza, que representa su candidatura, y de miedo, encarnado por el contrincante. Resulta interesante resaltar que mientras Petro habla de esperanza para el futuro, Duque ubica este sentimiento en el pasado. En los spots “Petro presidente” o “Pasar la página” se ilustra cómo, para la izquierda, “hay esperanza” hoy por lo que representa la candidatura de Petro para mañana: “una nueva era de paz” y el fin de la oligarquía que siempre gobernó a Colombia en detrimento del pueblo. Mientras tanto, para Duque “vuelve la esperanza”, un sentimiento que el candidato ubica en el pasado, cuando el uribismo estaba en el poder y que puede regresar gracias a la llegada de un candidato uribista a la presidencia. La frase que enuncia el candidato en cada spot: “Soy Iván Duque y juntos vamos a recuperar la esperanza” se inscribe dentro del marco de la narrativa uribista según la cual el santismo fue un periodo nefasto para el país, por culpa del abandono de la política del expresidente Uribe y por aliarse con el enemigo del país que son las FARC. Ahora, se trata de recuperar este sentimiento de esperanza conjuntamente con el candidato que encarna la vuelta del uribismo al poder.
El regreso del presidente Uribe al mando en cuerpo ajeno fue justamente el fantasma que la campaña petrista agitó para congregar a los antiuribistas alrededor del candidato de izquierda, argumentando que un retorno del uribismo –con aliados de otros sectores de la derecha– pondría en juego la estabilidad institucional, llevaría al país de regreso al conflicto interno y restringiría libertades públicas y derechos alcanzados por las minorías (Semana, 2017).
Por otro lado, el uribismo alimentó la narrativa en la cual Petro era el aliado del presidente venezolano Nicolás Maduro y que su llegada a la presidencia era sinónimo de la instauración del “castrochavismo” en Colombia, con lo que los colombianos se imaginan acerca de este régimen: dictadura, represión, penurias, pobreza extrema, colapso de la economía, expropiaciones de los bienes de la gente, obligación de huir del país. Una encuesta revela que en marzo de 2018, a pocas semanas del principio oficial de la campaña presidencial, el 68 % de los colombianos afirman que el tema que más les genera temor e incertidumbre es la posibilidad de que Colombia se convierta en otra Venezuela (Caracol, 2018). Esta epidemia del temor también afectó al sector empresarial alarmado por el abandono de la economía petrolera prometido por Petro. Para terminar, la participación en política de la FARC, con un candidato propio a la presidencia, terminó de convencer a los colombianos de apoyar al candidato de derecha.
La estrategia del miedo no es nueva y fue usada en múltiples escenarios electorales colombianos, latinoamericanos y, sin duda, mundiales. Es notable que el discurso que infunde miedo resulta rentable para las estrategias de campaña, capitalizando y exacerbando los temores de los ciudadanos. En el caso de 2018, el fantasma del “castrochavismo” ha sido quizá su figura más poderosa con la posible “venezolanización” de Colombia y el peligro de que la FARC llegue al poder.
No obstante, podemos anotar que las apelaciones al miedo no tuvieron el efecto unificador que suponía a la hora de unir fuerzas contra el enemigo común. La batalla de los miedos en la campaña electoral de 2018, al contrario, tuvo un enorme potencial para polarizar (Semana, 2017). En esta ocasión, el temor no aglutina en torno a una causa común, sino que se utiliza para fortalecer discursos antagónicos. Este análisis hace eco de lo enunciado por Ted Brader, cuando afirma que el sentimiento del miedo es más estratégico que el de la esperanza para quien quiere congregar los electores a su favor, dado que los discursos que apelan a sentimientos como el entusiasmo hacen que las personas mantengan la decisión electoral que ya habían tomado con más confianza; mientras que las alocuciones que apelan al miedo llevan a los individuos a reconsiderar sus decisiones electorales.
No obstante, Brader explica que la respuesta emocional de los espectadores depende de si apoyan o están en contra del candidato que presenta el mensaje. En otras palabras, el efecto de las emociones en los votantes depende de sus predisposiciones políticas; no será tan fácil cambiar su posicionamiento. Por tanto, los anuncios que apelan al entusiasmo tienden a hacer que las personas que apoyan de antemano al candidato lo sigan haciendo, mientras que sus detractores se acercarán más a sus oponentes. Esto es lo que Brader llamó el corolario de la polarización. Esta teoría explica por qué Duque y Petro congregaron en un primer momento a sus electores gracias a sus mensajes basados en la esperanza y después intentaron abrir su base electoral hacia el campo adverso haciendo uso del miedo, dado que “los promocionales que apelan al miedo aumentan la probabilidad de que las personas cambien sus puntos de vista de acuerdo con la nueva información que reciben” (Brader, 2006, p. 72).
Por último, la investigación señala que el contexto electoral también es relevante para el tipo de anuncios producidos. En competencias muy cerradas, en las que la diferencia entre el ganador y el perdedor es menor de 6 % (como fue en el caso de Duque y Petro antes de la segunda vuelta), hay una prevalencia significativa de mensajes que buscan producir temor en relación con los que buscan producir entusiasmo. Lo contrario sucede en competencias más holgadas. Esto explica por qué en competencias más cerradas todos los candidatos con posibilidades de ganar tenderán a buscar que el electorado revalúe su decisión electoral en su beneficio y explica también por qué, al final de la campaña, Duque y Petro centraron sus narrativas sobre el miedo, más que sobre la esperanza.
Estas narrativas del miedo fueron acertadas para los dos candidatos en cuanto tuvieron un efecto positivo en términos de cifras. El ascenso de Gustavo Petro en las encuestas y las imágenes de sus enormes manifestaciones en la plaza pública produjeron pánico en el establecimiento y fortalecieron a Duque. El país se dividió en dos extremos y los candidatos que representaban opciones de centro quedaron borrados (Semana, 2018f). El temor de convertirse en Venezuela hizo que muchas personas decidieran votar por Duque para atajar a Petro. Por el otro lado, la progresión de Duque en la intención de voto a medida que pasaban las semanas hizo crecer el espectro del regreso de Uribe y el temor entre los antiuribistas que plebiscitaron al candidato de izquierda.
Con narrativas antigobierno y antisistema, fundadas en un sentimiento de miedo contra el cual solo un héroe puede luchar, los dos finalistas se enfrentaron en la contienda electoral. La tabla 6 recoge estos elementos.
TABLA 6. ANALÍTICA DE LOS RELATOS DUQUISTA Y PETRISTA. EJE DE ANÁLISIS: LA ESTRATEGIA DEL MIEDO
Duque | Petro | |
Enfoque de la narrativa | Antigobierno | Antisistema |
Storyline | Liberar
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