Nueva antología de Luis Tejada. Luis Tejada

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Nueva antología de Luis Tejada - Luis Tejada

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y uniformado no debe disparar jamás en ningún caso contra un pueblo justa o injustamente indignado.

      Ya imaginábamos que tendríamos en contra muchas honorables opiniones. Y hasta por una especie de prolepsis habíamos prevenido algunas de las objeciones probables que podrían oponerse a una concepción alta y nacional del Ejército. Pero, ya iremos exponiendo a lo largo de nuestra labor unas cuantas ideas que tenemos aún para respaldar aquellos juicios que se han creído absurdos. Porque aquí lucharemos incansablemente por la neutralización y nacionalización del Ejército, por el ennoblecimiento de esa institución que el señor Roa y sus secuaces están convirtiendo en una guardia de mamelucos, sin honor y sin vergüenza.

      Bien sabemos que en muchas partes, aun en algunos grandes países americanos y europeos, el Ejército es casi sólo un instrumento gubernamental y que en Berlín se ha ametrallado muchas veces a las turbas y en Buenos Aires se fusila hoy a los obreros y en Francia se abalea en ocasiones a los labriegos y a los huelguistas.

      No debemos avergonzarnos de que, desde una de estas pequeñas tribunas, se hable alguna vez en nombre de la humanidad y que, de cuando en cuando, nuestra débil voz tenga una intención trascendente.

      Rigoletto, “Editorial”, Barranquilla, 11 de abril de 1919.

      24 Seudónimo literario del presidente Marco Fidel Suárez.

      Un cargo tremendo

      Dos inofensivos discípulos de los revolucionarios rusos

      Un amigo nuestro, joven, católico y conservador, crítico de literatura y empleado público además (o por eso), certifica ayer desde El Pueblo la aparición del bolshevismo en Barranquilla, y nos adjudica a nosotros la tremenda culpabilidad de ser los implantadores, propagadores y poco menos que practicantes de aquellas desconocidas doctrinas moscovitas. Dice que Rigoletto es la “mejor bocina” del bolshevismo atlantiquense y que desde aquí, con cierta malicia insinuante y suave, se esparce la semilla de aquel credo terrible.

      En realidad, no hay nada de eso, sagacísimo amigo: sólo se ha comentado aquí modestamente alrededor de dos o tres de esa palabrejas alarmantes que están hoy de moda: socialismo, anarquismo, bolshevismo, pero no hemos exteriorizado amor encendido por cualquiera de ellas, y tal vez no estaríamos dispuestos a dejarnos crucificar por ninguna. Nuestra hoja, como una pequeña lámina vibrante, ha recibido apenas débilmente las poderosas corrientes ideológicas que hoy entretienen la atención y nutren la opinión del mundo.

      Un diario bolshevista no tendría, por otra parte, nada de particular: los hay en Francia y Norteamérica, en Suiza, en Italia y la Argentina. La propaganda de los señores revolucionarios rusos ha llegado a un grado prodigioso de intensidad: fundan periódicos, dictan conferencias y hasta hace poco viose, en las calles de Ginebra y de Berna, el automóvil desde el cual los delegados de los Soviets predicaban abiertamente sus doctrinas. Pero a nosotros, modestísimos muchachos de excelente corazón y menos peligrosas intenciones, no nos verá por ahí el prevenido articulista, pidiendo a grandes voces la supresión de la propiedad privada y el libre acceso a las cajas repletas de los banqueros. Quizá no llegaríamos tampoco hasta el extremo de querer amputar personalmente ciertas testas ministeriales, pues nuestras tímidas manos no serían capaces de tamaño acto de justicia.

      Hemos sentido, lo confesamos, cierta íntima simpatía por el movimiento ruso, la simpatía indefinible que experimenta siempre el que se inclina con interés expectante sobre una teoría nueva o desconocida. Es posible que esa prodigiosa conmoción equivalga y traiga para un mundo futuro las mismas felices consecuencias que la Revolución Francesa trajo al mundo de hoy. Pero eso no significa que nos identifiquemos totalmente con los procedimientos extremistas y feroces de los mayoristas rusos, así como no amamos los excesos repugnantes de aquel populacho iluminado y desharrapado, que saqueaba las Tullerías en las jornadas de agosto.

      La libertad es casi siempre engendrada por el crimen. Para odiar el crimen, ¿hemos de amar la libertad?

      Y para concluir: ¿no cree el colega que la aclimatación del maximalismo en Barranquilla es, por lo menos, tan exótica como la de las ideas monárquicas del señor Charles Maurras? Ambas tendencias son como la flor de una larga y compleja evolución ideológica, a que nuestro pueblo, un poco primitivo, no ha llegado todavía.

      Rigoletto, “Editorial”, Barranquilla, 14 de abril de 1919.

      Crónicas de 1920

      El Espectador de Medellín, columnas “Mesa de redacción” y “Gotas de tinta”

      El Espectador de Bogotá, columna “Gotas de tinta”

      La tiranía de los microbios25

      Esta mañana he leído por casualidad una excelente crónica del doctor Alfonso Castro, publicada hace varios días. Se dicen allí cosas muy hermosas a propósito del agua y de su influencia regeneradora sobre los pueblos. Para nuestro distinguido facultativo, la fórmula del progreso se reduce a esta bella y sencilla palabra: agua.

      Muy bien. Soy partidario del baño cotidiano y creo que todo buen ciudadano debe, como Poncio Pilatos, lavarse espiritual y materialmente las manos, con cierta necesaria frecuencia. La limpieza moderada y suficiente es amable, y puede hasta ayudar a conservar la salud. Como no es dudoso que ayude a conservarla también la suciedad.

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