Aprendiendo con Freud. Lou-Andreas Salomé

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Aprendiendo con Freud - Lou-Andreas Salomé Logoi

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style="font-size:15px;">       (jueves, 21 de noviembre de 1912)

      Furtmüller expuso que Freud «retrocedía en último término a realidades únicas, mientras que Adler las había reducido a manipulaciones del psiquismo». Sin embargo, esto no es cierto pues, si observamos con mayor detenimiento estas realidades sólo llegan a desaparecer en Adler porque, en última instancia, se pone al abrigo epistemológico de una apariencia de lo vivido «como si». Pero como no se trata de esto, sino de la orientación práctica, resulta de nuevo necesario distinguir y separar la posible apariencia de una tal vivencia, es decir, de poner nuevamente en su lugar «lo psíquico» y lo «real»; y en este punto reaparece Freud exigiendo seguir el rastro de lo psíquico hasta allí donde nos sea posible por medios psíquicos, es decir, hasta el punto en que ya no nos queden más que manifestaciones somáticas y éstas están condicionadas por la sexualidad; en cierto modo estamos inscritos por su causa en un todo situado más allá de nuestro yo. Con independencia de lo que el juego de la psique haga con ellos, no saldrá, en este campo, del punto de vista de lo dado que concierne al contenido, pues de la simple «sensación orgánica» somática hasta ella no se eleva ningún puente.

      Esta impresión mía se ha visto reforzada por la conferencia que ha pronunciado el propio Adler sobre la homosexualidad (sobre todo casuística).38 El homosexual que describe, y que en el fondo no existe, crea su propia ficción homosexual no a partir de sus «realidades», sino que se aleja totalmente de ellas, extraño a toda realidad, del mismo modo que gusta hacerlo al neurótico: no es un neurótico por ser homosexual, sino que es homosexual porque es neurótico, y porque precisa de esa ficción. Un homosexual de pulsión primaria formará en lucha contra pulsión tan real, una ficción opuesta y totalmente distinta a fin de «asegurarse» contra ella. Y tan sólo es en los llamados normales en quienes las realidades y las intenciones psíquicas se estimularán mutuamente hasta edificar una personalidad homogénea.

      Stekel hizo acto de presencia en el círculo y fue citado muchas veces en las conferencias. A pesar de haberme sentado (esta vez con Ellen) junto a una mesita lateral, ha venido hasta mí y me ha interpelado acerca de Freud; hemos discutido. Me hablaba como invitada de Adler y en consecuencia no podía provocar un escándalo; Ellen y yo nos hemos marchado aprovechando el descanso. Stekel hizo lo propio. Una vez en la calle, y ante numerosos testigos, tuvo que responder negativamente a mi pregunta de si suscribía las opiniones que Adler acababa de manifestar.

      Aún dejando al margen su presencia aquí en las presentes circunstancias, me doy cuenta de que tendré que dejar de asistir a los coloquios organizados por Adler. Es indudable su interés, pero no es ese el problema.

      FÍSICO Y PSÍQUICO

      Los «fundamentos somáticos de las neurosis» según Adler. Naturalmente que existen, pero es algo de lo que ignoramos todo. Ocurre lo siguiente: cuando accedemos a la más íntima de nuestras experiencias es muy poco lo que sabemos sobre sus equivalentes corporales; y a la inversa, allí donde se nos muestran fácilmente procesos corporales fracasa el acompañamiento psíquico de los mismos. La razón de ello debe ser entendida, en mi opinión, filosóficamente (y constituye la razón por la cual el célebre «paralelismo»39 no puede llevarse a cabo). Ocurre que entendemos por «corporal» simplemente aquello a lo que no podemos acceder psíquicamente, aquello que no sentimos, sin más, como idéntico a nuestro ser, y que, en consecuencia, situamos a distancia, es decir, diferenciamos de lo psíquico. «No poder explicar psíquicamente», o «tener que explicar corporalmente», esto es, situar como «material», es una y la misma cosa. En consecuencia: el que los procesos corporales deban permanecer oscuros para nosotros, como equivalentes de los psíquicos, es algo del todo comprensible; no nos queda otra solución que investigar cada campo con su método, yendo tan lejos como nos sea posible, pues metodológicamente hablando, todo queda dentro de cada uno de los terrenos. Nunca ni en ninguna parte debe establecerse una relación causa-efecto entre ambos, y su unidad no puede ser captada más que por la mirada de un dios; y no resulta evidente «espinocísticamente» más que para el filósofo, jamás para el empirista.

      En aquellos puntos en que más se aproximan entre sí ambos métodos y ambos mundos, allí donde dejamos de interpretar «psíquicamente» o donde tenemos que empezar a hacerlo «corporalmente», hablamos, con mala conciencia, inseguridad y doble sentido, de procesos cerebrales, del sistema nervioso o del estado de las glándulas endocrinas; y si se manifiesta un trastorno, una enfermedad, se nos hace presente precisamente por ese nombramiento de «cuerpo» y «espíritu» que nos hace sentir corporalmente los padecimientos psíquicos y que nos lleva a soportar espiritualmente lo corporal. También puede ocurrir que una enfermedad de apariencia psicógena pueda parecer tratable medicamente, o que una «condicionada» físicamente, pueda ceder gracias a una influencia psíquica. (Ocurre que los internistas quieren determinar hallazgos tóxicos en la sangre en el asma bronquial. Y al revés: cauterizaciones nasales contra la masturbación, etcétera).

      ¿No es acaso destacable también que nos parezcan como las menos claramente diferenciadas precisamente aquellas partes de nuestro cuerpo que consideramos como las más estrechamente ligadas a las manifestaciones de orden psíquico, como ocurre con el cerebro y la médula espinal (materia nerviosa)? Masa pastosa protegida por la cápsula ósea que la encierra, o en un fino y pequeño cordón sin peculiaridades discernibles por nuestros ojos. Al otro lado, el mundo maravilloso y sin fin de lo exterior, de una fisis «de espíritu deportista», de la que nunca dejan de aprender todos nuestros sentidos y pensamientos. (Una objeción más contra esos señores ocultistas, que «materializando» lo físico, no ofrecen, precisamente por ello nada psíquico, pero tampoco la más mínima materia).

      No podemos hacer accesible nada a nuestro entendimiento si no lo hemos previamente casi «personificado», y a la inversa, si no plasmamos lo psíquico en imágenes del mundo exterior; transformar lo anorgánico en símbolos psíquicos e ilustrar lo espiritual en sus actos por medio de procesos de sustancias básicas asimismo inaccesibles.

      EL CURSO DE TAUSK

       El sexo y yo

       (martes, 26 de noviembre de 1912)

      En la discusión, el estudiante de ojos verdes ha estado de nuevo muy incisivo. Observa adecuadamente que el olvido por represión es considerado todavía como un proceso puramente mecánico, mientras que a «las representaciones sustitutorias» parece precederlas una intención.

      Aunque Tausk tiene una curiosa mala cara, enarbola muy bien su bandera como director del curso. Algunas de sus expresiones a lo largo de la discusión me han parecido exactamente freudianas en exceso; por otra parte nunca se le podrá echar en cara lo contrario.

      Según la mayor parte de las obras de Freud, el hombre civilizado aparece en el fondo como un triste salvaje ya domado y su sublimación, ayudada por el salvajismo reprimido, adopta un carácter esencialmente negativo; la pulsión y la civilización contrastan del mismo modo a como lo hacen el mundo interior y el exterior. En Freud, parece relacionarse todo aquello con el concepto de narcisismo, que debe comprender simultáneamente y de manera indiferenciada, la pulsión sexual y la pulsión del yo; pero en última instancia, de tal modo que todo aquello que se hace activo en el yo se presente especialmente como hostil a la sexualidad; en consecuencia, el fin de cualquier cultura aparece como un debilitamiento continuo de lo pulsional, ¡como una estremecedora transfiguración! En realidad, la salud significa siempre un equilibrio entre ambas, y la neurosis, un trastorno entre las mismas; ello significa que el yo, desembocando en el mundo civilizado, debe hallar en él aquellas formas inmediatas que le permitan descargar toda su fuerza pulsional. Pues la cultura no se limita a estar frente a él, sino que expresa también su ulterior desarrollo, propio e individual (análogamente a lo que sucede en el desarrollo corporal, en que la represión de las zonas erógenas,40 si bien viene provocada por una prohibición exterior, redunda en provecho de lo genital al concentrar

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