Aprendiendo con Freud. Lou-Andreas Salomé
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(Miércoles, 11 de diciembre de 1912)
Se ha alabado demasiado la conferencia pronunciada por Winterstein;56 incluso, se le ha recompensado con una salva de aplausos y gritos de bravo. Y ello gracias a que no jugó limpio, tal y como suele suceder en tantas y tantas conferencias, alcanzándose como resultado la más absoluta confusión en torno a la cuestión prioritaria, pues todos beben en las mismas fuentes.
Algunos pasajes francamente buenos: por ejemplo, la consideración de hasta que punto la libido se extendía originariamente sobre todo y sobre todos, hasta que, a expensas del todo, se intensificó en individuos aislados (alcanzando el concepto de amor propiamente dicho) de tal manera que ahora cosas diversas que en el pasado fueron hechos, ya no nos parecen más que simples símbolos.
Al término, observó Freud que quizá pudiéramos explicar la consciencia —en comparación con la actividad de los sentidos en relación con el mundo exterior— como aquello capaz de crear cualidades a partir de adquisiciones cuantitativas.
Su segunda observación fue característica y me llenó de contento: si tuviera que pronunciarse, a lo que menos objetaría sería a que se le asociara en el terreno de la filosofía a un cierto dualismo. Quien como Freud elimina la filosofía de su campo de acción, se afirma filosóficamente en el rechazo de la palabrería monista, y en la consideración de las amplias y profundas posibilidades empíricas que le son ofrecidas por una perspectiva dualista.
La opción de Winterstein tenía esencialmente por objeto el demostrar que el problema del psicoanálisis consiste en probar a la filosofía que los sistemas derivan de la naturaleza misma de sus autores,57 y que ello puede ser inferido psicoanalíticamente. Admitámoslo. Pero también podemos añadir lo siguiente: el que alguna cosa pueda ser considerada como producto de la personalidad, y que con ello se limite su valor de verdad objetiva significa, en la actualidad, algo muy distinto a lo que podía significar en el pasado, cuando se utilizaban estos argumentos para oponerse a las exigencias y a la arrogancia de las verdades metafísicas. La personalidad es reconocida hoy en día como un factor decisivo incluso en la formulación del pensamiento más abstracto, y se ha convertido, sin perder por completo su carácter personal, en algo más amplio y capaz de aceptar la parte de verdad que debe ser asumida algo más objetivamente. El modo como las cosas son reconocidas —aparentemente de modo subjetivo— y también degustadas, experimentadas o realizadas, es decir, creadas para la propia vida, se ha convertido ya en un procedimiento y adquirimos la idea de que esta valoración (de apariencia puramente personal) de la verdad no se halla tampoco tan alejada de la realidad como pudimos creer en momentos de sobrevaloración del pensamiento lógico; y del mismo modo a como lo afectivo es necesario para la representación y la comprensión lógica porque fija nuestra atención, también a la inversa, los valores permanentes, los valores vitales personalmente aprehensibles nos descubren conocimientos del ser.
En ninguna época que no fuera la del psicoanálisis hubiera podido abrirse paso una opinión semejante, pues nunca como hoy hemos sentido nuestro conocimiento como algo tan relacionado con lo que nosotros somos, ni nuestro ser se ha visto tan aligerado de las limitaciones estrechamente personales, y es por ello que puede seguirnos hasta penetrar con nosotros en esa enorme profundidad, tan indisolublemente unida a la vida, que no podemos distinguir de nosotros mismos. El viejo precepto filosófico: «¡Conócete a ti mismo!», no es ya un problema ético, sino vital, y no problematiza el conocimiento de lo que debe ser, sino el Ser mismo. Diariamente en el ambulatorio de neurología con Tausk, gracias a la gentileza de Frank-Hochwart (director de la Clínica Neurológica) que nos permite analizar de 9 a 1; en bata blanca. Escalofriante el caso de la paranoica. Aunque Tausk se esforzó infructuosamente por conseguir un aplazamiento, ya está en el manicomio.
CURSO (VII)
Terapia de las neurosis. Transferencia. Intelecto y afecto
(sábado, 14 de diciembre de 1912)
La última antes de las vacaciones de Navidad, para mayor descanso de Freud; incluso se ha confundido y ha dicho: final del semestre.
Sobre terapia de las neurosis; ha alcanzado su objetivo cuando el beneficio de placer de la neurosis se ha vuelto innecesario. Involuntariamente se tiende a pensar: si la neurosis se fundamenta en la ganancia de placer ello proviene de que se manifiesta psíquicamente: tenemos la impresión de que las enfermedades orgánicas existen independientemente de nosotros, y que tan sólo benefician al tumor o a la esclerosis, pero no a nosotros mismos; por el contrario, las más increíbles e inútiles formaciones y transformaciones psíquicas no constituyen más que una forma de imposición de «nosotros mismos», y, consecuentemente, el intento de curación significará en primer término una derrota y depresión nuestra. Incluso la vida psíquica más afectada por la enfermedad es a pesar de todo «vida» en todo su milagroso significado y no podemos influir violentamente sobre ella —es decir, incidir desde el exterior— en su intimidad sin dañarla y limitarla, al menos en apariencia. Respecto a la transferencia.58 No debe actuar tan sólo como mera sugestión ya que ésta se halla limitada por la ambivalencia neurótica: es por ello que resulta necesario que el psicoanálisis haga posible el acceso a la consciencia y a la comunicación, lo que se consigue con ayuda de la transferencia pues ésta contribuye al debilitamiento de las resistencias; por otra parte, la sola concienciación no basta, pues su utilización afectiva no alcanza a ser aprovechada más que en virtud de la transferencia, de la convicción. Freud traduce aquí «transferencia» por «respeto, inclinación», incluso cuando se refiere a la transferencia sobre un objeto paterno; no menciona la raíz sexual, que tanto sorprendió a Bjerre59 hasta el punto de hacerle rechazar toda la teoría de la transferencia. Creo que: el origen sexual, que goza de todas las simpatías, tendrá muy especiales brotes en el neurótico, pues éste regresa a lo infantil y de este modo alcanza finalmente el punto en el que las raíces psíquicas surgen del terreno de lo físico.
Lo que piensa Freud, es decir, que lo intelectual depende de lo afectivo podría verse ampliado diciendo que todo aquello que llamamos genial surge del hundimiento de las resistencias afectivas. La persona más banal no tendría que superar ninguna; el neurótico no se hallaría en condiciones de hacerlo; para el hombre creador, por el contrario, la creatividad resulta del constante incremento de los procesos del trabajo espiritual por el debilitamiento de su estructura. Del mismo modo que la enfermedad debe tender a su curación, la salud debería exponerse con optimismo al riesgo de verse debilitada y por sí misma transformada, ya que las barreras y los muros comprometen tanto los aspectos más íntimos de nuestra vida como puedan hacerlo los abismos, y caso de morir petrificado o destrozado, el resultado final será siempre el mismo: la muerte. Pero en lugar del dolor y de la necesidad que pueden arrastrar al neurótico a la curación, el hombre sano conserva su temor al sufrimiento, y ello constituye su «triste placer», a pesar de que la vida no es algo «vivo» más que allí donde no existe placer, sino procreación, es decir, donde tiene lugar una síntesis de dolor y felicidad, de desesperación y de éxtasis.
EL ANALISTA Y EL ANALIZADO
Tausk afirma (y el único que comparte su opinión es Gebsattel)60 que el tratamiento psicoanalítico aliena al que lo recibe (pero la mayoría insiste en la facilidad de la contratransferencia sexual)61 y que la fragmentación de la labor, además, no favorece tampoco una visión personal de conjunto. Ello proviene, naturalmente, de dos causas fundamentales: en primer lugar, de que el bisturí del cirujano nunca ha contribuido a embellecer un rostro, y en segundo lugar, a que el descubrimiento de las capas más profundas conlleva la disolución de la expresión personal en manifestaciones comunes y corrientes; además de una anatomía común, también poseemos un inconsciente común (lo que despierta también simpatía, aunque de distinta manera). Pero creo que existe un tercer motivo que subyace al método que aplicamos. Me refiero a la contradicción (inmodificable) inherente a la utilización