Meditaciones sobre la oración. Carlo Maria Martini

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Meditaciones sobre la oración - Carlo Maria Martini Sauce

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en generación.

      Él hace proezas con su brazo,

      dispersa a los soberbios de corazón,

      derriba del trono a los poderosos

      y enaltece a los humildes;

      a los hambrientos los colma de bienes

      y a los ricos los despide vacíos.

      Auxilia a Israel, su siervo,

      acordándose de la misericordia

      –como lo había prometido a nuestros padres–,

      en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.

      María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

      El episodio de la Visitación, seguido del canto del Magnificat, es el primer fragmento de Lucas sobre el que vamos a pararnos para entender cómo rezaba María. Querría empezar esta reflexión con el mismo ánimo con que un poeta contemporáneo ha presentado este episodio:

      ¡Con qué voz cantaste, María!

      Los antiguos salmos

      parecían brillar

      con luz nueva

      y fundir las colinas,

      y todos los pobres

      aún te oyen.

      Y querría rezar: «Señor, que por el don de tu Espíritu has inspirado en María esta oración de alabanza y de agradecimiento, concédenos a nosotros y a todos los pobres del mundo que aún escuchan esta oración y que la hacen resonar dentro de sí, que podamos escucharla de nuevo con aquel cariño, con aquella plenitud de alabanza y con aquella alegría con los que tu Madre la cantó por primera vez».

      ALEGRÍA Y PERPLEJIDAD

      Lo que pretendemos ante todo es entender el sentido del episodio en el que se inserta la oración del Magnificat. Es un episodio que debe intercalarse entre dos anuncios y dos relatos del nacimiento: el anuncio a Zacarías y al anuncio a María, por un lado (que ocupan gran parte del primer capítulo de Lucas), y el relato del nacimiento de Juan y el de Jesús, por otro (que ocupa la última parte del primer capítulo, así como el segundo capítulo completo).

      Entre estos dos anuncios y estos dos relatos está, como un entreacto, la narración de la Visitación y el canto del Magnificat. Se trata de un episodio que nos hace entrar en el misterio de la psicología humana de María, permitiéndonos entender qué ha ocurrido en ella, qué se ha movido dentro de ella después del gran acontecimiento en que, de repente, se ha visto implicada sin ni siquiera presentirlo: entrar en el plan de Dios. ¿Cómo ha vivido María este hecho, qué ha ocurrido exactamente?

      Después del anuncio del ángel, María es una persona a la que ha sido entregado un gran secreto que cambia su vida, que la implica intensamente y que la llevará a vivir una experiencia completamente diferente de la que se había imaginado. María lleva en el corazón este secreto y no puede explicárselo a nadie.

      Ciertamente se trata de un secreto que muy bien podría llenarla de júbilo, pero también es embarazoso y doloroso. El evangelio de Mateo nos hace entender el peso de este anuncio: ¿cómo explicarle a José, su prometido, lo que ha ocurrido?, ¿como hacerlo creíble?, ¿como hacerle entender el misterio de Dios que se ha manifestado en ella?

      María se encuentra en la situación de quien, teniendo algo grande dentro de sí, algo que le da al mismo tiempo alegría y responsabilidad, querría comunicarlo, querría hacerse entender, pero no sabe a quién ni cómo. En esta soledad, penosa y dolorosa, recorre el camino hacia Judea para ir en ayuda de Isabel.

      Muchas veces también a nosotros nos sucede lo mismo: tenemos dentro algo y no encontramos a nadie a quien comunicárselo de verdad; no tenemos confianza en que alguien pueda entendernos y escuchar la alegría o el dolor que sentimos.

      LA AMISTAD DE ISABEL

      María se encamina hacia la montaña de Judea y, entrando en casa de Zacarías, saluda a Isabel. «En cuanto Isabel escuchó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: “¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”».

      De repente, sin necesidad de palabras, María se siente comprendida, siente que su secreto ha sido captado por quien podía intuirlo en el Espíritu Santo; siente que lo que le ha ocurrido –el misterio de Dios– ya es comprendido por otros, y que es entendido con amor, con benevolencia, con confianza. Se siente acogida y plenamente comprendida, de modo que da cauce a toda la plenitud de los sentimientos que habían quedado comprimidos en su corazón hasta ese instante. Ahora que otra persona ha podido intuir su secreto, María se siente libre interiormente y puede exclamar a grandes voces lo que lleva dentro; puede expresarse a través de una amistad discreta y atenta, y a un corazón capaz de comprenderla. Y he aquí que rompe a cantar y a proclamar lo que había meditado largo tiempo, durante el viaje.

      ¡Cuán importante es el valor de una amistad que nos entienda y que nos ayude a desbloquearnos, que nos permita sacar fuera lo que llevamos dentro de bueno o quizá de malo! María se expresa cantando y exultando, pues su ánimo está lleno de alegría.

      UN CANTO DE ALEGRÍA

      Leyendo cuidadosamente su canto vemos que empieza con el sujeto «yo»: mi alma, mi espíritu. Al principio es ella misma el centro de todo: su experiencia, su alegría, su explosión emotiva. Sin embargo, enseguida el sujeto se transforma: «Se alegra mi espíritu en Dios», porque él –y de aquí en adelante el sujeto es Dios– ha mirado la humillación... ha hecho obras grandes... su misericordia llega... Él hace proezas... dispersa a los soberbios... derriba a los poderosos, enaltece a los humildes... ha colmado de bienes... despide vacíos a los ricos... auxilia a Israel.

      La estructura del canto parte de la experiencia personal. María grita lo que tiene dentro –glorifico a Dios, exulto–, para enseguida describir lo que Dios hace. Hay una perfecta fusión entre el aspecto subjetivo personal, la experiencia inmediata de la persona que reza, y su trasposición a la contemplación de la obra de Dios, en la que la persona se siente integrada. Está claro que también María habla de sí, pero todo es contemplación de sí misma en el plan de Dios, en el gran Misterio en que ya ha entrado.

      CONTEMPLAR A DIOS EN EL MUNDO COMO EXPERIENCIA PERSONAL

      Sería interesante preguntarse si seríamos capaces de hacer las afirmaciones de María o, por el contrario, si no estaríamos tentados de hacer las afirmaciones contrarias, de carácter escéptico y desesperado, es decir, afirmar que los soberbios triunfan, que los poderosos dominan desde sus tronos, que los humildes son humillados, que los hambrientos se multiplican y que los ricos siempre se enriquecen más. Aquella que nosotros llamamos «mirada realista sobre las cosas» queda desmontada en la contemplación que María hace de las obras de Dios.

      ¿Es María quien esboza un cuadro ideal de la realidad o más bien somos nosotros quienes no logramos captar exactamente las dimensiones de lo real? De algún modo, tanto lo uno como lo otro es verdad. En efecto, algunos salmos, contrariamente al Magnificat, dicen que ya no hay verdad entre los

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