Meditaciones sobre la oración. Carlo Maria Martini

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Meditaciones sobre la oración - Carlo Maria Martini Sauce

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en mi corazón».

      UN MENSAJE DE SALVACIÓN PERSONAL

      Si repetimos las palabras de Simeón dejando que resuenen dentro de nosotros, nos percataremos de que son las palabras clave de la experiencia de salvación: la paz, la palabra de Dios, la salvación, la luz, la gloria, Israel, las gentes... En tres líneas tenemos un compendio de toda la teología bíblica.

      No son pocos los fragmentos de la Escritura en que se encuentra semejante riqueza de palabras clave. Por ejemplo, en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, Pedro está en casa de Cornelio, toma la palabra y dice: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier nación, todo el que lo teme y practica la justicia, le resulta agradable. Él envió su Palabra a los israelitas, anunciándoles la Buena Noticia de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos» (Hch 10,34-36). La palabra de Dios, la paz, la buena noticia de la salvación, la universalidad de los pueblos y, en ese marco, Israel.

      En la oración podemos reflexionar sobre cada uno de estos elementos. Yo me quedo con el último: la oposición, que es complementariedad, entre el pueblo de Israel y todas las gentes. La salvación de Dios, que viene de su palabra y que conduce a la paz, pasa por el pueblo, del que es gloria, y se convierte en luz de todas las naciones. Según el misterioso designio de Dios, su palabra, que trae paz y salvación, pasa a través de algunos para llegar a muchos. Pasa por el misterio de la elección, por el que algunos son llamados «para otros», algunos son consagrados para que sean luz «para otros».

      Ese es el misterio que nosotros vivimos juntos como comunidad cristiana. Estamos llamados a profundizar una experiencia de oración no para nosotros mismos, sino para todas las gentes. La experiencia que Dios nos ofrece es una experiencia que debe iluminar a todos. Partiendo de lo que ahora vivimos y de la superación de las dificultades, estamos al servicio de muchos.

      «Gloria de tu pueblo, Israel, luz para iluminar a las naciones». Esta es la palabra de Dios, la palabra de la salvación que está en Jesús y que se nos comunica para que sea patrimonio de todos.

      LOS OJOS QUE SABEN LEER

      La estructura de la oración de Simeón es muy sencilla. Hay una solicitud: «Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz»; y luego la motivación: «Porque mis ojos han visto tu salvación, que has presentado ente todos los pueblos, luz para alumbrar a las gentes y gloria de tu pueblo, Israel». Se trata de una oración que supone una gran tensión interior, un sufrimiento experimentado durante toda una vida. Supone que este hombre de fe ha llevado adelante su existencia caminando como justo y con temor de Dios según la Ley, pero sin poder ver nunca el objeto de su esperanza.

      Ahora puede rogar así porque durante muchos años ha deseado la gloria de su pueblo. Lo ha visto desanimado, afligido, oprimido, y ha mantenido la esperanza. Ha esperado ver la luz que ilumina a todas las naciones, prometida por Isaías, y lo ha esperado mientras las naciones pisoteaban a Israel. Ha visto la crueldad, el horror de las naciones, y su espíritu se ha fraguado en el dolor y el deseo.

      ¡Pero ahora ve! He aquí la gran experiencia de la que nace su cántico. Ahora ve un niño y habla de la salvación. Ahora tiene una experiencia que a ojos ajenos no significa nada, pero que para él, iluminado por la fe y por el Espíritu Santo, significa nada menos que ver la salvación.

      Simeón ha tenido aquella gracia que en la Escritura se llama «apertura de los ojos» o «apertura del corazón». En un acontecimiento sencillo como el del Niño Jesús llevado por María y José al templo, Simeón ha sabido captar la presencia de la salvación de Dios, que se estaba manifestando. Sus esperas se han resuelto en la paz. La gloria de Israel no está presente en aquel momento, la luz de las gentes no se ha manifestado todavía a las naciones, pero en aquel signo misterioso Simeón ve la salvación.

      Irrumpe así su oración de alabanza y agradecimiento, y es casi como si dijera: «¡Señor, basta ya! ¡Esto es todo lo que he deseado, mi corazón está lleno, todos mis deseos han sido saciados!». La espera se resuelve en la contemplación de la salvación.

      NOVEDADES DE VIDA

      Después de haber visto cómo ha rezado Simeón y cómo es que de su corazón ha nacido esta oración, preguntémonos cómo puede modelarse nuestra oración a partir de su ejemplo. Preguntémonos si dentro de nosotros existe la espera de la salvación, el deseo de ver la gloria de su pueblo y la luz de las gentes: «Señor, mi deseo de ti, de tu gloria, de la luz de las gentes, de la justicia, de la verdad y de la paz, ¿es de veras tan grande como para atormentarme como se atormentó Simeón?».

      Si dejamos espacio al silencio, creo que de nuestro corazón brotará ciertamente este grito de deseo: «¡Señor, ven! ¡Señor, ilumíname! ¡Señor, que seas la gloria de tu pueblo! ¡Señor, haz que veamos tu rostro! Haz que contemplemos entre nosotros tu justicia y tu verdad».

      Y del deseo brota la gracia de la apertura de los ojos: «Abre mis ojos, Señor, para que sepa ver los signos de tu salvación entre nosotros; ábrelos para que en mi vida, en mi experiencia de Iglesia, en la oración, en el sacramento, en la experiencia de los hermanos, en la experiencia del Espíritu Santo que nos llena el corazón y en la fuerza de la Palabra viva que se nos ha transmitido, sepa ver, Señor, el signo de tu salvación; que sepa abrazar de todo corazón a este Niño, que abrace la novedad que aparezca en mi vida».

      «Señor, haz que no cierre los ojos diciendo: “Este Niño no existe, esta salvación no existe, esta novedad no existe”. Ábreme los ojos para que pueda ver y comprender cómo tu salvación está entre nosotros, para que pueda comprender que basta con abrir los brazos para poder acogerla en nuestro corazón».

      Preguntémonos todavía qué significa para nosotros abrir los ojos. Qué significa para mí superar los hábitos, los juicios desconfiados y triviales sobre las cosas, sobre las situaciones, sobre las personas, qué significa descubrir la novedad de Dios, su verdad, su alegría, el poder de su amor, y descubrirlo más allá de las apariencias y de los sufrimientos, más allá de todo lo que pueda nublar los ojos y la vista.

      Así nacerá también en nosotros la oración de la contemplación y de la gratitud, y así es como nuestra vida será salvación y luz para los muchos que esperan.

      LA EXULTACIÓN DE JESÚS

      FRAGMENTO EVANGÉLICO: LUCAS 10,1-24

      Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo:

      –La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que entréis, decid primero: «Paz a esta casa». Y si hubiere allí un hijo de la paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: «El Reino de Dios está cerca de vosotros». En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: «Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca». Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.

      ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho

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