Resistencias noviolentas en América Latina. Esperanza Hernández Delgado

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Resistencias noviolentas en América Latina - Esperanza Hernández Delgado

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conflictos; y otras han acudido solo a algunos métodos propios de esta forma de resistencia.

      Esta modalidad de resistencia ha dejado diversos aprendizajes. Dentro de ellos, la estrecha relación entre el concepto de resistencia civil y su práctica ha permitido un análisis aplicado de la misma. La resistencia noviolenta ha representado un mecanismo de lucha y de cambio al que han acudido, a lo largo del devenir de la humanidad, sectores identificados como mayorías despojadas de sus derechos, minorías reprimidas (Dudouet 2012), o los sin poder (Havel 1985). Este aspecto y sus alcances frente a diversos tipos de violencia han despertado el interés de la academia, la investigación para la paz y diversos sectores sociales en la resistencia civil.

      Los aportes de los Estudios de Paz y los hallazgos de investigaciones para la paz han permitido contar con elementos teóricos y prácticos relevantes sobre diversos aspectos de la misma, por ejemplo, en lo relacionado con los significados, la historia, las modalidades y los métodos de la resistencia civil (Sharp 1973; Pontara 1983, 1996; Randle 1998; Dudouet 2012; Castañar 2013; Hernández 2014, 2017; López 2016). Como ya se mencionó, también se han documentado algunas experiencias, con mayor énfasis a partir de la década del 90 (Sharp 1973; Sémelin 1993; Havel, Keane y Lukes 1985; Hernández y Salazar 1999; Hernández 2004; Schock 2008; Chenoweth y Stephan 2011; Mouly y Garrido 2018; Hallward, Masullo y Mouly 2017). A su vez, algunos estudios registraron semejanzas y diferencias entre algunas de ellas, y se analizaron casos exitosos y frustrados de la misma (Sharp 1979; Carter, Clark y Randle 2006, 3; Schock 2008; Nepstad 2011).

      Gracias a los estudios sobre la resistencia noviolenta se han identificado diversos ámbitos en los que esta ha actuado: luchas de liberación colonial, oposición contra regímenes autoritarios o totalitarios, campañas por el reconocimiento de derechos y libertades ciudadanas, incluyendo luchas antiglobalización, identitarias y ecologistas (López 2016), contra la corrupción (Beyerle 2014) o la oposición a actores armados (Hernández y Salazar 1999; Hernández 2004; Kaplan 2013; Hallward, Masullo y Mouly 2017). Algunos estudios evidencian que, aunque las acciones violentas suelen ser más visibles, muchas veces se han combinado con periodos de resistencia pacífica (López 2016). De igual manera, existen casos en los que la lucha solo ha sido noviolenta. Durante el siglo XX, las campañas de resistencia noviolenta fueron más frecuentes de lo que pueda imaginarse (Schell y Campos 2005) y su éxito mayor que las luchas armadas (Chenoweth y Stephan 2011). Lo anterior no significa que la resistencia noviolenta siempre sea efectiva o que alcance la totalidad de los objetivos propuestos (Dudouet 2012). Algunas campañas fueron reprimidas o doblegadas de manera violenta (por ejemplo, Hungría en 1956, Checoslovaquia en 1968 y las campañas del Tibet). Otras alcanzaron pocos logros y la mayoría de ellas solo consiguieron objetivos parciales (Dudouet 2012).

      Según diversos analistas, el concepto de resistencia civil ha registrado desarrollos significativos (Dudouet 2012; López 2016). Sin duda, la identificación de una tipología sobre sus modalidades: noviolencia por principios (Boserup y Mack 1974, 13), noviolencia específica (Pontara 2000) y resistencia civil estratégica (Sharp 1973) representa uno de estos desarrollos. Se incluyen dentro de los mismos valiosos elementos de análisis comparado entre noviolencia por principios y noviolencia estratégica, como los aportados por Pedro Valenzuela (2001, 1-10) y Véronique Dudouet (2012).

      El concepto de noviolencia por principios vincula el ejercicio de resistencia civil con principios religiosos, éticos o filosóficos (Pontara 1983, 2004, 2006; López 2012, 2016; Boserup y Mack 1974, 13; Valenzuela 2001, 1-10). Va más allá del resultado esperado bajo una concepción positiva del conflicto y del adversario. Esta modalidad de noviolencia asume el conflicto como la oportunidad para trasformar al adversario, a la sociedad y a uno mismo, y aborda al contradictor con propuestas creativas y constructivas que buscan su conversión, sin derrotarlo, y la reconciliación de los contrarios (Pontara 2000, 2006). Gandhi aplicó este tipo de resistencia y trazó sus elementos clave:

      Gandhi creía en la unidad entre fines y medios, y una lucha noviolenta continuaba en sí misma, como la única forma de vivir con la verdad. Por lo tanto, el éxito de toda campaña de la Satyagraha no debe medirse solo en los criterios de los objetivos tales como el grado de libertad política y social conseguida por los activistas, sino centrarse en lo espiritual, incluso en los elementos existenciales como son la búsqueda de la verdad y la autorrealización (Naess 1958; Dudouet 2012, 8).

      Para Gandhi, Satyagraha es resistencia civil con espiritualidad o fuerza del alma […] tras Gandhi, no solo hay estrategia, sino una concepción humana, una visión de la historia y de cómo abordar la emancipación o liberación sociopolítica. Como nos señala Pontara (1983; 2004; 2006), no se puede entender la Satyagraha sin otros conceptos gandhianos: como Swaraj (autogobierno), Swadesh (autosuficiencia), Sarvodaya (bienestar de todos), Tapasya (sacrificio) o ahimsa (noviolencia) [...] no solo es lucha sin armas, sino proyecto alternativo a las formas sociales y de producción capitalista, desarrollo personal-espiritual y formas de convivencia con otros seres vivos (López 2012, 6-7).

      La noviolencia de principios la define como: “el enfoque que aboga por el recurso a la resistencia noviolenta por razones religiosas, morales o filosóficas o, lo que es lo mismo, por convicción en lugar de conveniencia. Se condena la violencia porque causa sufrimiento innecesario, deshumaniza y brutaliza tanto a la víctima como al verdugo, y solo aporta soluciones a corto plazo” (Boserup y Mack 1974, 13).

      En cuanto a la noviolencia estratégica, concepto introducido por Sharp (1973), hace alusión a la noviolencia como una ciencia y no una filosofía de vida. En tal condición, cuenta con metodologías y técnicas que la convierten en acción eficiente, que evidencian su fuerza y ofrecen soluciones prácticas e implican disciplina para quienes la ejercen (López 2016, 7). A juicio de Pontara (1983) y de Valenzuela (2001), surge de una elección de medios por conveniencia, necesidad u oportunidad. La acción política noviolenta es “un sistema complejo de principios, reglas y técnicas” que permite desarrollar potencialidades y manejar diversos factores y variables (López 2016, 8). También es “una respuesta al problema de cómo actuar de forma efectiva en asuntos de política, especialmente cómo manejar el poder de forma efectiva” (Sharp 1973, 64).

      Según evidencia empírica de la escuela pragmática o estratégica, la mayoría de las campañas de resistencia noviolenta presentes en la historia moderna no se originan en principios, sino en otras razones: la necesidad de derrotar al adversario usando métodos más eficaces y menos costosos (Ackerman y Kruegler 1994, 17; Dudouet 2012), la falta de otras alternativas o la consideración de que esta forma de resistencia era más conveniente (Sémelin 1993; Dudouet 2012). Consideramos que el enfoque que mejor refleja las experiencias de resistencia noviolenta recogidas en este libro, independientemente de los matices, condiciones y alcances de las distintas campañas, es el de la noviolencia estratégica.

      La

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