Resistencias noviolentas en América Latina. Esperanza Hernández Delgado

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Resistencias noviolentas en América Latina - Esperanza Hernández Delgado

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cultura y ejercicio de resistencia histórica (Moctezuma y Guzmán 2007, 29). Cuentan con la mayor población indígena del estado, estimada entre 25 000 y 45 000 personas. Desde el arribo de los misioneros jesuitas en 1616, su población está organizada en ocho pueblos: Cócorit, Bácum, Tórim, Vícam, Pótam, Rahum, Huiribis y Belem (Padilla 2015; Haro 2015). Estos se ubican en tres áreas de Hermosillo: El Coloso, Sarmiento y La Matanza. Los yaquis que residen en Arizona se ubican en Pascuas y Guadalupe (Lerma 2014).

      Históricamente nuestra población ha estado en, aproximadamente, 45 000 habitantes desde la llegada de los españoles. Formaron ocho pueblos jurisdiccionales. En la etapa más crítica del exterminio, la deportación de la tribu, éramos como 15 000, algunos dicen que éramos 10 000; porque en la deportación habían muerto más de 25 000. Algunos fueron deportados o vendidos como esclavos (Tomás Rojo, 2016, entrevista).

      La palabra yaqui tiene dos acepciones en la lengua indígena, el jiak. Por un lado, yoeme significa “hombres o gente” y equivale a la manera como los yaquis se identifican entre sí. Por otro, quiere decir “los que hablan fuerte”, “los mejores”, “los que hacen bien las cosas”, y corresponde al modo en que se reconocen ante los otros, los que no son yaqui (Lerma 2011, 21).

      Los rasgos propios de esta tribu inciden en su ejercicio de resistencia. Se destacan: el alto concepto que tienen de sí mismos, su apego a las tradiciones, un sentido de pertenencia y el orgullo por su identidad (Dabdoub 1987). Este se refleja, por ejemplo, en la definición del yaqui frente a quienes no lo son. También se destaca su capacidad política para interpretar la realidad, dialogar y realizar acuerdos (Tomás Rojo; Alejandro Aguilar; José Moreno, 2016, entrevistas).

      Otro rasgo sobresaliente lo constituye la capacidad de resistencia de la tribu yaqui desde que los españoles arribaron a su territorio en 1533. Como una constante, esta capacidad se ha desplegado a partir de su necesidad de proteger el toosa, que en su cosmovisión equivale a su “nido heredado”, “su espacio”. Este concepto tiene una significación más cultural y por ende más amplia, y se complementa con la defensa del territorio ancestral, expresión apropiada a fines del siglo XIX, cuando se consolidó el Estado en México (Lerma 2011).

      Nosotros estamos ricos en cultura, tradición y lucha [...]. La resistencia es la que nos sostiene, es la que nos tiene aquí [...]. Esta es la resistencia que estamos llevando a cabo gracias a nuestros antepasados, a nosotros nunca nos han desarmado desde la llegada de los españoles (autoridad yaqui, 2016, entrevista).

      A lo largo de su historia la tribu yaqui ha desarrollado y evidenciado una gran capacidad de resistencia. Como se verá en este aparte, en algunos momentos esta resistencia ha admitido el uso de la violencia y desde 1937, su lucha y oposición ha sido noviolenta.

      La resistencia yaqui con recurso a la violencia

      Dentro del acumulado de aprendizajes sobre resistencia civil se identifican los que han dejado experiencias de esta modalidad de resistencia, que previamente acudieron a la lucha con recurso a la violencia. Esto evidencia que existen transiciones de resistencias armadas a pacíficas (Hernández 2004, 2006; Dudouet 2012). Este es el caso de los yaquis quienes, hasta 1937, recurrieron a la violencia para resistir como necesidad extrema de defensa de su territorio y su cultura ante el despojo de estos por parte de la población no indígena.

      Su resistencia en esta modalidad fue férrea, persistente y en muchos momentos exitosa, como se señala en las entrevistas hechas en 2016 a Tomás Rojo, Alejandro Aguilar, José Moreno y Jesús Haro. Algunos yaquis e investigadores consideran que esta práctica se originó por la necesidad extrema de defensa, asociada con toosa, su espacio y territorio (Tomás Rojo, 2016, entrevista; Taibo 2013). Otros investigadores analizan estas luchas por el espacio o el territorio, como “el resultado de su esfuerzo consciente por obtener y conservar el referente identitario más importante de esta etnia” (Olavarría 2003, 34).

      Se destacan como expresiones de esta resistencia violenta: la registrada en el siglo XVI contra los invasores españoles al mando del expedicionario Diego Guzmán (Taibo 2013); la de Juan Ignacio Jusacomena, conocido como “Juan Banderas”, quien comandó a los yaquis en 1826 contra los españoles (Aguilar 2003); la que se dio durante el porfiriato,4 periodo en el que tanto José María Leyva “Cajeme”, entre 1855 y 1887, como Juan Maldonado “Tetaviate”, entre 1887 y 1901, lideraron a los yaquis en campañas de oposición al poder estatal (Taibo 2013).

      Entre 1825 y 1927 se dio un continuum de luchas con uso de la violencia, conocido como “las guerras del yaqui” (Lerma 2011, 25). Esta oposición con violencia, sus logros y su prolongación en el tiempo, incidieron para que los yaquis fueran reconocidos como un pueblo guerrero, tanto por ellos mismos como por otros pueblos y sectores no indígenas (22). No obstante, también fueron notorias y sensibles las pérdidas que sufrieron al ejercer esta modalidad de resistencia. Dentro de las más graves: la ejecución de aproximadamente 600 indígenas por parte del coronel Próspero Salazar en 1668, lo que generó el levantamiento de la tribu yaqui en resistencia; la persecución y represión del Estado durante el porfiriato, que trajo como consecuencia el asesinato de los líderes Cajeme y Tetaviate; la deportación al estado de Yucatán de muchos indígenas para ser vendidos como esclavos; y la pérdida de vidas en las confrontaciones armadas (Taibo 2013). Con relación a estas, se estima que en todo el periodo del porfiriato murieron unos 10 000 yaquis (Tomás Rojo, 2016, entrevista).

      Esta resistencia llegó a su fin en el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, quien devolvió a los yaquis parte de sus territorios ancestrales y reconoció su titularidad sobre el 50 % del río Yaqui (José Moreno; Tomás Rojo, 2016, entrevistas). A partir de este momento, esta tribu empezó una transición hacia la resistencia noviolenta. El testimonio de Tomás Rojo, un líder indígena, resume el núcleo y la evolución de la resistencia yaqui:

      El primer contacto de resistencia violenta por defender el territorio fue ante la invasión de los españoles. En los últimos 400 años la resistencia militar, que duró hasta 1936. Luego que la resistencia militar dejó de ser instrumento, pasó a ser resistencia estructural, que es noviolenta. A lo largo de 500 años hemos luchado por la defensa de la tierra y el agua.

      La resistencia civil de los yaquis

      Abordar la resistencia civil de los yaquis implica incorporar en el análisis rasgos étnicos propios con la praxis de resistencia civil. Diversas razones permiten identificar esta experiencia como noviolencia estratégica o pragmática. Esta resistencia surgió entre 1937 y 1941, de manera específica, de la decisión de esta tribu de transitar hacia una resistencia noviolenta. Esta renovada forma de lucha se ha nutrido de la cosmovisión, la historia particular y las condiciones especiales que caracterizan la vida del pueblo yaqui. Así mismo, ha gozado de reconocimiento significativo entre yaquis, otras tribus y por parte de algunos sectores externos (Lerma 2011).

      Espacio y territorio en la cosmovisión yaqui y en su ejercicio de resistencia noviolenta

      Estudios sobre las resistencias indígenas evidencian rasgos propios de las mismas, relacionados con aspectos inherentes a estos pueblos como sus cosmovisiones, culturas, procesos organizativos e historia (Hernández 2004, 2006, 2017). En el caso de los yaquis, existe una relación directa entre toosa –concepción del espacio–, el territorio –concepto apropiado tardíamente (Lerma 2011)– y su ejercicio de resistencia noviolenta. La cosmovisión yaqui creó imaginarios sociales sobre el espacio y el territorio. Es necesario distinguir entre toosa que equivale a espacio o “nido heredado” y el territorio. Como enseña Lerma, el toosa no puede reducirse al concepto de territorio, porque equivale a una comprensión compleja del universo. “Todo lo que era al principio el territorio” y “todo lo que comprendía el espacio”. Toosa es “herencia divina” y “nido heredado”. Esta última significación se refiere a “la porción de tierra que les fue dado

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