Los caminos de la música. Rodrigo De la Mora Pérez Arce
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Entre los jicareros de los centros ceremoniales existen dos cargos que no reciben necesariamente jícara, pero que deben ser cumplidos de la misma manera. Se trata del cargo de xawereru y de kananeru, músicos tradicionales de los que se expondrá con mayor detalle en el capítulo 5.
Cargos religiosos de la cabecera
Dentro de los cargos religiosos de la cabecera se encuentran las mayordomías, que se ocupan de los santos de origen católico. (18) Los varones que participan en este cargo son llamados mayordomos y las mujeres tenanches. La duración de estos cargos es generalmente de un año, (19) y están asociados a los lugares de donde se dice, proviene cada santo, por lo que la trasmisión del cargo de mayordomo o encargado, se realiza por herencia paterna o materna, y corresponde al lugar del nacimiento de los mismos. Por ejemplo, en Taateikíe, el cargo de mayordomo de Tanaana “nuestra madrina” (imagen de la Virgen de Guadalupe de tamaño grande, colocada en el interior del templo de San Andrés, del lado izquierdo), corresponde a los nacidos en la localidad de San José, Haikiyuawi (localidad asociada con la divinidad llamada “serpiente azul”). Otro mayordomo, encargado de Tanaana corresponde a los nacidos en la localidad de Cohamiata; los mayordomos de Tutekwiyu, deidad asociada a la deidad Haikitsinu, “serpiente china”, son de la zona de San José, Cohamiata, la Laguna, Brasiles, Calítique, Tonalisco o los Robles. A su vez, el cargo de mayordomo de Tanaana de San Miguel, llamado Tasunatsi, asociado a la divinidad Haikituxame, “serpiente blanca”, es heredado por los nacidos en la zona de San Miguel, Las Tapias, Los Lobos, Tempisque, Guamiuchilillo y Ciénega. El cargo de Tanaana de Santa Bárbara, asociado a Haikiyiiwi “serpiente negra”, está destinado a mayordomos nacidos de la zona de San Andrés, Santa Bárbara o Las Guayabas. El mayordomo del santo patrono, San Andrés, puede ser de San José, Las Guayabas o de Carrizal. Una excepción es la Virgen de Guadalupe, llamada localmente Tatei Weerika’imari (águila blanca), ya que no tiene preferencia por el origen del mayordomo, es decir “es para todos” (Carrillo Pizano, 2010).
Cargos civiles: gobierno tradicional y comisariado de bienes comunales
El gobierno tradicional, establecido por los españoles durante el periodo colonial, se basa en un sistema de cargos, los cuales, dependiendo del caso, se cumplen en ciclos que van desde de uno hasta cinco años. La función principal de esta instancia es la de organizar y vigilar el cumplimiento de las ceremonias y fiestas que tienen lugar en la cabecera durante todo el año, así como resolver asuntos de importancia para el destino de la comunidad y la cultura. (20) La conformación del sistema de cargos del gobierno tradicional consta del consejo de ancianos, el gobernador tatuwani, el juez, el capitán, el alcalde, el alguacil y los ayudantes o topiles.
A su vez, el gobierno agrario se encarga de conducir la organización de la comunidad dentro del modelo establecido por el estado mexicano posterior a la revolución y atiende los problemas de orden legal y administrativo relacionados con el territorio, además de establecer la relación con las instancias del gobierno municipal, estatal y federal, así como con organizaciones no gubernamentales. Esta instancia de gobierno está conformada por el “comisariado de bienes comunales”, que se compone por las figuras de presidente, secretario, tesorero, y sus suplentes, que son supervisados por el “consejo de vigilancia”. Los delegados son los vínculos entre los comuneros —es decir, la generalidad de personas con derechos en la comunidad— y cualquier autoridad, agraria o tradicional. Comuneros son la totalidad de personas mayores de 18 años, o casados. Fuera de los comuneros, todas las demás figuras mencionadas desempeñan su función en periodos de tres años y son elegidos por el consejo de ancianos y la asamblea, la cual funge como órgano de control de la autoridad. (21) Las reuniones de asamblea tienen lugar de dos a cuatro veces al año, aparte de las sesiones extraordinarias. La asamblea es presidida por las autoridades agrarias y tradicionales, y se encarga de tomar las decisiones que rigen el destino de la comunidad en la mayor parte de los ámbitos.
Más allá de estas dos formas de gobierno, en casos extraordinarios, las autoridades de todas las comunidades se reúnen para resolver en conjunto problemas que afectan el destino común, incluso de manera interestatal.
Como se puede comprender, no es posible acceder a un conocimiento cabal de la realidad social wixárika sin el antecedente de la coexistencia de los sistemas de cargos mencionados. Es necesario reconocer la forma en que estos se interrelacionan, en particular en lo que respecta a las estrategias de continuidad en las redes de poder social y religioso, clarificando hasta qué punto estas han respondido o siguen respondiendo a criterios de linaje, y cómo, con el paso del tiempo, se han generado nuevas formas de acceso al poder —simbólico y económico—, como lo demuestra el caso de la escolarización o la economía, y sobre todo, como busco mostrar en este trabajo y se podrá apreciar en los capítulos siguientes, es posible reconocer al menos parcialmente estos aspectos a través del estudio de las diferentes prácticas musicales wixáritaari dentro y fuera de las comunidades de la sierra.
LA RECIPROCIDAD ENTRE LOS WIXÁRITAARI
El tema de la reciprocidad entre los wixáritaari ha sido abordado al menos desde dos perspectivas: una de orden religioso y otra de orden productivo. Particularmente en el ámbito religioso, ha sido estudiado, entre otros autores, por Geist (1997; 2005) y por Gutiérrez (2003). Por un lado, Ingrid Geist describe la lógica de los protocolos de intercambio y señala de qué manera la reciprocidad opera como parte fundamental de la acción ritual en la ceremonia de Cambio de Varas de la cabecera de San Andrés Cohamiata:
En las ceremonias que se refieren al cambio de autoridades, el principio de reciprocidad se entrelaza con una acción de concentración de bienes, a la manera de un excedente producido por la devolución de los dones repartidos anteriormente. El excedente concentrado en la plaza de la cabecera ceremonial constituye la entrega de la autoridad saliente a la autoridad entrante que, por su parte, procede al reparto de los bienes para el consumo festivo y luego, los recibe de vuelta al año siguiente cuando tiene que deponer su cargo. La devolución del don tiene que ser exacto en lo que se refiere a cantidad y calidad. Incluso dicen que el que devuelve el don, tratará de mejorar la entrega, por medio de lo cual puede darse la tendencia hacia un incremento en los dones. Parece que este tipo de competencia, que se establece entre donadores y donatarios, conduce a una serie de rivalidades, conflictos latentes y resentimientos [...] en lo general se da un proceso de circulación de bienes que, con base en las acciones recíprocas, constituye un proceso de concentración, entrega y reparto que corre aparentemente por una dirección lineal en la cual se anudan los repartos y las devoluciones: un funcionario recibe la entrega, la reparte, los beneficiados la devuelven al año, el funcionario saliente hace la entrega al entrante y así sucesivamente (Geist, 1997, pp. 3–4).
Por su parte, Gutiérrez ofrece una explicación de un tipo de intercambio ceremonial que se da entre dos grupos de jicareros o xukuri’ikate de diferente centro ceremonial: esta forma de intercambio —que no había sido descrita por las etnografías anteriores— aporta elementos para la comprensión de las formas de establecimiento de lazos y alianzas ceremoniales que entretejen la red social de los wixáritaari —al menos— en el ámbito sagrado:
Los intercambios consisten en ofrecer a un determinado tukipa [distrito sub–comunitario] una parte del peyote recolectado en Wirikuta. El cacto se obsequia en trozos o molido y disuelto en agua, y se brinda durante danzas o luchas rituales. En esos intercambios el prestigio de los xukuri’ikate que ofrecen el peyote se pone en juego, pues si no han recolectado suficiente hikuli, la fiesta será pobre y desanimada; en cambio, cuando los peregrinos traen abundante peyote, la fiesta luce espléndida, reuniendo a una gran cantidad de participantes (Gutiérrez, 2003, p.124).
En el mismo plano, Phil Weigand (1992) describe algunas formas de reciprocidad indígena en la esfera productiva, ya no relativas al ritual sino al ámbito laboral contemporáneo en el territorio wixárika. En uno de sus textos, centrado en los diferentes procesos de aculturación que ha experimentado este pueblo, dedica unos párrafos al tema de la organización del trabajo,