Matar. Dave Grossman

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Matar - Dave Grossman General

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un ambiente amistoso en el que no se vieran juzgados: ese ámbito fue la revista Soldier of Fortune. A aquellos dispuestos a prejuzgar este material y a rechazar de forma automática todo lo que provenga de ahí como machismo descerebrado, les pido que primero lean los relatos. Tengo una deuda en particular con el coronel Harris por haberme recomendado este novedoso recurso, y por haberme prestado su colección personal de estas revistas. Y sobre todo necesito agradecer al coronel (retirado) Alex McColl, de la revista Soldier of Fortune, su apoyo a la hora de citar estos relatos. Es bueno saber que todavía hay lugares donde un oficial es un caballero y que basta y sobra con su palabra.

      Por último, y lo más importante, a todos los veteranos a lo largo de la historia que han anotado sus respuestas ante el acto de matar, y a aquellos en mi propia vida que accedieron a ser entrevistados. A Rich, Tim, Bruce, Dave, «Sarge» (¡Arf!), al Comité de los Perros Pastores, y a un centenar más que compartieron secretos conmigo. Y a sus mujeres, que se sentaron a su lado y les tomaron las manos mientras ellos lloraban y contaban cosas que nunca habían contado. A Brenda, Nan, Lorraine y docenas de otras mujeres. Todos aquellos con los que hablé tienen mi promesa de anonimato a cambio de sus pensamientos secretos, pero mi deuda con ellos es tal que nunca podré pagarla.

      A todos ellos deseo dar las gracias. Verdaderamente me encuentro subido a hombros de gigantes. Pero la responsabilidad por la crónica que se ofrece desde esta altura sublime es estrictamente mía. De ahí que las opiniones que se presentan aquí no representen necesariamente el punto de vista del Departamento de Defensa o sus componentes, la Academia Militar de Estados Unidos en West Point, o la universidad del estado de Arkansas.

      David A. Grossman

      Arkansas State University

      Jonesboro, Arkansas

      Breve nota sobre el género

      La guerra ha solido ser un entorno sexista, si bien la muerte nunca discrimina. Gwynne Dyer señala:

      Las mujeres han luchado casi siempre junto con los hombres en las guerras de guerrillas y en las guerras revolucionarias, y no hay prueba de que sean significativamente peores a la hora de matar a personas; lo que puede que sea un alivio o no según si uno entiende la guerra como un problema de varones o un problema humano.

      Con la salvedad de una excepción, todos mis entrevistados son varones y, al hablar del soldado, las palabras bélicas gravitan fácilmente en torno al pronombre masculino, aunque, también, podrían hacerlo en torno al pronombre femenino. Si bien a lo largo del texto se emplea la referencia masculina, la razón es únicamente la conveniencia y no hay ninguna intención de excluir al género femenino de ninguno de los dudosos honores de la guerra.

      1. Siglas en inglés del Cuerpo de Entrenamiento para Oficiales de la Reserva de Estados Unidos. (Todas las notas a pie de página son del traductor.)

      La guerra siempre me ha interesado; no la guerra en el sentido de las maniobras diseñadas por grandes generales … sino la realidad de la guerra, el hecho real de matar. Me interesaba más saber de qué manera y bajo la influencia de qué sentimientos un soldado mata a otro que la disposición de los ejércitos en Austerlitz y Borodino.

      León Tolstoy

      Introducción a la nueva edición revisada

      Desde la publicación de Matar en 1995, los conceptos básicos expuestos en el libro se han visto validados y respaldados por una plétora de jueces. En la América post 11-S, Matar se ha convertido en lectura obligatoria en las academias del fbi y la dea, y en muchas otras agencias de policía y seguridad. En el marco de dirigir grandes guerras en Iraq, Afganistán y en todo el planeta, el cuerpo de Marines de los Estados Unidos ha incluido el libro en sus lecturas obligatorias, como también lo han hecho la academia de West Point, la academia de suboficiales de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y muchas otras academias militares.

      El áspero y despiadado entorno de la guerra es un ámbito donde solo sobreviven las mejores y más valiosas tácticas, estrategias e ideas; y lo que carece de utilidad se descarta con rapidez. Las esperanzas vanas y los castillos de naipes suelen figurar entre las primeras víctimas de la guerra.

      En el crisol cotidiano de la experiencia en combate en casa y en el extranjero, Matar ha superado la prueba de fuego definitiva: lo leen y releen innumerables miles de guerreros a los que nuestra nación llama para matar en combate. Y supone el más grande y singular honor en mi vida el haber sido útil a estos magníficos hombres y mujeres en su momento de necesidad.

      Si eres una virgen que se prepara para su noche de bodas, si tú o tu pareja tenéis dificultades sexuales, o si simplemente tienes una curiosidad… pues hay cientos de libros bien informados a tu disposición sobre sexualidad. Pero si eres un joven soldado «virgen» o un agente del orden que anticipa su bautismo de fuego, si eres un veterano (o el cónyuge de un veterano) que sufre por las experiencias de haber matado, o si simplemente sientes curiosidad… pues en esta materia no hay nada disponible en absoluto cuando se refiere a estudios o libros bien informados. Hasta ahora.

      Hace más de cien años, Ardant du Picq escribió sus Estudios sobre el combate en los que integró datos tanto de la historia antigua como de textos sobre los oficiales franceses para sentar las bases de lo que percibió como una tendencia acusada hacia la no participación en la guerra. A partir de su experiencia como historiador oficial del frente europeo durante la segunda guerra mundial, el general de brigada S. L. A. Marshall escribió Men against fire, en el que estableció algunas observaciones cruciales sobre la tasa de disparos de los hombres en la guerra. En 1976, John Keegan escribió su obra definitiva, El rostro de la batalla, en la que se centraba de nuevo exclusivamente en la guerra. En Acts of war, Richard Holmes escribió un libro clave en el que explora la naturaleza de la guerra. Pero el vínculo entre matar y la guerra es como el vínculo entre el sexo y las relaciones. De hecho, esta última analogía resulta de aplicación universal. Todos los autores anteriores escribieron libros sobre las relaciones (es decir, la guerra), mientras que éste versa sobre el acto en sí: matar.

      Los autores anteriores examinaron la mecánica general y la naturaleza de la guerra pero, a pesar de su erudición, nadie investigó la naturaleza específica del hecho de matar: la intimidad y el impacto psicológico del hecho, los pasos del acto, las implicaciones y repercusiones sociales y psicológicas del acto y los trastornos que suscita (incluidas la impotencia y la obsesión). Matar supone un humilde intento para enmendar esta situación. Y, al hacerlo, concluye con una novedosa y reconfortante conclusión sobre la naturaleza del hombre: a pesar de una tradición ininterrumpida de violencia y guerras, el hombre no es por naturaleza un asesino.

      La existencia del «cierre de seguridad»

      Una de mis primeras preocupaciones cuando escribía Matar era que los veteranos de la segunda guerra mundial no se sintieran ofendidos por un libro que demostraba que la inmensa mayoría de veteranos en combate en esa época nunca mataron. Por fortuna, mi preocupación carecía de fundamento. Ni un solo individuo de los miles que han leído Matar ha cuestionado este hecho.

      En realidad, la reacción de los veteranos de la segunda guerra mundial ha sido de una consistente confirmación. Por ejemplo, R. C. Anderson, un observador de artillería canadiense, me escribió para decirme lo siguiente:

      Puedo confirmar que muchos soldados de infantería nunca dispararon sus armas. Solía mofarme de ellos diciéndoles que nosotros

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