Matar. Dave Grossman

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Matar - Dave Grossman General

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una posición … atacaron nuestro flanco desde un olivar.

      Todo el mundo se puso a cubierto. En ese momento no estaba ocupado con mi radio, así que, al ver una Bren [una ametralladora ligera], la agarré y disparé un par de cargadores. El propietario de la Bren se arrastró hacia mí maldiciendo: «Claro, tú lo haces porque luego no tienes que limpiar a la hija de puta.» Estaba realmente enfadado.

      El coronel (retirado) Albert J. Brown desde Reading, en Pensilvania, ejemplifica este tipo de respuesta que he ido recibiendo de forma consistente cuando hablaba con grupos de veteranos. Como líder de un pelotón de infantería y comandante de una compañía en la segunda guerra mundial, observó que «los cabezas de escuadrón y los sargentos de pelotón tenían que recorrer de un lado a otro la línea de fuego dando patadas a los hombres para que dispararan. Sentíamos que la cosa iba bien si conseguíamos que dos o tres hombres dispararan».

      Los hallazgos de S. L. A. Marshall sobre la tasa de disparos durante la segunda guerra mundial han suscitado controversia. En esencia, un pequeño grupo de estudiosos afirma que Marshall inventó y falseó los datos. Puede que su metodología no se ajustara a los estándares modernos, pero cuando uno se enfrenta a la preocupación por la metodología de un investigador, un enfoque científico requiere la posibilidad de reproducir la investigación. En el caso de Marshall, todos los estudios serios disponibles han reproducido sus hallazgos básicos. Los estudios y observaciones sobre los antiguos de Ardant du Picq, los numerosos relatos de Holmes y Keegan sobre disparos fallidos, la valoración de Holmes sobre la tasa de disparos de los argentinos en la guerra de las Malvinas, los datos de Griffith sobre la extraordinariamente baja tasa de muertes en los regimientos en las guerras napoleónicas y en la Guerra de Secesión norteamericana, las recreaciones con láser de batallas históricas del ejército británico, los estudios del fbi sobre la proporción de los que no disparan entre los agentes de policía en las décadas de 1950 y 1960, y numerosas observaciones adicionales individuales y anecdóticas; todo ello confirma la conclusión de Marshall de que la inmensa mayoría de los combatientes a lo largo de la historia, en el momento de la verdad cuando podían y debían matar al enemigo, se encontraron con que eran incapaces de hacerlo. Y David Lee, en su excelente libro Up Close and Personal, recogió un corpus increíble de relatos e investigaciones sobre la segunda guerra mundial que demuestra que un puñado de unidades de élite, pioneras en el adiestramiento realista que Marshall defendía, consiguieron una tasa de disparos mucho más alta que las unidades normales.

      La referencia definitiva sobre el ejército de Estados Unidos, la monografía histórica de The United States Army Training and Doctrine Command (tradoc) titulada SLAM, the Influence of S. L. A. Marshall on the United States Army, defiende con vehemencia las observaciones de Marshall. Su trabajo fue aceptado de forma general tras la segunda guerra mundial, cuando en nuestro ejército había una proporción elevada de líderes veteranos que nos habían conducido a través de una de las guerras más espeluznantes de la historia. En Corea y Vietnam, Marshall fue tratado con el mayor respeto por los hombres que se encontraban en medio de la guerra, y se le pidió repetidamente que acudiera para visitarlos, adiestrarlos y para que pudiera estudiar lo que sucedía.

      Básicamente, la tesis de Marshall es que algunos de nuestros guerreros no dispararon en combate, y que unos objetivos más realistas elevarían la tasa de disparos. Marshall fue un pionero cuyas investigaciones y escritos motivaron a los formadores a cambiar los objetivos con dianas por simulaciones de combate realistas. Podemos no estar de acuerdo sobre la ventaja que esto nos aporta, o sobre en qué medida exacta eleva la tasa de fuego, pero hoy en día nadie quiere volver a disparar a objetivos con dianas. Y cada soldado contemporáneo o agente de policía que dispara a una silueta o a un objetivo fotorrealista o en un simulador de adiestramiento en vídeo, debería detenerse un momento para recordar y dar las gracias a S. L. A. Marshall.

      Hoy en día, el corpus de datos científicos que apoyan el adiestramiento realista es tan poderoso que viene avalado por una decisión judicial en Estados Unidos que establece que, para que el adiestramiento con armas de fuego sea legalmente válido para los cuerpos de seguridad, tiene que incorporar un adiestramiento realista que incluya estrés, toma de decisiones y entrenamiento dispara-no dispares. Se trata de la sentencia Oklahoma contra Tuttle de 1984 del circuito federal décimo, y hoy en día muchos instructores de la policía enseñan que un cuerpo policial probablemente no cumple con la normativa de la corte del circuito federal si todavía se dispara a algo que no sea una representación clara y realista de una amenaza de fuerza letal. Y, de nuevo, tenemos que agradecérselo a S. L. A. Marshall.

      No cabe duda de que Marshall ha sido reivindicado. Tal y como lo expresó Shakespeare en Hamlet: «Hay la esperanza de que el recuerdo de un gran hombre le sobreviva en medio año».

      Quitar el cierre de seguridad

      Acaso más controvertidas que la afirmación sobre la baja tasa de disparos en la segunda guerra mundial sean las observaciones sobre la alta tasa de fuego en Vietnam como resultado de las técnicas de adiestramiento o «condicionamiento» diseñadas para posibilitar que el soldado moderno mate. De entre los miles de lectores y oyentes, había dos oficiales veteranos con experiencia en Vietnam que pusieron en duda los hallazgos de R. W. Glenn sobre una tasa de disparos del 95 por ciento de los soldados estadounidenses en Vietnam. Para ambos la duda residía en que habían encontrado una ausencia de gasto en munición por parte de algunos soldados en la retaguardia de su formación. En ambos casos, se quedaron satisfechos cuando se les señaló que los datos de Marshall y Glenn gravitaban en torno a dos preguntas: «¿Viste al enemigo?» y «¿Le disparaste?». En las junglas de Vietnam se daban muchas circunstancias en las que los combatientes se veían completamente aislados de sus camaradas a pesar de que se encontraran a poca distancia unos de otros; pero entre aquellos que sí vieron al enemigo, hubo al parecer una alta y consistente tasa de fuego.

      Encontramos las altas tasas de disparo como consecuencia de las técnicas modernas de adiestramiento/condicionamiento en las conclusiones de Holmes sobre la tasa de fuego de los británicos en las Malvinas y en los datos del fbi sobre la tasa de disparos de los agentes de policía desde que se introdujeron las técnicas modernas de adiestramiento a finales de la década de 1960. Un informe preliminar realizado por investigadores que empleaba cuestionarios formales e informales para reproducir los hallazgos de Marshall y Glenn indicaba una concurrencia universal.

      Un virus mundial de la violencia

      La observación de que la violencia en los medios causa violencia en nuestras calles no es nada nuevo. Tanto la American Psychiatric Association como la American Medical Association han afirmado de forma inequívoca que existe un vínculo entre la violencia en los medios y la violencia en nuestra sociedad. La apa, en su informe de 1992 Big World, Small Screen, concluyó que «el debate científico había terminado». Y, en julio del 2000, la American Medical Association, la American Psychological Association, la American Academy of Pediatrics, y la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry emitieron un comunicado en una vista conjunta de ambas cámaras del Congreso en el mismo sentido.

      Mil estudios prestigiosos prueban

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