Matar. Dave Grossman

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Matar - Dave Grossman General

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ha introducido el currículo «smart» (apagar los medios), que demuestra que, si quitamos la violencia de los medios a un niño, podemos reducir la violencia en los colegios y el acoso infantil a la mitad, así como la obesidad, y también elevar el rendimiento en los exámenes.

      Algunas personas afirman que los cigarrillos no causan cáncer, pero sabemos de dónde proviene su dinero. También hay personas que afirman que la violencia en los medios no causa violencia en la sociedad, pero también sabemos a qué árbol se arriman. Estas personas siempre consiguen el presupuesto para sus investigaciones y tienen garantizada la atención por parte de los medios a los que protegen. Pero estas personas ocupan el mismo espacio moral y científico que los científicos que están al servicio de los fabricantes de cigarrillos.

      La contribución de Matar a este debate consiste en explicar cómo y por qué la violencia en los medios y en los videojuegos interactivos está causando violencia en nuestras calles, y la forma en que este proceso reproduce el condicionamiento que se emplea para habilitar a los soldados y agentes del orden para que maten… pero sin las medidas de salvaguarda.

      La comprensión de este «virus de la violencia» debe comenzar con una valoración de la magnitud del problema: el incremento perpetuo de la incidencia de crímenes violentos a pesar de la forma en que la tecnología médica mantiene a raya la tasa de homicidios, y a pesar del papel que desempeñan en el control de la violencia tanto el crecimiento imparable del número de criminales violentos encarcelados como el envejecimiento de la población.

      Y no se trata tan solo de un problema de Estados Unidos; se trata de un problema internacional: en Canadá, Escandinavia, Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Japón y por toda Europa las tasas de agresiones se han disparado. En países como la India, donde no existe una infraestructura de tecnología médica significativa que la mantenga a raya, es donde la escalada de la tasa de homicidios mejor refleja el problema.

      Cómo funciona: la inmunodeficiencia a la violencia adquirida

      Cuando una persona se enfada, o siente miedo, deja de pensar con el cerebro anterior (la mente de un ser humano) y comienza a pensar con su cerebro medio (que resulta indistinguible de la mente de un animal). Literalmente, «pierde la razón». La única cosa que alberga alguna esperanza de influir en el cerebro medio es también lo único que influye en un perro: el clásico condicionamiento operante.

      Esto es lo que se emplea para adiestrar a los bomberos y a los pilotos para reaccionar ante las emergencias: una réplica precisa del estímulo al que se enfrentarán (en una casa en llamas o un simulador de vuelo) y luego un moldeado extenso de la respuesta deseada ante el estímulo. Estímulo-respuesta, estímulo-respuesta, estímulo-respuesta. En las crisis, cuando la gente pierde la razón, ellos actúan de la manera adecuada y salvan vidas.

      Esto se hace con cualquiera que pueda encontrarse en una situación de emergencia, desde los niños que realizan un simulacro de incendio en el colegio hasta los pilotos en un simulador. Lo hacemos porque, cuando la gente se asusta, funciona. No les decimos a los escolares lo que deberían hacer en caso de incendio; los condicionamos y, cuando se asustan, hacen lo correcto. A través de los medios también estamos condicionando a los niños para que maten; y, cuando están asustados o enfadados, el condicionante se activa.

      Es como si hubiera dos filtros que tenemos que pasar para matar. El primer filtro es el cerebro anterior. Cientos de cosas pueden convencer a tu cerebro anterior para que empuñes un arma y llegues hasta cierto punto: pobreza, drogas, pandillas, líderes, política, y el aprendizaje social de la violencia en los medios, que se ve magnificado cuando provienes de una familia desestructurada y estás buscando un modelo a imitar. Pero tradicionalmente todas estas cosas se topaban con la resistencia que encuentra un ser humano asustado en el cerebro medio. Y con la salvedad de los sociópatas (quienes carecen por definición de esta resistencia), la inmensa mayoría de circunstancias no es suficiente para vencer esta red de seguridad del cerebro medio. Pero si estás condicionado para vencer la inhibición del cerebro medio, entonces eres una bomba de relojería andante, un pseudosociópata que aguarda a los factores aleatorios de la interacción social y la racionalización del cerebro anterior para colocarte en el lugar equivocado en el momento erróneo.

      Otra manera de verlo es establecer una analogía con el sida. El sida no mata a la gente; simplemente destruye el sistema inmunológico y vuelve a la víctima vulnerable a la muerte por otros factores.

      El «sistema inmunológico a la violencia» existe en el cerebro medio, y el condicionamiento de los medios crea una «deficiencia adquirida» en este sistema inmunológico. Con este sistema inmunológico debilitado, la víctima se vuelve más vulnerable a los factores que posibilitan la violencia, tales como la pobreza, la discriminación, la adicción a las drogas (que puede ofrecer motivos poderosos para cometer un crimen a fin de colmar necesidades reales o percibidas), o las armas y las pandillas (que pueden suministrar los medios y la «estructura de apoyo» para cometer actos violentos).

      De ahí que Estados Unidos haya visto una generación de ciudadanos inmunodeficientes que nos ha dado lo acaecido en la escuela de Jonesboro, en la escuela secundaria de Columbine y en la universidad Virginia Tech.

      Por más que lo hayan intentado, los gobiernos de todo el mundo no han sido capaces de proteger a sus ciudadanos inmunodeficientes. Y, ciertamente, nunca serán capaces de controlar el crimen violento hasta que dejen de infectar a sus niños.

      «Solo tienes que apagarlo» o «¡Que coman brioche!»

      Una respuesta común ante cualquier preocupación sobre la violencia en los medios es: «Tenemos un control adecuado. Se llama el botón de apagado. Si no te gusta, apágalo».

      Desgraciadamente, se trata de la típica respuesta inadecuada al problema. En la sociedad actual, la estructura familiar está hecha jirones, e incluso en familias intactas existe una enorme presión económica y social para que las madres trabajen. Madres solteras, hogares rotos, niños solos en casa y la dejadez parental son cada vez más la norma. Mediante un esfuerzo descomunal, los padres puede que sean capaces de proteger a sus propios hijos en el mundo actual, pero eso no sirve para mucho si el niño que vive al lado es un asesino.

      Lo peor de la solución «apágalo» estriba en que es descarada y profundamente racista en su efecto, si no en la intención, pues la comunidad negra en Estados Unidos es la «cultura» o la «nación» que se ha llevado la peor parte de la habilitación de la violencia por parte de los medios electrónicos. En este caso, pobreza, drogas, pandillas, discriminación y el acceso a las armas de fuego, todo ello predispone a la violencia a más negros que blancos. Estos factores se llevan por delante el primer filtro; luego, la ausencia del segundo filtro, el del cerebro medio, hace el resto.

      Bronson James, un locutor de radio negro de Texas en cuyo programa participé, señaló que esto es idéntico al procedimiento genocida mediante el cual el hombre blanco empleó el alcohol durante siglos en una política sistemática para destruir la cultura de los indios americanos. Debido a una variedad de razones culturales y genéticas, los indios tenían una predisposición al alcoholismo y se lo servimos a raudales como parte crucial de un proceso que, al cabo, destruyó su civilización.

      El suministro de violencia mediática en los guetos hoy en día es igualmente genocida. Esta violencia mediática es el equivalente moral de gritar «¡Fuego!» en un teatro abarrotado. El resultado es que el homicidio es la primera causa de fallecimiento entre los adolescentes negros, y el 25 por ciento de todos los varones negros en la veintena está en la cárcel, en libertad condicional o bajo fianza. Si esto no es un genocidio, se le parece.

      Lo que hace que la solución de «apágalo» sea tan racista es que, si estos homicidios y encarcelaciones les estuvieran sucediendo a los hijos de estadounidenses de las clases altas y medias, sin duda ya habríamos visto alguna solución drástica.

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