Matar. Dave Grossman

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Matar - Dave Grossman General

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un individuo de la propia especie y los mecanismos psicológicos que los ejércitos han desarrollado a lo largo de los siglos para superar esa resistencia.

      — El papel de la atrocidad en la guerra y los mecanismos mediante los cuales los ejércitos se empoderan y a la vez se ven atrapados por la atrocidad.

      — Qué se siente al matar; el conjunto de etapas de una respuesta estándar ante el acto de matar en combate, y el precio psicológico de matar.

      — Las técnicas que se han desarrollado y aplicado con un enorme éxito en el entrenamiento moderno de combate para condicionar a los soldados para que superen la resistencia a matar.

      — Cómo el soldado estadounidense en Vietnam fue por primera vez capacitado psicológicamente para matar en un grado mucho mayor que cualquier otro soldado en la historia anterior, para luego negársele el ritual de purificación que es psicológicamente esencial y que existe en todas las sociedades guerreras y, a la postre, ser condenado y acusado por su propia sociedad en un grado sin precedentes en la historia occidental. Y el terrible y trágico precio que los tres millones de veteranos estadounidenses, sus familias y nuestra sociedad han pagado por lo que les hicimos a nuestros soldados en Vietnam.

      Una nota personal

      Soy un soldado con veintiocho años de servicio. Fui sargento en la 82ª División Aerotransportada, lideré un pelotón en la 9ª División, he sido oficial de Estado Mayor y comandante de compañía en la 7ª División (ligera) de Infantería. Soy paracaidista militar y ranger del ejército. He estado destinado en la tundra del Ártico, las junglas de Centroamérica, el cuartel general de la otan, el Pacto de Varsovia, y en innumerables montañas y desiertos. Me gradué en escuelas militares que van desde la xviii Airborne Corps nco Academy hasta el British Army Staff College. Me gradué con una diplomatura de Historia summa cum laude y con un posgrado Kappa Delta Pi en psicología. He tenido el privilegio de conferenciar junto con el general Westmoreland ante el liderazgo nacional de la Coalición de Veteranos de Vietnam, y serví como primer orador de la sexta convención anual de los Veteranos de Vietnam. He tenido varias responsabilidades académicas, desde consejero en la universidad a profesor de psicología en West Point. Y fui profesor de Ciencia Militar y director del departamento de Ciencia Militar en la universidad estatal de Arkansas.

      Pero a pesar de toda mi experiencia, yo, al igual que Richard Holmes, John Keegan, Paddy Griffith y muchos otros que me precedieron en este campo, no he matado nunca en combate. Quizás no podría ser tan desapasionado y objetivo como necesito ser si tuviera que acarrear un lastre de dolor emocional. Pero los hombres cuyas palabras llenan este estudio sí han matado.

      A menudo, lo que compartían conmigo era algo que nunca habían compartido con nadie. Como consejero, he visto cómo me enseñaban; y considero una verdad fundamental de la naturaleza humana que, cuando alguien retiene algo traumático, esto puede causar un gran daño. Compartir algo con alguien sirve para ponerlo en perspectiva; pero si te lo guardas dentro, tal y como lo formuló una vez uno de mis estudiantes de psicología, «te come vivo de dentro afuera». Además, existe un gran valor terapéutico en la catarsis que llega cuando uno abre las ventanas y deja que entre la luz. La esencia del asesoramiento psicológico es que el dolor compartido es dolor dividido, y hubo mucho dolor compartido durante estas etapas.

      El objetivo último de este trabajo es descubrir la dinámica de matar, pero mi motivación esencial ha sido ayudar para derribar el tabú de matar que impedía que estos hombres, y muchos millones como ellos, pudieran compartir su dolor. Y luego para emplear el conocimiento adquirido para entender, primero, los mecanismos que posibilitan la guerra y, segundo, la causa de la oleada actual de crímenes violentos que está destruyendo nuestra nación. Si lo he conseguido, ello obedece a la ayuda que me han brindado los hombres cuyas historias se recogen aquí.

      Muchas copias de los primeros borradores de esta obra circularon durante años en la comunidad de veteranos de Vietnam con anterioridad a su primera publicación, y muchos veteranos editaron concienzudamente y comentaron estos borradores. Muchos de estos veteranos leyeron el libro y lo compartieron con sus esposas. Y, entonces, estas esposas lo compartieron con otras esposas y estas esposas lo compartieron con sus maridos y así sucesivamente. Muchas veces los veteranos y/o sus mujeres se pusieron en contacto conmigo para decirme que el libro les servía para entender y comunicar lo que había ocurrido en combate. De su dolor ha surgido la comprensión, y de esa comprensión el poder para curar vidas y, quizás, curar a una nación que está siendo consumida por la violencia.

      Los hombres cuyos relatos personales aparecen en este estudio son hombres nobles y valientes que confiaron a otros sus experiencias para contribuir al acervo de conocimiento humano. Pero mataron para salvar sus vidas y las vidas de sus camaradas, y mi admiración y afecto por ellos y sus hermanos son muy reales. El poema de Jon Masefield «Una consagración» sirve como mejor dedicatoria que lo que yo hubiera podido escribir. La excepción a esta admiración reside, por supuesto, en el apartado «Matar y atrocidades».

      Dada mi tendencia a obviar los eufemismos y mi empeño en hablar clara y clínicamente de «los que matan» y «las víctimas», si el lector percibe en estas cosas un juicio moral o un repudio de las personas involucradas, quiero dejar meridianamente claro que esto no es el caso.

      Generaciones de estadounidenses han padecido un gran trauma y horror físico y psicológico para darnos nuestras libertades. Hombres como los que se citan en este estudio siguieron a Washington, estuvieron codo con codo con Crockett y Travis en el Álamo, pusieron fin a la iniquidad de la esclavitud, y detuvieron el mal sanguinario de Hitler. Acudieron a la llamada de su nación sin hacer cálculos sobre los costes. Como soldado con casi un cuarto de siglo de servicio, me enorgullece haber mantenido en menor medida el estándar de sacrificio y dedicación que estos hombres representan. Y nunca les haría daño o mancillaría ni su recuerdo ni su honor. Douglas MacArthur lo dijo acertadamente: «Con independencia de lo horrible que puedan ser los incidentes de una guerra, el soldado llamado a ofrecer y dar su vida por este país es la expresión más noble de la humanidad.»

      Los soldados cuyos relatos conforman el alma y el corazón de esta obra entendieron la esencia de la guerra. Son héroes tan grandes como cualquier héroe que podamos encontrar en la Ilíada y, sin embargo, las palabras que leerás aquí, sus propias palabras, destruyen el mito de los guerreros y la guerra como algo heroico. El soldado entiende que hay veces cuando todos los otros han fallado y entonces tiene que «pagar la cuenta del carnicero» y luchar, sufrir, y morir para arreglar los errores de los políticos y cumplir la «voluntad del pueblo».

      «El soldado por encima de las demás personas», dijo MacArthur, «reza por la paz, porque ellos tienen que sufrir y acarrear con las heridas y cicatrices más profundas de la guerra.» Hay sabiduría en las palabras de estos soldados. Hay sabiduría en estas historias de «un puñado de ceniza, un bocado de moho./ De los mutilados, los tullidos y los ciegos en la lluvia y el frío.» Hay sabiduría, y haríamos bien si la escucháramos.

      Al igual que no deseo condenar a aquellos que mataron en un combate lícito, tampoco quiero juzgar a los muchos soldados que eligieron no matar. Hay muchos soldados así; de hecho, ofreceré pruebas de que, en muchas circunstancias históricas, los que no disparaban suponían la mayoría de los que estaban en la línea de fuego. Como soldado que podía haber estado a su lado no puedo sino sentirme consternado por su incapacidad para apoyar a la causa, su nación y sus compatriotas; pero como ser humano que ha entendido parte de la carga que han tenido que soportar y el sacrificio que han hecho, no puedo sino sentirme orgulloso de ellos y de la característica noble que representan en nuestra especie.

      El asunto de matar provoca que la mayoría de las personas sanas se sienta a disgusto, y algunos de los asuntos concretos y temas que se abordarán serán repulsivos y ofensivos. Son cosas que preferiríamos evitar. Sin embargo, Carl von Clausewitz nos avisó de que «no sirve a ningún propósito, resulta incluso contrario a los mejores

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