Sobre el combate. Dave Grossman

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Sobre el combate - Dave Grossman General

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style="font-size:15px;">      Cómo deben ser combatidas las semblanzas de las cosas

      En enero de 2003, fui a Camp Lejeune, en Carolina del Norte, a adiestrar a la segunda división de los marines. Llenamos el teatro de la base el doble de su aforo, impartiendo cada vez un bloque de cuatro horas de adiestramiento a los marines sobre cómo desplegarse en Iraq. Como es costumbre, les enseñé tanto como ellos me enseñaron a mí. Un marine me dijo: «Coronel, mi viejo gunny1 me enseñó que, si en el combate no estás a la altura de la ocasión, te hundirás hasta el nivel de tu adiestramiento».

      Podemos enseñar a los guerreros a ejecutar una acción específica requerida para la supervivencia sin el pensamiento consciente pero, si no somos cuidadosos, también podemos enseñarles a hacer lo incorrecto. Algunos instructores lo denominan «mala memoria muscular» o «cicatrices del adiestramiento». Se trata de tejido cicatrizado en el cerebro medio que resulta contraproducente para la supervivencia. Un ejemplo de ello es la manera en que los agentes de policía realizaron prácticas de tiro con revólver durante casi un siglo. Como resulta que querían evitar tener que recoger todos los casquillos del suelo al acabar, los agentes disparaban seis balas, paraban, vaciaban los casquillos vacíos de sus armas en las manos, se los metían en los bolsillos, cargaban y continuaban disparando. Todo el mundo daba por hecho que un agente no haría eso en un tiroteo de verdad. ¿Alguien puede imaginarlo en una situación real? «¡Vale, señor X! ¡Tiempo muerto! ¡Deje de disparar para que pueda recoger la chatarra!» Pues bien, ocurría. Cuando el humo se desvanecía tras muchos tiroteos de verdad, los agentes se quedaban de piedra al encontrar los casquillos en sus bolsillos sin recordar cómo habían llegado allí. En varias ocasiones, se encontraron a policías muertos con casquillos en la mano; habían muerto en medio de un procedimiento administrativo que se les había inculcado.

      Este tipo de historias serían difíciles de creer si las oyeras en un bar. Sin duda están «más allá de lo razonable», pero tras oír sobre este asunto de forma reiterada en entrevistas personales y leerlo en estudios académicos, sabemos que sucede de verdad. En biomecánica y quinesiología se denomina la «ley de la especificidad». En otras palabras, no puedes conseguir unas piernas más fuertes haciendo flexiones; tienes que entrenar los músculos específicos de las piernas para conseguir unas piernas más fuertes.

      Otro agente de policía dio un ejemplo de cómo aprender a hacer lo incorrecto. Se empeñó en practicar cómo desarmar a un agresor. En cualquier momento, hacía que su mujer, un amigo o un compañero le apuntara con una pistola para que pudiera practicar cómo arrebatársela. Arrebataba el arma, la devolvía y volvía a repetirlo varias veces. Un día, él y su compañero acudieron a una tienda de conveniencia porque había un sospechoso. Él caminó por uno de los pasillos mientras su compañero iba por otro. Al final del primer pasillo, el sospechoso lo cogió desprevenido cuando apareció por la esquina apuntándole con un revólver. En un suspiro, el agente le arrebató el arma, sorprendiendo al agresor por su velocidad y sutileza. Pero sin duda el malhechor se quedó todavía más sorprendido y confuso cuando el agente le devolvió el arma tal y como había practicado cientos de veces con anterioridad. Afortunadamente para el agente, su compañero apareció por la esquina y disparó al sujeto.

      Lo que se practica durante el adiestramiento sale por el otro lado en el combate. En una ciudad de la Costa Oeste, el adiestramiento de los agentes en tácticas defensivas incluía un ejercicio que habría podido ser en algún momento desastroso en una situación real de vida o muerte. El alumno que hacía de agente simulaba una pistola apuntando con el dedo al alumno que hacía de sospechoso y al que iba arrestar; le daba órdenes verbales para que se diera la vuelta, colocara las manos encima de la cabeza, etc. La práctica se abandonó de golpe cuando algunos agentes empezaron a informar a la unidad de adiestramiento que habían apuntado con sus dedos en situaciones de detención reales. Debían de haber hecho una pantomima de sus armas de fuego con una autoridad convincente pues los sospechosos obedecían sus órdenes. Como nadie tenía ganas de tentar a la suerte, la unidad de adiestramiento suspendió de inmediato la práctica de que los agentes simularan armas con sus dedos y pidieron réplicas con la empuñadura roja para ser utilizadas en los entrenamientos.

      Consideremos un ejercicio de tiro que introdujo el fbi y que se enseñó durante años en las academias de policía. A los agentes se les adiestraba en el campo de tiro para que desenfundaran, dispararan dos veces y volvieran a enfundar. Si bien era un buen ejercicio, más tarde se descubrió durante tiroteos reales que los agentes disparaban dos veces y luego enfundaban, incluso cuando el malo seguía en pie y todavía representaba una amenaza letal... No debería sorprender que esto provocara que no pocos agentes sintieran pánico y, por lo menos en un caso, se cree que dio como resultado la muerte de un agente.

      Hoy en día, en la mayoría de academias de policía se les enseña a los agentes a desenfundar, disparar, escanear y valorar. Lo ideal es que el guerrero se entrene para disparar hasta que la amenaza desaparezca y por eso lo mejor son objetivos que caen después de haber sido alcanzados por un número variable de disparos. Hoy en día, existen objetivos de acero controlados de forma neumática a los que se les puede pegar imágenes fotorrealistas. El tirador puede disparar dos veces y el objetivo cae, o se puede diseñar el ejercicio para que el objetivo supuestamente lleve blindaje corporal y permanezca en pie incluso tras haber recibido múltiples disparos. Para abatirlo, el tirador debe dispararle en la cabeza. Lo que es incluso mejor: en el paintball o en el entrenamiento con paint bullets, a los jugadores se les enseña a no caer hasta que no han sido alcanzados por un número concreto de disparos.

      Si en el combate no estás a la altura de la ocasión, te hundirás hasta el nivel de tu adiestramiento. No esperes que el hada del combate te dé un coscorrón con la varita del combate y de pronto consiga que hagas cosas que nunca practicaste. No ocurrirá.

      Debe haber un esfuerzo continuado para desarrollar un adiestramiento con simulaciones realistas a fin de que el guerrero adquiera un conjunto de habilidades que transferirá a la realidad. Un veterano de Vietnam que sirvió dos veces lo explicaba así:

      En Vietnam, siempre me sorprendía descubrir que en situaciones difíciles había hecho lo correcto. Es como si fuera en automático y no pensara en lo que hacía, y ni siquiera lo recordaba más tarde. Soy un firme defensor del adiestramiento, ese entrenamiento tedioso, aburrido de «si lo tengo que hacer una vez más, empezaré a gritar» que todo soldado odia. Permite que personas como yo rindan en combate cuando el sentido común te está diciendo que salgas corriendo de allí lo antes posible.

      Matar en piloto automático: S.L.A. Marshall tenía razón

      De esa manera ya puede esperarse que la memoria de un gran hombre le sobreviva, quizás, medio año.

      Shakespeare

      Hamlet

      Reitero: lo que se practica durante el adiestramiento sale por el otro lado en el combate. El instinto de supervivencia puede llegar a ser secundario ante el adiestramiento. Cualquier resistencia natural o aprendida a matar, cualquier sentido de la santidad de la vida humana, cualquier emoción humana, cualquier remordimiento o compasión en el momento de la verdad, todo ello puede ser superado y anulado mediante el adiestramiento.

      El tema de entrenar para matar en piloto automático, sin pensamiento consciente alguno, se trata ampliamente en mi libro Matar. En consecuencia, me limitaré a sintetizar y poner al día la información que se recoge allí.

      Puedes pensar que matar es fácil, que una persona sólo tiene que entrar en el campo de batalla y simplemente comenzar a matar porque así se lo han ordenado. La verdad es que resulta difícil conseguir que la gente mate. Consideremos la tasa de homicidios, que está en tan sólo seis por cien mil al año. Millones de personas se topan los unos con los otros cada día, muchos están deprimidos, enfadados, son hostiles y están llenos de odio, pero sólo seis de cada cien mil

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