Sobre el combate. Dave Grossman
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Las granadas aturdidoras son una herramienta excelente que salva vidas en estos tiempos trágicos y violentos, pero la mayoría de los policías y soldados no las llevan consigo a diario. Sin embargo, si llevas un arma, tienes un flashbang. Si aprietas el gatillo, emite destellos y un estruendo. Sabemos que un arma de fuego es un instrumento psicológicamente abrumador. Si eres un agente de policía, tienes que entender que en un alto porcentaje de las situaciones de combate, es el criminal el que disparará primero, lo cual significa que iniciarás el combate recibiendo el flashbang. Una mentalidad apropiada y un adiestramiento realista para desarrollar respuestas de piloto automático pueden ayudar a los guerreros a superar este problema.
La teoría del Bigger Bang: «Doin, doin» contra «pum, pum»
Cuando algunos de vuestros hermanos,
Con aullidos de espanto,
Huían del ruido de nuestros propios tambores.
Shakespeare
Coriolano
Napoleón dijo que, en la guerra, «lo moral es a lo físico como tres es a uno». Es decir, que los factores psicológicos son el triple de importantes que los factores físicos. En el combate, uno de los más importantes de estos factores «morales» —o factores de moral o psicológicos, como diríamos hoy en día— es el ruido.
En la naturaleza, el que ladra más fuerte o el que ruge más alto es el que probablemente ganará la batalla. El sonido de las gaitas, la corneta y los gritos de los rebeldes han sido empleados a través de la historia para acobardar al enemigo con ruido. La pólvora fue lo máximo en aullidos, pues ofrecía tanto un ladrido como un rugido. Empleada primero como fuegos artificiales por los chinos y luego en cañones y mosquetes, la pólvora era una matraca que proporcionaba tanto ruido como conmociones. Las conmociones se sentían y oían, y la pólvora proporcionó los efectos visuales del destello y el humo. Ya que la explosión de pólvora y su humo a la deriva se pueden saborear y oler, proporcionaba un fuerte estímulo sensorial que potencialmente podía invadir los cinco sentidos.
Esta es una de las razones fundamentales por las que el primer y torpe mosquete de ánima lisa y avancarga sustituyó al arco largo y a la ballesta. El arco largo y la ballesta tenían un índice de acierto muy superior, eran más precisos y presentaban una exactitud en el alcance mucho mayor en comparación con los primeros mosquetes de ánima lisa. Y a pesar de ello, estas armas militares superiores fueron remplazadas casi de la noche a la mañana (hablando en términos históricos) por unos mosquetes infinitamente inferiores. Pero a pesar de que eran inferiores a la hora de matar, no lo eran a la hora de aturdir y acobardar al contrincante.
Una vez pregunté en una habitación llena de agentes por qué instrumentos increíblemente superiores para matar como la ballesta y el arco largo habían sido sustituidos por el comparativamente inútil mosquete. Un agente de policía se puso en pie y contestó: «¡La Administración!». La respuesta consiguió una risa general, pero la verdad es que pocas cosas ocurren en el campo de batalla sin una buena razón. En este caso, si estás en la batalla haciendo «doin, doin» con un arco y el otro tipo hace «¡pam, pam!» con un mosquete, si todo lo demás es igual, el que hace «doin» perderá siempre. Algunos estudiosos, que no entienden del todo el importantísimo aspecto psicológico del combate, han asumido que el arco largo desapareció debido a que requería un entrenamiento de toda una vida para llegar a dominarlo. Sin embargo, esta lógica no encaja tan bien con la ballesta. Si se trataba de una cuestión de entrenamiento y coste, entonces el tremendo coste y entrenamiento de toda una vida que requería crear a un caballero montado o a una tropa de caballería hubieran sido suficientes para condenar a esos instrumentos de guerra. Si un sistema armamentístico proporciona el dominio militar (ya sea el caballero, la fragata, el portaaviones, el caza a reacción o un misil nuclear), entonces la sociedad destinará los recursos para conseguirlo. Pero si se encuentra un arma más efectiva, entonces la inmisericorde evolución darwiniana del campo de batalla condenará al arma antigua y abrazará la nueva. Así, los arcos largos y las ballestas se vieron condenados con la invención de los primeros y toscos mosquetes, y las razones psicológicas de ello son, en palabras de Napoleón, «tres veces más importantes que las físicas».
El concepto de abrumar y derrotar a tu enemigo es tan antiguo como los escritos de Sun Tzu de hace 2.500 años. Clausewitz en su libro clásico del siglo xix, De la guerra, dijo que «el shock y el pavor son efectos necesarios que surgen de la aplicación del poder militar y tienen como fin destruir la voluntad de resistencia del adversario». Por supuesto, la campaña «shock y pavor» que empleó la coalición de fuerzas lideradas por Estados Unidos que invadió Iraq en 2003 fue una aplicación a gran escala de este concepto; pero para nuestros propósitos lo aplicaremos aquí en relación con armas pequeñas y con el combate cuerpo a cuerpo.
Probablemente habrás oído hablar de la teoría del Big Bang. Denomino teoría del Bigger Bang a aquella que sostiene que, siendo las demás cosas igual, en el combate el que hace más ruido gana. Los efectos psicológicos de la pólvora pueden ser pensados como un continuo. En lo más alto del continuo encontramos la granada aturdidora, la granada de mano, la bomba aérea y el fuego de artillería. En lo más bajo, la pistola y, en medio, el fusil.
Si has estado en el polígono de tiro y has oído el disparo de un fusil, sabes que la conmoción y el «crack» supersónico de la bala de un fusil pueden ser mucho más impresionantes que los de una pistola. Llevar un fusil a una pelea es el equivalente de llevar una motosierra a una pelea a cuchillo. En ambos casos, dispones de una ventaja de alcance, una ventaja de causar daño y una ventaja psicológica formidable.
Un ejemplo clásico de ello ocurrió en North Hollywood, en California, el 28 de febrero de 1997, cuando dos resueltos ladrones de bancos, fuertemente armados y con chalecos antibalas, dispararon cientos de balas con armas automáticas antes de que la policía los detuviera. Cuando todo hubo acabado, había diecisiete personas heridas y los sospechosos estaban muertos. Lo que sucedió es que había dos idiotas con fusiles de asalto haciendo «¡pam, pam, pam!» mientras los agentes de la policía de Los Ángeles (había más de doscientos en el lugar) respondían al fuego con sus pistolas de 9 mm haciendo «doin, doin, doin». Si todo lo demás es igual, ¿quién gana este tipo de enfrentamiento a tiros? La respuesta es: «¡Pam, pam, pam!». Esa es la realidad del combate. Dicho esto, no es imposible que una persona con una pistola derrote a otra con un fusil; sucede a menudo. Simplemente, es más difícil.
Si eres un agente de policía y el sospechoso lleva un fusil a un enfrentamiento, sería bueno que tú también tuvieras un fusil. Los fusiles están sustituyendo lentamente pero sin pausa a las escopetas en las filas de las fuerzas del orden, y probablemente ya ha llegado el momento en el que todos los agentes deberían ser adiestrados para manejar un fusil y deberían llevarlo en su vehículo. ¿Alguien cree que la amenaza terrorista internacional se va a limitar al empleo de pistolas? No, llevarán fusiles y chalecos antibalas para el enfrentamiento a tiros. El fusil del terrorista atravesará el chaleco de los agentes, mientras que las pistolas de la policía serán física y psicológicamente ineficaces.
Consideremos la masacre en la escuela secundaria de Columbine, en Littleton, Colorado, en 1999. Dos chavales vestidos con gabardinas largas y armados con una variedad de armas de fuego, incluida una carabina High Point 995 de diez cartuchos y dos escopetas Savage del calibre 12, fueron al colegio para llevar la muerte a sus compañeros de clase. Cuando todo había terminado, catorce estudiantes, incluidos los asesinos, y un maestro estaban muertos, y otros veintitrés estudiantes y miembros del profesorado resultaron heridos graves.
Los sujetos comenzaron la carnicería enfrente de la escuela cuando un agente de policía destinado al colegio se enfrentó con ellos en un tiroteo. Comenzó bien (un informe señala que alcanzó el cargador de la escopeta de uno de los asesinos), pero pronto se quedó sin munición y tuvo que retirarse, dejando la escuela en