Sobre el combate. Dave Grossman
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La psicóloga de la policía doctora Alexis Artwohl ha llevado a cabo lo que creo que es una de las mejores investigaciones sobre las distorsiones perceptivas en el combate. La doctora Artwohl y Loren Christensen recogieron la información en su libro Deadly Force Encounters, que recomiendo encarecidamente a mi público militar y policial.
Hay que subrayar que las distorsiones perceptivas del oído y la vista que se tratan en este capítulo son significativamente diferentes de las experiencias normales y cotidianas en las que uno no repara en ciertas cosas que ve y oye simplemente porque no les presta atención. El hecho de no ver u oír algo porque uno está concentrado en otras cosas es una manifestación psicológica; mientras que la «visión de túnel» y la «exclusión auditiva» parecen comportar tanto influencias psicológicas de la «concentración» como poderosos efectos fisiológicos causados por cambios biomecánicos en el ojo y el oído. Necesitamos mucha más investigación al respecto, pero la teoría prevalente hoy en día es que estos cambios biomecánicos de los órganos sensoriales son un efecto secundario de la vasoconstricción y de otras respuestas del estrés que ya se trataron con anterioridad.
Exclusión auditiva: «¡Nuestras armas explotaron!»
En su ensañamiento,
sordos como el mar, prontos como el fuego.
Shakespeare
Ricardo II
La doctora Artwohl encuestó a 141 agentes de policía que habían estado en lo que las agencias de policía llaman «encuentros con fuerza letal»; nosotros lo llamaríamos tiroteos o balaceras. Descubrió que ocho de cada diez agentes experimentaron pérdida auditiva, es decir, los disparos se vuelven «silenciosos».
Los cazadores saben que estarán temporalmente sordos y
oirán un pitido en el oído durante el resto del día si no llevan protección auditiva cuando fijan sus miras en el objetivo. Y sin embargo, si no llevan protección auditiva cuando efectivamente disparan a un ciervo, a menudo no oyen sus propios disparos o el sonido es más débil, y no tienen luego un pitido en el oído. Si ésta es una respuesta común del estrés cuando se dispara a un ciervo, ¿cuánto mayor sería la respuesta al estrés si el ciervo pudiera devolver los disparos?
Consideremos este ejemplo clásico de exclusión auditiva recogido en Deadly Force Encounters:
Mi compañero y yo íbamos persiguiendo un vehículo robado. El sospechoso conducía de forma errática y solo se detuvo cuando perdió el control y el vehículo acabó estrellándose en una cuneta. Mi compañero tenía su escopeta y yo empuñaba mi semiautomática cuando nos acercamos con precaución. Cuando estalló una bala saliendo de uno de los cristales, comencé a disparar.
Apenas oí el sonido de un disparo y luego nada. Como podía sentir el retroceso de mi arma, sabía que estaba disparando pero no oía la escopeta y temía que hubieran alcanzado a mi compañero. Cuando todo acabó, resultó que había disparado nueve balas, y mi compañero, que estaba a eso de un metro y medio, cuatro. El sospechoso también consiguió realizar dos disparos antes de que lo matáramos. Ninguno de los dos resultamos heridos.
No sabía cuántas veces había disparado hasta que me lo dijeron más tarde. Hasta el día de hoy no recuerdo haber oído ningún disparo salvo aquel primero.
La inmensa mayoría de los agentes que declaran una pérdida auditiva tras abrir fuego indican que se trató de que su disparo o disparos enmudecían o, como mucho, sonaban como si fueran de una pistola de fogueo. Otros decían que sus disparos no eran tan ruidosos como «deberían» haber sido, mientras que un pequeño número señaló que no los había oído en absoluto.
Un francotirador de los swat declaró que él y otro miembro del equipo dispararon de forma simultánea en una habitación pequeña y, sin embargo, las dos armas, incluso en un espacio reducido, sonaban amortiguadas.
Massad Ayoob es un campeón de tiro nacional, instructor de la policía, un destacado investigador y uno de los escritores más prolíficos sobre asuntos de policía hoy en día. Me explicó lo siguiente durante la correspondencia que mantuvimos sobre el asunto:
Todo lo que he visto me indica que la mayor parte de la exclusión auditiva (así como la visión de túnel) es una cuestión de percepción cortical. El oído aún oye y los ojos ven, pero al estar centrado en la misión de sobrevivir, el córtex del cerebro filtra la atención y descarta lo que considera insignificante para el objetivo.
Este proceso de «apagado» de los inputs sensoriales ocurre constantemente. Mientras lees esto, probablemente no eres consciente de la sensación de tus zapatos o del cinturón en tu pantalón. Probablemente también apagas todo tipo de ruido ambiental como el ronroneo de tu nevera o el tráfico en la distancia. Nuestros cerebros tienen que apagar constantemente los datos sensoriales porque, de no hacerlo, estos nos abrumarían.
En situaciones de estrés extremo, este filtrado puede ser incluso más intenso, pues apagamos todos los sentidos salvo el que necesitamos para sobrevivir. Normalmente ese sentido es la vista, pero en condiciones de baja visibilidad el oído puede «encenderse» y la vista «apagarse» cuando los combatientes oyen el disparo pero ignoran el menos prominente fogonazo de la boca del cañón.
Masad Ayoob tiene razón en que, sin duda, hay en esto un componente mental, cognitivo. El cerebro filtra de la conciencia aquello que considera insignificante para el objetivo, y el objetivo es la supervivencia. Pero si no oyes un pitido tras unos disparos, eso parecería indicar que también hay un cierre físico que afecta de alguna manera al oído interno. Las investigaciones en el campo de la audiología indican que el oído puede cerrarse a los sonidos ruidosos de forma física, mecánica, al igual que el párpado puede cerrarse ante las luces brillantes. Al parecer, este cierre biomecánico del oído ocurre en un milisegundo en respuesta a un ruido fuerte y repentino.
Dos cosas ocurren aquí: primero, se da una especie de «visión de túnel» auditiva en la que sonidos concretos, como el ruido de las sirenas, se apagan bajo un estrés elevado. Apagamos los sonidos innecesarios y nos centramos todo el tiempo en un sonido. Cuando era un soldado raso y dormía en un barracón, aprendí cómo apagar los ronquidos ásperos de alguno de mis compañeros escuchando con atención el zumbido continuo que provocaba el silbido del aire al salir del respiradero de la calefacción. Algo parecido pero mucho más intenso ocurre en el combate, cuando cerramos mentalmente estímulos sensoriales innecesarios y nos centramos en aquello que es críticamente necesario.
También hay una especie de «parpadeo» auditivo en el que los ruidos fuertes son apagados o silenciados de forma física y mecánica durante un breve momento. Y más tarde no se da ni siquiera el habitual pitido en los oídos. El parpadeo auditivo puede dividirse aproximadamente en tres clases:
— Una respuesta, que parece darse en niveles bajos de estimulación (quizás en la fase amarilla), es aminorar o cerrar el sonido de tus propios disparos (que, de alguna manera, estás anticipando) mientras que el sonido de los disparos de alguien a tu lado puede resultar ensordecedor. Esto ocurre cuando dos cazadores disparan a la vez contra una presa, y conozco varios casos en los que un agente declara que sus propios disparos sonaban silenciosos mientras que los disparos de otro agente a su lado eran ensordecedores. En todos los casos que conozco, el nivel de estrés era moderado.
— Otra respuesta, que parece darse en situaciones de estrés extremo (quizás en la fase negra), es cerrar todos los sonidos