Antropoceno obsceno. Borja D. Kiza

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Antropoceno obsceno - Borja D. Kiza

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lo que se necesita. Como todo, ser rico es relativo. Para hacerse rico hay dos vías (o tres: si se aplican las dos siguientes a la vez). A: ocuparse de tener más. B: ocuparse de necesitar menos. En estos tiempos, posiblemente, la más efectiva para la mayoría es la reducción profunda de las necesidades.

      Ser de verdad rico no es solo necesitar menos de lo que se tiene. No se trata de vivir la vida de una planta, sino de utilizar todos los recursos económicos, temporales, mentales, emocionales... que este «necesitar menos» libera para acercarse a un buen fin. El que uno quiera. Ser rico es ser libre. La mayoría de humanos nace socio-culturalmente prisionera. Hacerse rico es liberarse.

      Ser rico es estar satisfecho. Un poquito más que satisfecho. Es sentirse privilegiado. Es alcanzar esa sensación y conservar la ilusión de que durará para siempre.

      Ser feliz es sentirse privilegiado sin sentirse culpable.

      

      (Nota: primeras ideas que me vienen a la cabeza libres por fin de la frustrante forma de pregunta, lo cual no significa, en absoluto, que sean ciertas. Además: preguntarle a J cuando menos se lo espere, cuál es el buen fin de su vida, más allá de divertirse como un niño.)

      (Una buena parte de) la clase media

      Vuelvo a Christian Schwägerl, La era del hombre: ¿destruir o replantear? La época decisiva de nuestro planeta:

      La clase media occidental es, entonces, sin duda, el mayor motor del Antropoceno y de sus batallas, y esto incluso si ella no ocupa los puestos centrales de mando de la producción de necesidades, incluso si los rendimientos no afluyen en su dirección. […] Detrás del estilo de vida occidental se encuentra el más potente movimiento ciudadano que jamás haya existido: la clase media mundial. Ella está altamente educada, posee un fuerte poder de compra y una fuerte influencia política.

      Miro a mi alrededor y veo (una buena parte de) la clase media hoy en Europa: personas que basculan hacia las clases medias-bajas o bajas. Succionadas por el paro. Precariedad creciente.

      Veo, también, un descalabro contenido. Un paracaídas frena, en parte, la caída de esta clase media: padres de clase media al final de sus carreras o abuelos retirados que ayudan económicamente a sus hijos y nietos.

      Veo el agujero en el paracaídas: dinero entregado y gastado hoy que las jóvenes clases medias no recibirán en futuras herencias. Sin entrar en la justicia o injusticia de que la riqueza se transmita de generación en generación, veo: ahorros de vieja clase media que se cuelan como el aire por el agujero de la urgencia. Destinados a pagar alquileres, comida, ropa, médicos... hoy. Dinero que la joven clase media ya no recibirá ni podrá utilizar mañana para influenciar el mundo según sus propias nuevas visiones.

      Sobre el paracaídas agujereado: el aspirador. Cubrir necesidades urgentes en vez de utópicas. Bajo el paracaídas: dinero menguante ganado ayer y guardado para mañana pero succionado hoy. Junto a recursos mentales, salud, tiempo, fuerza anímica...

      El agujero: un «accidente económico» que drena el presente. Desmiente el pasado. Y compromete el futuro. De (una buena parte de) la clase media.

      En el fondo, lo que veo: el vaciado de la clase media. Gripar «el mayor motor del Antropoceno y sus batallas». Inmovilizar el «más potente movimiento ciudadano que jamás haya existido». Debilitar en lo posible el cambio. Lo anoto con mis toscas palabras. Y de verdad que intento no enfadarme. Voy a por un vaso de agua. Y, en la cocina, me pregunto: ¿cómo coser la cuchillada que nos dieron en la tela del paracaídas? ¿O habría simplemente que devolverla?

      

      (Nota: quizás J no entiende esto porque pertenece a la otra parte de la clase media, la que tiene la fortuna de no haber basculado hacia la desgracia.)

      Las clases bajas: la banalización de la pobreza

      Sin embargo, existe una nueva categoría de población, antes ausente del mapa mental de las divisiones sociales, que puede considerarse víctima colectiva del «daño colateral múltiple» del consumismo. En los últimos años esta categoría ha sido definida como «infraclase». […] Y se produjo otro efecto, quizás más importante aún: la «anormalidad» de la infraclase (vale decir, una heterogénea variedad de individuos a quienes se niega el acceso a cualquier clase social reconocida y que no cumplen los requisitos para acceder a alguna) «normalizó» la presencia de la pobreza. La infraclase estaba situada fuera de los límites aceptados de la sociedad, pero la infraclase, como ya hemos dicho, era solo una fracción de los considerados «oficialmente pobres». Precisamente porque se consideró que el problema grave y urgente era la infraclase, la enorme cantidad de gente que vivía en la pobreza dejó de ser un tema cuya importancia requiriera inmediata atención.

      Zygmunt Bauman,9 Vida de consumo

      La infraclase

      Los que aún no están excluidos, los que aún se creen el mito de que en esta sociedad somos libres, aceptan y hacen suyo lo que dicen los poderosos y su prensa: que los excluidos no son como ellos, que son una gente zarrapastrosa, sucia, rara, diferente, con mala suerte y malos hábitos. El mito que ha calado es que los excluidos se han buscado la situación que sufren. No hay una rebeldía masiva contra las necropolíticas de los gobiernos, contra la exclusión, porque la gente que aún no está excluida no se identifica con los excluidos. Piensan «ese no soy yo», «eso no me pasará a mí». No se dejan identificar con el que sufre, no hay empatía radical. Y en realidad las necropolíticas nos afectan a todos. En cuanto esa persona incluida enferme será posiblemente excluida sin ingresos y sin ayuda.

      Clara Valverde,10 entrevista de Siscu Baiges

      para el Diario, 28/2/2016

      Los perdedores del Antropoceno

      Las clases sociales se agitan, se excitan. Giran velozmente como pequeñas partículas mal disueltas en un líquido revuelto por por una cucharilla incompasiva. Al sacar la cucharilla, el líquido sigue girando. Las partículas más pesadas, sin recursos para nadar, empiezan a caer al fondo y a estancarse. ¿Quiénes forman este poso, lodo irrescatable sobre el que caerá más lodo? ¿Quiénes son los nuevos perdedores del Antropoceno? Los busco...

      En las ruinas, la vida puede ser de barbarie. Entre las ruinas puede aparecer la infelicidad humana: o usted gana o usted es un perdedor. «O gana o es un perdedor...», eso me suena de algo. ¿Usted es un «winner» o un «loser»? Bien..., desde el momento en que eso es aceptado a la fuerza, desde el momento en el que no estamos en la calle diciendo «somos todos perdedores», las ruinas han comenzado, la barbarie está ahí. Desde el momento en que aceptamos que se cuele el «usted está entre los ganadores o usted está entre los perdedores», la barbarie ha comenzado.

      Isabelle Stengers, conferencia organizada

      por Opera Mundi en la biblioteca Alcazar de Marsella

      

      (Nota: ¡escucha bien, J, lo que dice también Stengers, a quien utilizaste para embarcarme en este reto antropocénico: «Somos todos perdedores»! ¿Lo entiendes, cabezadura? Un ardor profundo me empuja a volver a la cocina a por más agua. Apaciguado momentáneamente, me digo que J no se dejará convencer tan fácilmente. Así que regreso al trabajo en busca de voces más acreditadas que la mía para abrirle de una vez esos ojos de topo que tiene.)

      Conversando

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