Antropoceno obsceno. Borja D. Kiza

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Antropoceno obsceno - Borja D. Kiza

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Magnaghi, que considera que el ser humano tiene como misión instalarse en un lugar que va a amar. Cada uno preferirá un lugar diferente pero, una vez encontrado, hay que cultivarlo. Debe haber una dimensión afectiva con el territorio.

      —¿Cuál es el mejor tamaño de ciudad para acentuar lo menos posible el Antropoceno?

      —Para empezar, yo señalaría un déficit intelectual muy grande: no tenemos a disposición una geohistoria medioambiental de las ciudades. Las analizamos por su población, su economía..., pero no las analizamos por su metabolismo urbano. No calculamos la huella medioambiental de una ciudad, o lo hacemos muy grosso modo, y es muy complicado hacerlo. En mi libro sobre los centros comerciales, para criticarlos aún más, intenté saber cuánto cuestan a nivel de emisión de carbono, pero es muy difícil saberlo porque no le importa a nadie y porque quienes lo calculan guardan el dato para ellos. Sin embargo, aunque no tengo datos, tengo un sentimiento: toda aglomeración que supera el millón o dos millones de habitantes produce más desarreglos que arreglos. Desechos, consumo de energía, atascos, robos, necesidad de seguridad, policía, iluminación pública, impactos en la salud... Si consideramos la ciudad como un ecosistema, en ese momento necesita más entradas que las salidas que produce. No me gusta mucho esta imagen y además no responde directamente al Antropoceno, que se refiere al impacto geológico, pero es una manera de aproximarse. Contrariamente a lo que piensan algunos, no cuanto mayor sea la ciudad el impacto por persona será menor. Pero lo contrario tampoco es cierto: una ciudad más pequeña no significa que sea más ecológica. El tamaño justo... Teniendo en cuenta la opinión de la organización italiana Cittaslow, es una ciudad de 70.000 habitantes. Según la británica Transition Town Totnes, es más bien de 50.000. Todos los movimientos alternativos que tratan las ciudades hablan de tamaños bastante pequeños. Si miro otros investigadores, Paul Bairoch llega a entre 600.000 y 700.000 habitantes. Pero es muy difícil aislar una ciudad y analizar su impacto antropocénico.

      —¿En qué momento de la historia empiezan a aflorar las ciudades de más de uno o dos millones de habitantes en número suficiente como para decir que, urbanísticamente, entramos en el Antropoceno?

      —Como sabe, el inventor del concepto «Antropoceno», Paul Crutzen, considera que entramos de lleno en esta era geológica en 1945 o un poco antes. En cuanto a las ciudades, las de uno o dos millones de habitantes empiezan a generalizarse a partir de los años cincuenta. Hasta el año 1800 solo hubo cuatro ciudades que tuvieron una población importante: Roma, Bagdad, Constantinopla y Xi’an. A partir de 1800, con el productivismo y el ferrocarril, tenemos Londres, después París y luego Berlín, que superan el millón de habitantes. En 1900 había 11 ciudades millonarias. En 1960 había más o menos 180. Hoy hay 530.Y en 2030 habrá 750. Y entre las de hoy y las del futuro hay muchas que superan de sobra el millón o dos millones de habitantes. Así que pronto habrá bastantes ciudades que tendrán 40 millones de habitantes, lo que significa que serán absolutamente dependientes a nivel alimentario y que agotarán todos los recursos disponibles a su alrededor. La autonomía alimentaria de París hoy es de un día.

      1*Thierry Paquot, 1952, Saint-Denis, Francia. Filósofo, urbanista y doctorado en Economía, es además profesor de la universidad Paris-Est-Créteil-Val-de-Marne y ha dado cursos en la Escuela de Arquitectura de París-La Défense y en el Instituto de Urbanismo de París. Entre otras actividades en medios de comunicación, fue editor de la revista Urbanisme, entre 1994 y 2012, y productor del programa radiofónico «Permis de construire» de France Culture, entre 1996 y 2000. Algunos de sus libros más desdtacados son Dictionnaire la ville et l’urbain, Desastres urbains. Les villes meurent aussi y Lettres à Thomas More sur son Utopie (et celles qui nous manquent).

      Capitalismo

      ¿Qué es? ¿A qué me refiero cuando escribo la palabra «capitalismo»? ¿Es el sistema? ¿Son los otros? ¿Qué otros? ¿Soy yo? ¿Todo yo? ¿Qué parte de mí? ¿Es una parte de mí y de todos los otros? ¿Siempre? ¿Es una manera de entender el mundo, independientemente de que nuestros actos sean más o menos capitalistas? ¿Es una herramienta en nuestras manos que nos legitima para abusar o es un arma en manos ajenas que nos hace víctimas más vulnerables? ¿Es un chivo expiatorio que nos hemos inventado para no juzgarnos y no encontrarnos a nosotros mismos, todos, culpables? ¿O hay verdaderos culpables e inocentes en el capitalismo? ¿A qué juego cuando digo «capitalismo» y lleno la palabra de connotaciones? ¿Quién soy yo para insinuar que algo es malo, peor que yo, cuando no soy capaz de llegar al fondo de ese «algo» y posiblemente tampoco de mí mismo? Yo, que solo tengo preguntas, que me propongo robar respuestas, ¿soy igual de capitalista que los políticos y los dirigentes de organismos financieros internacionales que aparecen en los «Papeles de Panamá»7 con empresas-pantalla en paraísos fiscales? ¿Una multinacional de 10.000 empleados es capitalismo? ¿Una cooperativa de 400? ¿Una familia que cultiva verduras bio y las vende en los mercados? ¿Un trabajador autónomo? ¿Un jubilado, un parado, un receptor de ayudas sociales? ¿Un niño de Bombay que escarba entre los plásticos para luego venderlos? ¿Cuándo empezó el capitalismo? ¿Cuándo empezó a influir en las capas geológicas de la Tierra? ¿Puede no haber capitalismo? ¿Quiero de verdad que no haya capitalismo? Pero: ¿qué es el «no-capitalismo»? ¿A qué me refiero cuando escribo la palabra «no-capitalismo»?... ¡Aahgg! A veces envidio la capacidad de J de no cuestionarse nada que le resulte incómodo.

      Jean-Pierre Changeux,8 en una conferencia en el cccb de Barcelona sobre «El cerebro aumentado, ¿aliado o enemigo de la especie humana?», relata:

      Diré incluso, para complacerlos, que hace un año escribimos un artículo, que tuvo bastante éxito, en el que el jurado fue extremadamente exigente. Hubo un juez que dijo: «Escuchen, yo no sé qué es la consciencia así que no aceptaré este artículo hasta que la palabra «consciencia» sea eliminada de todo el texto. Entonces, evidentemente, intentamos usar «tratamiento de consciencia», «aceptación de consciencia»..., etc. ¿Qué hicimos al final? Simplemente eliminamos la palabra «consciencia». No tuvimos que cambiar nada más [risas de Changeux]. Al contrario, el texto quedó mejor porque había menos ambigüedad y cuestiones sin respuesta. Por mi parte, lo importante era saber qué examinábamos: el sujeto consciente, despierto, que percibe, por ejemplo, lo que nos decimos unos a otros. ¿Ustedes están conscientes? Quizás al final de la conferencia estén menos conscientes si se duermen en sus sillas pero... Ahora bromeo un poco. Cambiamos de estado de consciencia pero ustedes saben qué significa estar consciente, estar despierto, estar atento, e intentar generar un diálogo. Para nosotros, con eso basta. No necesitamos definiciones muy sofisticadas.

      Quizás debería volver atrás y eliminar todas las veces que la palabra «capitalismo» aparece en el texto. Y confiar en que, con ella, suceda lo mismo que con la consciencia del artículo de Changeux. Para protegerme de los jurados más exigentes, empezando por J. ¿Qué definición mínima de «capitalismo» nos basta para intentar generar un diálogo?

      Jean-Pierre Changeux, un poco antes durante la misma conferencia:

      Lo que importa no es tanto la definición filosófica de la consciencia como el llegar a encontrar los medios para acceder a una investigación científica sobre el tratamiento de la consciencia. Encontrar la manera de tener modelos, protocolos experimentales que permitan examinarla… Les he mostrado un ejemplo simple de enmascaramiento. Creo que es así como se... [inaudible]. Yo no tengo la pretensión de resolver todos los problemas que plantea la consciencia.

      Antes de caer en el ridículo, más me vale liberarme, como Changeux, de la pretensión de resolver todos los problemas que plantea el astuto capitalismo; y conformarme modestamente, si tengo suerte, con hacer ver a mi amigo su papel en el Antropoceno analizando solo algunos de ellos.

      Los ricos

      Ser rico no es tener mucho. Tampoco el tópico hipócrita de

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