Comedias de humor. José Ignacio Serralunga
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Estoy segura de que a esa,
en dos meses a esta parte,
cuando intentes arrimarte
le va a “doler la cabeza”.
GUAPO: A vos te dolía siempre
por tu brutal frigidez.
Acordate de esa vez
que te compré lencería.
Dijiste: qué porquería
y te dormiste otra vez.
GORDA: Bueno, basta, qué me importa,
ya no me interesa un pito
discutir con este tipo.
GUAPO: Lo mismo digo, señora,
no le pido ni la hora,
y yo al pucho, me lo pito.
GABRIEL: (al público) Un callejón sin salida
pareció la encrucijada
MARCO ANTONIO: y una idea afortunada
salió al ruedo como un toro.
Dijimos los dos a coro:
GABRIEL y MARCO ANTONIO: ¿Qué dirá la oxigenada?
GUAPO: Con la rubia no se metan,
acá no está en discusión.
Lo que faltó es decisión
de ustedes dos, maricones,
que no tuvieron cojones
para enfrentar al camión.
GORDA: Yo quiero a la rubia acá.
Le meto un par de piñones,
la tapo con almohadones
pa que no le queden señas,
y le arrimo tanta leña
que le borro los riñones.
GUAPO: ¡Animal, bestia insensible!
¡Es un peligro latente!
¡Si se encuentra de repente
con la rubia en una esquina,
le va a dar con lavandina,
la va a dejar transparente!
GORDA: Traemelá, vas a ver.
Si la agarro con mis dedos,
la estrangulo con denuedo,
le quito el aire de a poco
y va a quedar hecha moco.
Ahí si querés te la cedo.
GUAPO: ¡Detengan esa masacre!
Yo sé muy bien lo que dice.
El momento en que la pise
con sus patas de elefante,
será como con un guante
hacer puré unos manises.
Antes que eso, señores,
yo prefiero resignarme,
dejarla libre, olvidarme
de sus ojos, su silueta,
sus polleras de tafeta
y su irresistible charme.
Porque este amor tan profundo
sabe de renunciamientos,
y no exagero ni miento
si les digo que prefiero
arrojarme a un basurero
saturado de excrementos.
MARCO ANTONIO: La metáfora es grosera
y un poquito repugnante.
GABRIEL: ¿Por qué no las piensa antes?
Madure un poco las cosas,
disfrute más de la prosa.
GUAPO: Es que yo no soy Cervantes.
Pero lo voy a intentar:
Mi amor roba de los ríos
guijarros, arena y frío.
Tiene de la tierra oscura
memoria y raíz; frescura,
de las gotas del rocío.
Yo sólo quiero salvar
a esta mujer, pues la quiero.
Si es necesario me muero,
me suicido, me holocausto,
vendo mi alma como el Fausto,
me hago matar por dinero.
Me arrepiento de mis dichos,
renuncio a mis pretensiones,
sublimo las emociones,
me hago monje, me hago eunuco,
me hago pasar por trabuco,
salgo a la calle en calzones.
Lo que pidan, yo lo hago:
Me corto el rostro, las manos,
me entrego como cristiano
en las fauces del león,
me conchabo de peón
en un restaurant coreano.
GABRIEL: ¡A la flauta, qué momento!
MARCO ANTONIO: Me parece que el señor
ha demostrado un fervor
digno de un mártir, de un santo.
GABRIEL: Se ve que la quiere tanto que sacrifica su amor.
MARCO