Enamorada De Una Estrella. Storm Victory
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Las últimas fotos los mostraban siempre juntos, después de haber anunciado su noviazgo, como si hubieran escuchado los años de rezos y oraciones de los fans para que los dos protagonistas de Love School, Sarah y Max, acabaran juntos también en la vida real.
Con manos temblorosas, Leny abrió el último álbum que había hecho para Chris.
Habían pasado siglos desde que lo había abierto por última vez, pero esa sonrisa fugaz y dulce de hacía siete años todavía estaba grabada en su mente, y aunque el refrán «ojos que no ven, corazón que no siente» fuese cierto, tampoco funcionaba para ella, porque no había ninguna revista, programa de entrevistas o de radio que no hablara de la vida del muchacho y de sus locuras y sus problemas con el alcohol.
Amar a alguien que estaba tan lejos y tan… fuera de su alcance era demasiado doloroso.
Agotada y con gran pesar, Leny cerró el álbum suavemente, tratando de no aferrarse a las imágenes del fascinante y arrebatador chico de la portada.
Puso los últimos artículos, que no estaban en la lista de la carpeta, y empujó todo contra el fondo de la caja, deseando poder enterrar sus sentimientos también. Finalmente selló la caja con doble cinta y la empujó al interior del armario junto con las otras, había estado recogiendo todo en el último mes porque tenía que dejar su piso, al haber perdido su trabajo en el bufete de abogados Marshal & Son.
Afligida por los últimos acontecimientos de su vida, que no había dejado de empeorar desde que las dos personas más importantes de su vida se marcharon, fue al baño a tomar una larga ducha revitalizante antes de salir para casa de Arthur.
Dos horas más tarde regresó a Pieville, el pequeño pueblo donde había pasado toda su infancia y adolescencia con su querida prima Emily, con la que también había compartido casa, y con Chris, que vivía en la casa de al lado con su abuelo, Arthur Hailen.
Para no levantar sospechas, Leny esperó unos minutos más antes de ir a casa de Arthur.
No le había contado a nadie su despido, con la esperanza de que pronto encontraría otro trabajo, pero no le estaba siendo nada fácil.
Habían pasado veintisiete días y ocho entrevistas, pero seguía desempleada en ese momento y si no se iba pronto de su piso, empezaría a endeudarse y perdería el coche que estaba a punto de terminar de pagar.
Con un largo suspiro, Leny salió del auto y caminó temerosa hacia la casa del abuelo de Chris.
―Arthur, soy Leny ―exclamó al entrar en la casa del viejo, preocupándose por no encontrarlo frente a la televisión viendo alguna película de detectives.
―Leny ―murmuró el hombre con voz jadeante desde el dormitorio.
Nerviosa, Leny corrió a la habitación, donde encontró a Arthur acostado en la cama con respiración irregular.
―Has estado trabajando en el huerto de la cocina otra vez, ¿verdad? ―le reprochó Leny inmediatamente, observando las botas manchadas de barro a los pies de la cama, antes de ir a la cocina a por las píldoras que le habían recetado en el hospital después de su ingreso por la grave bronquitis que le había mantenido en cama durante todo el mes de febrero.
Tan pronto como Leny le ayudó a tomar la medicina con un vaso de agua, Arthur se relajó y su respiración volvió a su cadencia habitual.
―Arthur, tienes ochenta y dos años. A tu edad no puedes permitirte hacer… ―le empezó a decir Leny, pero la mirada furiosa y despectiva que siempre mostraba cuando alguien hablaba de su vejez la interrumpió.
―Soy viejo, no discapacitado ―dijo con aspereza.
―Lo sé, pero no quiero que te esfuerces. Acabas de salir del hospital y aún no te has recuperado. Sabes que te voy a ayudar con la huerta ―le recordó ella, feliz de haber cuidado de ese pobre anciano durante todos estos años… y no solo porque Chris se lo pidiera antes de irse.
―Lo sé, pero tú trabajas y no quiero molestarte ―murmuró con una extraña luz en sus ojos.
―Aunque trabaje, vendré a verte todas las noches y pasaremos los fines de semana sembrando lo que quieras, ¿vale?
―Pero tu trabajo…
―Sí, pero no debes preocuparte por eso.
―¿No debo?
Lenny asintió alegremente, tratando de ocultar el sentimiento de culpa por la mentira que acababa de contarle a la única persona en la que le había confiado totalmente en los últimos cinco años.
―Eso es extraño… llamé a Andrew Marshall esta mañana para preguntarle por su padre, que tiene Alzheimer, y me dijo que te despidió hace un mes ―murmuró, fingiendo indiferencia, mientras que sus ojos entrecerrados connotaban algo completamente diferente.
La sonrisa de Leny desapareció de inmediato.
Debería haber imaginado que Arthur lo descubriría tarde o temprano gracias a su amistad de toda la vida con el padre de su ex jefe. De hecho, ella había conseguido ese trabajo como secretaria en el bufete nada más terminar la secundaria gracias a Arthur, en primer lugar.
―Lo siento… Te lo quería contar, pero no sabía… ―susurró Leny con culpabilidad, manteniendo la mirada baja en sus zapatos negros y pulidos.
―La gente dice que te despidieron porque le tirabas los tejos a Andrew.
―¡Eso no es verdad! ―gritó Leny indignada.
―Eso es lo que dije yo, y cuando le pedí que me explicara, empezó a murmurar algo sobre la crisis y los recortes.
―La verdad es que perdí mi trabajo por culpa de esa víbora de Pamela, la nueva esposa de Andrew Marshall. Nos despidió a mí y a Laurel porque somos jóvenes y solteras. Temía que nos acostáramos con el monstruo de su marido. Nos acusó de coquetear con él y nos despidió. Bastará con que nos dé la indemnización.
―Lo siento, pero no entiendo… Tú no estás soltera.
―Lo dejé con Travis hace unos días ―confesó la chica, sonrojándose por la enésima mentira de la conversación y tratando de no especificar que estaba hablando de cincuenta y seis días.
―¿Por qué no me sorprende? ―soltó Arthur, tratando nerviosamente de levantarse de la cama.
―Pensé que era el correcto, pero no funcionó. Cosas que pasan ―se justificó, esperando evitar la inminente reprimenda.
―¡Eso es lo que dices siempre, Leny! Es una pena que tus amoríos no duren nunca ni tres meses. Estaba seguro de que Travis y tú ya os habíais separado hace un par de meses.
¡Viejo zorro!
―No es fácil.
―Nunca será fácil si sigues amando a mi estúpido nieto ―gritó Arthur de repente atormentado, como siempre que hablaba de Chris.
Un nudo en la garganta le impidió a Leny responder.
―Leny,